miércoles, 21 de agosto de 2019




Historias de un actor de mierda

Relatos verídicos y fantasías de Luna, de un tipo que quiso ser actor y pudo





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A Maripaz, porque de ninguna manera sin ella hubiera escrito este libro, ni me hubiera convertido en un hombre.




































Prólogo


Este libro narra las aventuras de un chico de veintiséis años que se muda a la capital del país, para intentar cumplir su sueño de ser actor.

Los capítulos siguen una linea argumental desde su llegada a Madrid sin muchos recursos, hasta que consigue un papel para estrenar una serie de televisión.

Las historias de los muchos trabajos diferentes que nuestro protagonista deberá hacer, para sobrevivir en el centro de la ciudad intentando trabajar sólo de cosas relacionadas con su oficio, están cargadas de contenido quizás útil, para actores y actrices jóvenes que sientan curiosidad por algunos sectores de la profesión.

Para la gente “no de la profesión” a la que le guste leer, hay historias de amor y desamor, erotismo, sentido del humor y todo aquello que a mí me gusta encontrar, como lector, en un buen libro. O al menos lo he intentado.

Los capítulos están sacados de varios blogs on-line, de escritura libre, que manejé durante los años 2007 al 2018, los cuales usaba de diario y a modo de recreo creativo pseudo-poético. Siempre me ha gustado escribir, un poco por placer y un poco por conocerme a mí mismo. Esos escritos fueron quedando ahí y un día me pregunté qué hacer con ellos.

Al juntar los tres primeros años, ha quedado una novela corta que considero que expone muchos tópicos actuales, acerca de dejarlo todo e ir a por tus sueños, explicando cómo es en realidad, lanzarte al vacío cuando no tienes nada de seguridad. 
También, desvela el pesar emocional que se vive en una relación tóxica, cuando el amor no se acaba pero la cosa no funciona, cuando se sufre de más para lo que debería ser el amor.

Han pasado muchos años de aquello, algunas cosas han cambiado pero nada de eso es demasiado diferente hoy en día. 

Siguen quedando muchas historias de aquellos blogs, puede que en el futuro den para otra novela corta.
Aunque son historias de verdad, con algunos ajustes dramáticos, no se encuentra la posibilidad de cotilleo porque los nombres propios de personas y demás que se mencionan, que tienen alguna relevancia en la historia, han sido cambiados. 
No obstante, si alguien encontrara algún fragmento demasiado obvio, raro o escandaloso, puede que forme parte de una de las “fantasías de Luna” que menciona el título.

Un libro para disfrutar, sonreír y, quizás, apartar la máscara de un mundo que parece lo que no es. 




















De Madrid, al suelo
(Primera parte, 2007 a 2008)



Madrid, Madrid, Madrid,…


Barcelona, 7 de Septiembre de 2007


A cuatro días.


Me parece que fue ayer cuando Alicia me proponía, entre suspiros, compartir con ella la aventura de mi vida: Ir a Madrid en busca de un lugar en el firmamento de las estrellas del cine, el teatro y la televisión.


La noche en que me lo soltó, hace seis meses, era invierno y cenábamos un caldo caliente que yo estaba aprendiendo a hacer. No estaba mal pero el momento difícil que vivíamos, sobreviviendo con prestaciones del gobierno y alguna actuación ocasional, le daba un gusto como de pena a todo, también al caldo. Yo hubiera firmado cualquier papel que prometiera un poco de aventura, después de meses tratando de llevar un traje de novio formal, que me quedaba no sé si muy grande o muy pequeño pero que desde luego no era para mí. 

Así que me gustaría creer que dije que sí sin pensarlo, aunque la verdad es que lo dudé mucho. Una cosa es sentir que tienes algo especial y otra muy diferente es intentar demostrarlo. 

Madrid promete más salas de Teatro, más trabajo en TV, cine, más salas de conciertos, más producciones,… el paraíso aparente para unos aspirantes al mundo de los ojos y la música. 


Me he pasado medio año intentando ahorrar y armarme de valor, con su pregunta tan presente en mi cabeza que todos los días parecieron el mismo. No teníamos dinero para empezar esta aventura, los dos sobrevivíamos trabajando en hostelería o en pequeñas actuaciones, yo como cómico o payaso, ella cantando o de payaso, también, acompañándome en algún show. Sumado a la prestación por desempleo, que se nos ha acabado este mes, nos ha dado lo justo para comida y alquiler durante nuestro primer año de convivencia como pareja, en este piso antiguo y pequeño del inicio del Eixample, que tiene sus viejas paredes torcidas y un fantasma enfadado en una de las habitaciones. 

Sin embargo, de alguna forma, el hecho mismo de querer hacerlo parece haber ayudado un poco, de forma incomprensible tirando a mágica. 

Me salió un trabajo de verano en un hotel de la costa, bastante bien pagado, a través de su hermano, quien estaba haciendo trabajos de decoración en ese mismo hotel, y gracias a eso ahora estamos a una semana del embarque, habiéndonos despedido de casi todo el mundo y creemos que con el dinero suficiente para empezar y quizás aguantar un mes o dos. 

Empezar desde el kilómetro cero, en la ciudad del kilómetro cero. Qué emoción.

Así que ya tenemos los billetes, la reserva en la habitación de una pensión en el centro, la maleta escuálida para buscar piso y tal vez salir un poco, más un saco virtual de ilusión y sueños que cargaremos por turnos. 


La vida puede ser muchas cosas desde “puta mierda” a “regalo maravilloso”, de hecho, soy de los que piensan que es todo eso a la vez y mucho más. Lo que sí tenemos claro, porque lo hemos aprendido, es que nada en la vida es gratis y que mucho de lo bueno de la vida no sólo no es gratis si no que es bastante caro. 

El precio que se paga por los placeres inmediatos es el dinero y el precio del placer a largo plazo, el placer de la conciencia tranquila, es la acción. Ir a por aquello que quieres. Sin más. Aunque sabemos que costará lo suyo.





















Desped-Ida y vuelta


Trayecto Madrid - Barcelona, 21 de Septiembre de 2007


Hemos pasado diez días en Madrid y ahora vamos en autobús, de vuelta a Barcelona. Qué poco ha durado la aventura, jaja. Nos hemos dedicado a recorrer Madrid y a buscar piso. Lo hemos encontrado, un ático abuhardillado precioso de precio asequible, y ahora volvemos a Barcelona porque la actual inquilina no se muda hasta finales de mes, dentro de ocho o nueve días. 

En estos días, además, hemos salido con algunos jóvenes actores, hemos ido a ver algún montaje en salas alternativas, nos hemos mezclado con el ambiente de la noche Madrileña y hemos tenido alguna bronca por celos. Pero lo pasamos bien, la noche Madrileña está absolutamente viva, hay muchas luces y energía en los ojos de la gente.

Dicen que en el centro de Madrid ves muchos famosos paseando por las calles. Nuestra pensión está justo al lado del barrio de Malasaña, la zona es bonita y tiene una atmósfera eléctrica. Es el centro de Madrid, a pocos minutos de la Puerta del Sol, por aquí viven muchos músicos y actores famosos pero no hemos visto a nadie de momento. 

Sin embargo, una noche conocimos a un íntimo amigo de la cantante Rosana, Alicia la admira mucho y al día siguiente me pidió que llamara al chico para intentar quedar con él y ella. O sea, “Llama a este chico que me dio a mí su teléfono e intenta cuadrar una cita con él, su amiga Rosana y nosotros dos. Y si no puede ser, por lo menos una cita solo yo con Rosana.” Lo intenté y no salió bien, parece que lo del éxito no va a ser tan rápido.


Me da un poco de vergüenza volver a ver a mi gente después de haberme despedido hace solo unos días. Esto me recuerda a cuando estuve viviendo en Ibiza, hace poco más de un año, y a las despedidas de aquel viaje. Aquel viaje me alejó de Alicia y también de mí mismo, aunque aprendí bastante. Faltan varias horas de trayecto, el paisaje es árido y aburrido, así que me apetece escribir sobre ello. 

Recuerdo el avión preparándose para aterrizar, mostrando la Isla como un misterioso monstruo verde y marrón que duerme sobre el mar, desde el asiento de mi ventanilla. Pude percibir un latido viniendo de la tierra, pensé que era una de mis paranoias. Luego estuve de visita en un museo en el que había una exposición sobre la isla y su larga historia de piratas y misterios. Se titulaba “Exposición: La Isla que late.”

Llegué ahí para estudiar Clown con uno de los mejores payasos del mundo, trabajar de camarero e intentar estar tranquilo. Hacía dos años que había acabado mi formación en la escuela de teatro y necesitaba pensar. Lo único que hacía era currar de camarero o animador y sobrevivir. Casi nada de actor, aparte de alguna que otra cosilla ocasional. 

Iba a castings de publicidad pero no me salía casi nada, no conocía a nadie del mundillo, así que pensé que para currar de camarero y soñar con el futuro, podía hacerlo en algún sitio tranquilo y bonito como aquella Isla. 

El Clown es lo que más me sedujo de todo lo que aprendí en la escuela de Teatro, por su estrecha conexión con la verdad y la pureza. Aprendí mucho de aquel payaso maravilloso, reconocido maestro de la profesión y, por otro lado, aprendí acerca de las despedidas gracias a otro maestro, al que casi nadie conoce. Manolo “el Cordobés”, camarero de un hotel cuatro estrellas en Cala Comta, un lugar robado al paraíso y ensuciado con edificios. 

Yo trabajaba ahí, después de que me hubieran echado del anterior hotel, en Sant Antoni de Portmany, por liarme con la mujer del chef o, mejor dicho, por dejarme liar por ella. Menuda historia. La chica me contaba que llevaba tiempo echando de menos la pasión en su matrimonio, que su marido ya no le ponía mucho pero que le quería demasiado como para ponerle los cuernos. Entonces quedaba conmigo en citas románticas que ella misma pagaba y, al acabar la cita, cuando se suponía que vendría el sexo, ella se despedía de mí y se iba a hacer el amor con su marido. Nunca pasó nada aparte de unos besos y algunas caricias, solo lo necesario como para que a ella le entraran ganas de hacerlo con su marido. Entonces se iba y aunque a mí me dejaba con ganas de más, tampoco me importaba demasiado porque gracias a aquel incompleto amor de verano, yo estaba visitando gratis y comiendo, en los mejores restaurantes y playas de Ibiza y Formentera, por cortesía de ella. Me pareció una especie de prostitución en plan light, yo que sé, no me parecía mal. Pero luego en el hotel empezó a correr el rumor, se ve que nos habían visto y todo el mundo cargó contra mí diciendo que estaba intentando destrozar un matrimonio, que era el demonio tentador y mierdas así, todo en plan moving muy extremo, así que me tuve que largar y buscar trabajo en otro sitio. 

Encontré algo en un lugar paradisíaco que también ofrecía alojamiento y comida a los trabajadores, como el anterior. Pero venía de una habitación bonita para mí solo y aquí me dieron una habitación que era una puta mierda y encima había que compartirla. No solo compartías el espacio, tu cama también era usada por otros trabajadores del hotel para descansar, durante el tiempo en que estabas trabajando en tu turno. Y yo compartía la habitación de Manolo, que llevaba en aquel lugar viendo pasar compañeros como diez años, como un amable condenado a cadena perpetua.

En nuestras insomnes noches, Manolo me contaba su vida. No se puede dormir por la noche en Ibiza, la gente hace ruido todo el tiempo. Todo el mundo está de fiesta y el que no, está intentando descansar para volver a estar de fiesta. Tienes que buscarte la vida para dormir durante el día y encontrar algo entretenido que hacer por la noche. Yo charlaba con Manolo, o más bien él hablaba y yo, que siempre he sido más de escuchar, callaba y le miraba mientras se oían gritos y música desde las otras habitaciones.

Me contaba que en realidad es pintor, un artista, pero eso no da para comer, dice. También es alcohólico, porque está enfermo de soledad y de dolor de espalda, por cargar con su pasado y las bandejas de copas. Manolo no tuvo hijos varones, tuvo una hija que no le quiere ni ver y decía que lo amigos de verdad se cuentan con una sola mano, cuando te quedas sin dedos. Mi abuelo decía algo bastante parecido.

A mí me encantó Manolo, me encantó su soledad y su pintura en la pared de la habitación, una especie de paisaje portuario que parecía el arte de un chaval de cinco años, pero molaba y llenaba aquel zulo que compartíamos, de colores y cierta poesía. También me encantaron las frases que se le ocurrían y dejaba anotadas en servilletas de papel, que luego perdía. “La “bida” es la forma que tiene Dios de “dicirnos” que nos quiere pero es que nosotros somos sordos”, decía una que encontré en mi zapato, hecha una bola.

A Manolo no le escuchaban muy a menudo. Me habló de religión y filosofía, de su pasado de veinte años en el “oficio”, de su paso por la “trena”, de la mala de su madre y la puta de su ex-mujer (en palabras suyas), de su adicción al alcohol y al cannabis. 


-Un porrillo de vez en cuando pero lo que más me gusta es esto. 


Decía empinando el codo y señalándose el pecho con su dedo pulgar. La verdad es que Manolo era, exactamente, la clase de persona bohemia, perdida en el espacio-tiempo, con la que te sueles cruzar en Ibiza. 

Yo tenía menos de la mitad de su edad pero siempre me había interesado por las almas derrotadas y siempre he querido, realmente, ayudar al primer desgraciado que se me cruzara. Así que trataba de reeducarle y orientar su vida de nuevo, con consejos apoyados en los libros de psicología y filosofía que había leído durante el último año. Pero él a mí no me escuchaba, o no sabía hacerlo o tenía las orejas cansadas de escuchar consejos. Lo que sí trató fue de enseñarme un par de trucos para trabajar en la calle, robar y eso, pero que yo fui incapaz de aprender.

Nos despedimos al poco tiempo, compartíamos cinco metros cuadrados de aquella habitación sin ventilación en la que vivíamos hacinados y, aunque me caía bien, no aguanté ni un mes a su lado. Decidí largarme y buscar otro trabajo, aunque no lo encontré y acabé durmiendo en la calle. Pero ésa es otra historia, que ya escribiré otro día, de tiempos en los que mis sueños me daban vértigo.


-Manolo, me voy mañana. 


Le dije un mediodía, mientras él cepillaba sus zapatos de camarero. Sus ojos de perro viejo abandonaron los zapatos por un segundo y me fusilaron el vientre. Luego me miró un instante a los ojos, cada párpado parecía sostener veinte kilos de tristeza. Luego volvió a sus zapatos y siguió cepillando.


-Claro, “pisha”, tú no “tieneh” que “ehtar” en un sitio como “ehte”.


-Ya, bueno...oye...yo quería decirte que me ha encantado conocerte y…


-Alto ahí. De mí no te despidas. En cuanto te vayas a ir me miras a los ojos y me dices:

“Bueno, Manolo, hasta luego, ¿eh?” Y ya está. Te ahorras un montón de problemas.


Así fue. Al primer “hasta luego” le puse un poco de ceremonia apretando los labios y cerrando un poco los ojos pero resulta que me olvidé las gafas en la habitación, así que tuve que volver al cabo de diez minutos y volver a despedirme. En ambos casos él apenas levantó la mirada. Demasiadas despedidas para una sola vida.

Me gusta pensar que Manolo vivió todas las despedidas posibles, dejó, lo dejaron, se marchó, fue abandonado, emigró y le emigraron, durante cincuenta años de ser el Cordobés en tierras ajenas y que, finalmente, encontró la fórmula mágica para burlar la muerte que se llora en cada despedida.

Las cosas más valiosas se enseñan sin intención y por eso se aprenden mejor.

De todo lo que trató de enseñarme Manolo como al hijo varón que siempre quiso y nunca tuvo, lo único con lo que me quedé fue con que a las despedidas se les da demasiada importancia. Son un bocado amargo que hay que tragar aprisa pero que por algún motivo masticamos y retenemos en la boca.


Nosotros, por ejemplo, que nos despedimos de forma muy sentida de todo hace solo una semana y ahora nos encontramos atravesando de nuevo el árido paisaje ibérico, en la primera vuelta del viaje más importante de nuestras vidas. 

En una semana continuará la emoción en kilómetro 0 desde tierras madrileñas, en el ático abuhardillado, preciosamente decorado por la dueña, que es una interiorista parisina, en el que viviremos nuestras primeras aventuras.

No podemos mudarnos hasta el día 29 de este mes, así que preferimos pasar estos días previos cerca de los que más amamos. También ahorrarnos una buena pasta en alojamiento, durmiendo gratis en casa de nuestras familias y ahorrando nueve días de pensión céntrica, cosa que seguramente nos hará falta. 

Porque Madrid no es sólo bonito, también es muy caro.

























La ciudad se mueve


Madrid, 07 de Octubre de 2007



Una semana después de instalarnos en Madrid y dedicar varios días a organizar el nuevo hogar, llenamos Internet de currículums y nos llaman de un par de agencias de animación de fiestas y eventos, que han recibido nuestro material y que si queremos una reunión/entrevista. 

Nuestro material son unas fotos editadas con el Paint que nos hemos hecho en casa, con el temporizador de la cámara, disfrazados de payasos y haciendo acrobacias. Parece que han quedado bien.

Nos gusta una de las agencias, Magic Eve, porque queda justo en la Puerta del Sol, podemos ir caminando desde casa y pensamos que, por su ubicación, será algo con glamour. 

Llegamos a la dirección que nos dan y el piso está dividido en veinte habitaciones, dos de ellas son baños y el resto oficinas, de unos cinco metros cuadrados cada una, así que comparten el piso dieciocho empresas con actividades distintas. Pero encontramos la oficina de Magic Eve y por su ventana entra un rayo de sol de la calle. Se ve también desde aquí la plaza de las campanadas de fin de año, parece el principio de algo bonito. 

Alicia habla sin parar y se hace con la reunión, yo hablo menos pero sé bastante de bolos de cumpleaños, animaciones de eventos y fiestas infantiles. Además, he estudiado con los mejores payasos y eso me ha costado un dinero que espero recuperar algún día. Digo eso y se ríen, les caemos en gracia y nos dan tres bolos de animación infantil para el fin de semana. 

Son buenas noticias pero no es suficiente. Ha habido que dejar varios meses de alquiler de depósito y otro más para la agencia que lo ha gestionado. Además, hemos tenido que comprar algunas cosas para el piso, se acaban nuestros ahorros y hay que apretar la marcha. Pasamos el resto de la tarde buscando restaurantes árabes con espectáculo para vender el show de danza del vientre de Alicia, que además de cantante es bailarina. Poco éxito. Quiero cambiar de profesión.


Al día siguiente me dedico a preparar los shows de la tarde y me siento de muy mal humor. Remiendo con hilo rojo mi traje de payaso para mis primeras actuaciones en Madrid. Ordeno el espectáculo. Me voy a la otra punta de Madrid en mi motocicleta, con ganas de arrojarme al Manzanares, aunque no sé muy bien por qué. Camino al lugar del primer bolo, por la autovía, el sol se derrama sobre la tarde como acariciándola, el cielo y las nubes forman un mosaico de colores dulces, muy ajenos a mi sufrimiento. Me visto de payaso y hago reír a todo el mundo en los dos cumpleaños pero yo sigo chungo. Por la noche, Alicia y yo vamos a cenar con la pasta de los bolos. Entre pizzas y cervezas pierdo algo de mi angustia. 

En realidad, lo que me pasa es que estoy muy cansado, llevo muchos días seguidos sin parar más que para dormir una pocas horas, el mal humor es como el indicador de mi cuerpo, de falta de descanso. 

Han sido una semanas duras de cambio de ciudad, mudanzas y búsqueda ansiosa de trabajo, no es solo físico, emocionalmente siento que hay mucho que procesar.

Solo necesito descansar un día entero pero haciendo cuentas de dinero, no sé si me lo puedo permitir.





















La habitación 309


Calella, Hotel Selene Village, 20 de Octubre de 2007


Estoy en una bonita habitación de hotel, de noche, escribo en mi portátil mirando al mar, como un actor de éxito.

El director del hotel en el que trabajé como animador este verano, en la onírica costa Brava de Catalunya, me llamó desesperado la semana pasada porque venían unos grupos de checos a aprovechar una súper oferta de temporada baja, que iba a llenar el hotel por siete días y debían ofrecer servicio de animación para los huéspedes, ya que estaba incluido en la oferta.

Ha sido una suerte porque, con los gastos de la mudanza y los meses de alquiler por adelantado, se me ha acabado en quince días el dinero que planeaba que me durara uno o dos meses. 

Me doy cuenta mientras escribo de que no hablo en plural del dinero, supongo que algo ha cambiado para siempre aunque me gustaría pensar que no será así. El espacio de mi cama junto a mí, tiene la ausencia reciente de alguien que no era Alicia. Ella se ha quedado en Madrid, muy contenta con que me haya salido este trabajo. Pero no quiero hablar aún de esto, todavía estoy valorando las consecuencias.


Cuando acabé de estudiar en mi escuela de Teatro hace cuatro años, me vi completamente perdido. No tenía ni idea de por dónde empezar para intentar trabajar de lo mío. Así que me fui un año a las Islas Canarias a trabajar en el sector turístico. Había una empresa de animación para turistas que ofrecía alojamiento, sueldo, comida y trabajo, con al menos un espectáculo nocturno por día, con tu escenario y tu público. Contrataban a gente joven, artistas, actores y tal. Pensé que podría aprender idiomas y coger algunas tablas, como así fue, además de vivir quizás una experiencia bonita y aquel verano que duró un año, siempre será uno de los más bonitos de mi vida. 

Trabajé de animador de hoteles o resorts en alguna ocasión más, se suele ganar un poco menos que de camarero pero es mucho más divertido y quizás algo más apropiado para un actor.


-Hola, Jerry, “estic desesperat”. Necesito sí o sí que trabajes una semana con nosotros.


-Esto...estoy en Madrid.


-No importa, te pago el billete de avión. “El que faci falta”.


Lluís, el director del hotel, no aceptaría un no por respuesta. Me estaba hablando de dinero, sin decírmelo. Para él es fácil tirar de billetes, la dueña del hotel es su mujer y es ella quien asume las pérdidas y las ganancias. Él trabaja como director, a cambio de su sueldo, no tenía experiencia previa como director de hoteles, entró en el puesto al año de casarse con la dueña. 

Cuentan las malas lenguas que quizás le parece poco y por eso saca beneficio extra de alguna que otra trabajadora del hotel, en la soledad de la habitación 309, la cual tiene siempre el director reservada para él. 

La verdad es que Lluís es un tipo guapo de narices, transmite calma y ganas de vivir con la sonrisa, no me extraña que se diga que al menos dos o tres de las trabajadoras más guapas, han tenido o tienen sospechosas ausencias durante sus turnos.


El curro está bien, trabajo como actor o payaso no se hace apenas, es más gimnasia para los adultos por la mañana y juegos divertidos para los peques por la tarde, más un par de días como anfitrión nocturno, en inglés y castellano, con escenario y micrófono. Durante el verano cobré cerca de dos mil euros mensuales por este trabajo, lo cual es casi el doble de lo habitual por el puesto, ya que además me ponían una cama en una pensión cercana al hotel. Mi cuñado se encargó de pactar el sueldo y dadas sus portentosas dotes de negociador argentino, me cogieron sin ni siquiera hacerme una entrevista. Eso sí, me tuve que ocupar de desarrollar un programa de entretenimiento para huéspedes de todas las nacionalidades y edades, lo cual fue fácil ya que sólo tuve que copiar los programas de la empresa con la que había trabajado hacía dos veranos en Canarias.

Consulté a Alberto, mi cuñado, antes de hablar de dinero con Lluís, y me dijo que le pidiera de entrada ochocientos euros, más el billete de ida, más la estancia con pensión completa en una habitación del hotel y que aceptara bajarlo hasta seiscientos, ya que con eso ya se pagaba la semana de trabajo más la molestia por trabajar lejos de casa. Pero Lluís no regateó, y me dijo que ok a los ochocientos, a fin de cuentas es el dinero de su mujer, quien no parecía muy satisfecha con la negociación de su marido cuando me la crucé esta mañana en un pasillo.


Subí al avión de las 14:30 el Lunes 15 de Octubre sintiéndome una auténtica estrella. Era la primera vez que viajaba en avión por un trabajo ocasional, como los artistas de verdad. “La primera de muchas…” me pareció oír sobre mi hombro derecho, de una voz que me resultaba familiar.


Llegué a mi asiento y me senté. Luego miré hacia el pasillo y había un chico que le decía nosequé a la auxilar de vuelo, mientras me señalaba. Me sonaba de haberlo visto en el metro, de camino al aeropuerto y también en la cola del control. Luego vino sonriendo hasta donde yo estaba, me pasó por delante y se sentó a mi lado. Empezó a hablarme enseguida:


-Vaya, qué casualidad, ¿verdad?


-Eh, sí… Hemos coincidido en el metro, ¿no?


-Jo… En el metro, en el mostrador, en la puerta de control, en el lavabo,… y ahora en asientos juntos. Esto no es casualidad, ¿tú crees en las casualidades? 


-Bueno, la verdad es que creo que todo pasa por algo pero…


-Yo también. Qué guapo eres, ¿de qué color tienes los ojos?


-Ehm… No sabría decirte, son varios colores mezclados.


-A ver… - El tipo me miró fijamente a los ojos, como tratando de hipnotizarme- son… verdes. Y grises. Un poco marrones, también.


-Pues ya te digo.


El tipo siguió un rato con un cortejo descarado que me producía a la vez gracia y rechazo. Me contó que era de Madrid, actor porno, y que viajaba a Barcelona para rodar una escena. Parece que quería que lo nuestro acabara también en plan escena porno, no dejaba de decirme que le pasaban cosas por el cuerpo al hablar conmigo. Empezó a comerse los restos de un bocadillo de chorizo que guardaba en el bolsillo del abrigo.


-Perdona si como, es por no comerte a ti, jeje. Hay que comer muy a menudo si quieres mantener un buen cuerpo. ¿Tú no haces dieta?


-Mm… No, pero tampoco tengo un cuerpo musculoso que mantener.


-Bah! Seguro que sí, a ver, enséñame los abdominales. Mira.


El tipo se levantó la camiseta y tenía unos abdominales hinchados como carrillos de bebé.


-Ahora tú, a ver.


-Creo que no, gracias. No se parecen en nada a los tuyos.


Me preguntó que si me daba vergüenza y le dije que sí. Luego me dijo que cómo podía ser, siendo actor. Que los actores no pueden tener vergüenza, que él a veces tiene que mirar a la cámara mientras se está comiendo una polla y que, aunque le dé vergüenza, lo tiene que hacer y ya está. Le dije que yo era otro tipo de actor.

El avión tardaba en despegar. Era la cuarta o quinta vez que viajaba en avión en mi vida, pero la primera en que un compañero de asiento intentaba fornicarme. No sabía qué decir.


-El avión tarda en despegar.


-¿Y qué? ¿Tienes prisa por llegar y separarte de mí?


Luego sacó su libreta bancaria, dijo que quería asegurarse de que le habían pagado nosequé de un último trabajo. Le pregunté si era relacionado con una escena porno y me dijo que no, que también hacía shows. Aquello me interesó, porque yo también estaba empezando a vivir de los shows, la agencia Magic Eve empezaba a darme bastante trabajo. Me interesa la posibilidad de que mi cuenta corriente llegue a tener algún día, los números que tenía la suya. Él se encargaba de que yo viera los números, girando hacia mí la muñeca de la mano con la que sostenía la libreta, y me decía que sus shows no eran en eventos si no en discotecas. Básicamente era él medio desnudo con alas de ángel o disfraces gigantes, máscaras, luces y música muy alta. Bailaba, o jugaba con el disfraz, o se acercaba a la gente, según le apetecía, le gustaba improvisar, decía, y por lo visto lo más importante del show, a fin de cuentas, eran sus abdominales con chorizo. Tenía algo más de dos mil quinientos euros, según pude ver.


-¿Qué te parece mi cuenta corriente? No está mal para tener treinta años, ¿verdad?


-Sí, tus números están a la altura de tus abdominales.


-¿Y los tuyos? 


-Un poco diferentes…


-¿Más? ¿Menos?


-El color es diferente. Los de mi cuenta son rojos.


-Venga ya…


Miré hacia el asiento de enfrente, como dejando claro que no bromeaba. Él me miró desconfiado y luego se calló un rato, el avión despegó. 

Cuando estábamos ya en el aire me preguntó si conocía el “Mile High Club”, que me lo preguntaba más que nada porque iba a ir al baño. Le dije que no, pero que si quería que me levantara para dejarle salir que no había problema. Sonrió y negó con la cabeza, mientras se levantaba de su silla y pasaba por delante de mí con su paquete a la altura de mi cara.


-Es el club de la gente que ha follado durante un vuelo. Te espero en el baño, si quieres.


Pasaron unos veinte minutos hasta que el muchacho apareció de nuevo. Lo vi salir del baño y dirigirse de nuevo a mi lado, me hice el dormido para no tener que hablar más. 


Yo me había liado antes con algún tío pero hace mucho de eso y en aquellas tres ocasiones (cuatro, contando con que en una repetí con el mismo), antes de tocar un centímetro de mi piel, habían conquistado el cien por cien de mi cerebro. No era el caso con este polla loca, los abdominales me parecen mucho menos sexys que la inteligencia. 

Aún y así, me pregunté qué hubiera pasado si en vez de este señor, hubiera coincidido con una actriz porno que se hubiera encaprichado de mí durante el vuelo. Me la imaginé levantado su camiseta para enseñarme su cintura y contándome el rollo del club de los altos vuelos.

Siempre he sido fiel a Alicia pero desde que nos mudamos a Madrid y meses antes de eso, todo es tan serio y tan sufrido que creo haber perdido mi capacidad de flotar por dentro. Ella no tiene la culpa, son los sueños que una vez te decides a intentar cumplirlos, se convierten en un trabajo muy duro.


Pensando estas cosas bajé del avión y cogí el tren que me llevaba hasta el hotel. Llegué y me recibieron con poca euforia, empezaba a trabajar al día siguiente y sólo quería meterme en la habitación a descansar. Me dieron la tarjeta llave de mi habitación. De camino, por los pasillos, me crucé con varias huéspedes del hotel, jovencitas que me miraban sonriendo y luego comentaban cosas entre ellas en su idioma. 


Dicen que la República Checa está entre los países con las mujeres más bellas del mundo. Además hay una proporción considerablemente mayor de mujeres que de hombres, por lo cual muchas chicas cuando vienen de vacaciones aquí, esperan cruzarse con algún “españolo” solitario para tener una aventura. 


Llegué a mi habitación. Estaba tan confundido por el viaje y el episodio con el actor porno que ni me había fijado en el número de la tarjeta. 

Era la habitación 309.













La pertenencia y el plagio


Madrid, 31 de Octubre de 2007


A veces me toca ir a hacer bolos de cumpleaños a casas de gente rica y otras veces a casas de gente humilde. En la agencia de la Puerta del Sol, Magic Eve, están empezando a invertir mucho en internet y eso hace que me esté recorriendo todos los rincones de Madrid en moto, o cargando mi maleta y mi traje de payaso en interminables combinaciones de metro, buses y trenes, para ejecutar los shows de animación que se venden sin parar. Esta ciudad es enorme y hay mucha gente a la que entretener. La gente es igual de maja desde La Moraleja a Fuente del Fresno. Es de lo que llevo viviendo hace ya un mes y pico y disfruto haciéndolo, aunque no vine a Madrid para dedicarme a esto.


Cuando volví de trabajar la semana en Calella y pisé de nuevo Madrid, sentí una curiosa alegría. Una agradable sensación de pertenencia, como si hubiera echado de menos esta ciudad. Me sorprendió un sentimiento tan humano para un lugar, sobretodo contando que no han pasado ni dos meses de vivir aquí. 


Volví a casa con el ego hinchado y con pasta en el bolsillo. Mala combinación. Sentí que me merecía la buena suerte que había tenido con este último trabajo y que iba a dejar de trabajar en cumpleaños y fiestas, para escalar un poco en mi profesión. 

Me planteo entrar en alguna agencia de actores, todas las que he contactado me piden fotos profesionales y las que tengo están muy anticuadas. Así que utilizo parte del dinero para hacerme una sesión de fotos nueva, otra parte para comprarle unas botas a Alicia e irnos de cena con lo cual espero calmar mi sentimiento de culpa pero no funciona, otra parte para el alquiler de Noviembre y ya vuelvo a estar sin un puto duro otra vez. Entonces me llama Eve, de Magic Eve, para un bolo de cumpleaños para el día siguiente, digo que sí agradecido y me meto mis palabras en el ojete. Ni veinticuatro horas más tarde de bajarme del avión, ya estaba recibiendo patadas en el culo de una parte de mi pequeño público infantil.


En un intento por llevar mis palabras a cabo, llamo a Santiago, mi amigo de la infancia que vino a Madrid hace ya un año, por su cuenta, a dedicarse a los monólogos.


-¿Hola?


-Santiago, amigo, ¿qué pasa, Pacaño?


-Hombre, Migo, ¿qué quieres?


-Joder, macho…


-Sí, es verdad, perdona. ¿Cómo estás?


-Bien, la verdad.


-Vale. Y ¿qué quieres?


-Ehm… Bueno, es que estoy un poco hasta el rabo de hacer cumpleaños y he pensado en meterme un poco en lo de los monólogos.


-¿Vas a dejar de animar cumpleaños? Pobres niños, ¿qué será de ellos?


-Va, en serio. ¿Tú crees que me podría meter un poco en el tema?


-Ah, vale. O sea, llevas dos meses en Madrid y no has querido salir ni una noche conmigo. Ahora te da por meterte en los monólogos y me llamas por primera vez. Es eso, ¿no? Es por entenderlo bien.


-Sí, amigo. Creo que es exactamente eso.


-Vale. Pues… mira, este Jueves voy a ir al Triskel, que está al lado de tu casa. Pásate y te presento a la gente que conozco de ahí, y si quieres pruebas a actuar unos minutos a ver qué tal te sientes. Mucho más no puedo hacer, la verdad.


El Triskel es una taberna Irlandesa que queda en la esquina de mi casa, en el barrio de Malasaña. Ahí va Santiago a probar chistes para su espectáculo y otros cómicos, algunos son muy buenos y serán famosos algún día. 

Es un bar típico irlandés, pero la parte baja tiene un sótano construido en piedra donde se hace laboratorio de comedia stand-up, los Jueves por la noche. Creo que lo hacen sin permiso y por eso hay que ser discreto. 

El sitio tiene mucho encanto. El que lo organiza se llama Cristobal, un cómico profesional que es primo de un actor y cineasta muy conocido, aunque él vive desde hace años de la comedia sin ser famoso, tiene su familia y todo, y le va genial. En Madrid hay bastante gente así. Me siento un poco paleto con mi pensamiento habitual, en plan que si no eres famoso eres un pringao. Pues no, parece que hay otras opciones.

Durante la noche, van subiendo cómicos al pequeño escenario de madera con manchas de cerveza. Cristobal les hace una pequeña presentación, les pone una música y les da el micrófono por cuatro o cinco minutos. Algunos son cómicos profesionales que vienen a probar chistes nuevos con público real y otros son aspirantes, como yo, que suben a descubrir de qué va la cosa. 

Algunos cómicos vienen de bastante lejos, así que yo no tengo excusa si quiero intentar meterme en el tema, ampliar mi repertorio y mejorar como artista. Vivo a un minuto.

Santiago me presenta a un par de amigos cómicos y a Cristobal. Me dice que me pone en la lista para el Jueves que viene y que tengo un nombre muy bueno, que cómo se me ha ocurrido. Intento ser simpático mientras ruedo por el suelo del bar, peleando a muerte con mi timidez.

Al día siguiente, Santiago me llama y me ofrece una actuación en un local pequeño de las afueras. Él estuvo hace unos meses, por eso aún no puede volver a ir. Pagan poco y es difícil llegar pero la gente es muy simpática, dice. El cómico que iba a ir ha fallado de última hora y le ha llamado el dueño del garito a ver si él sabe de alguien.


Le digo que sí a Santiago sin pensarlo, así soy yo. Este Sábado tengo dos bolos de cumpleaños seguidos pero no puedo rechazar nada de trabajo. Santiago me dice que sabe que no tengo suficiente monólogo pero que le ha dicho al dueño que soy un artista versátil y que me valgo de diferentes recursos en mi espectáculo.


Cuando voy a actuar a un cumpleaños llevo un par de juegos de magia cómicos pero no me parecen válidos para un público adulto de noche. Llevo también una cuerda, un radio cassette/CD a pilas enorme, rollo años noventa, un CD de canciones, una pelota de espuma y globos de modelar. 

Trabajando en hoteles como animador he aprendido juegos y recursos divertidos de entretenimiento. Durante mi formación como Clown, también aprendí técnicas y sketches graciosos que se hacen con el público invitado a escena.

A parte, tengo unas cuantas páginas de texto cómico, escrito desde hace unos años. Algunas partes las he probado con público en Barcelona y funcionan bien, otras de momento sólo las he ensayado en casa y le han hecho gracia a mi novia. 

Confío en que entre el texto, algún gag con el público y algún juego con los globos, podré hacer el trabajo y llenar entre cincuenta minutos y una hora de comedia, que es por lo que pagan. Además, me hacía ilusión tener tres actuaciones seguidas en una misma tarde-noche, mi primer triplete.


Los dos primeros bolos fueron fáciles pero el monólogo se me atragantó, porque lo que yo creía que eran unos cuarenta minutos de texto, se convirtieron en menos de veinte al actuar con público real. Además, el espacio escénico del garito es de un metro cuadrado, el público está sentado en sillas con mesas y no hay espacio ni ambiente para crear sketches con la gente, como recurso. Es sólo tú, el micrófono y el público. Hazlo bien, dice el dueño del bar antes de encender el micrófono y pasármelo. 


Los monólogos de humor no se pueden ensayar en casa, hay que ensayarlos con gente para sentir el ritmo real que tiene tu comedia. He aprendido eso. 

Las partes más fiables del texto funcionaron muy mal. Las partes que no había probado nunca funcionaron aún peor, deseché algunos chistes de los que no estaba muy seguro y miré el reloj. Habían pasado dieciocho minutos, y la gente me miraba como esperando a que empezara lo bueno. 


De regreso sobre el ciclomotor, eran las tres de la mañana salvando curvas y rayos de Luna. Me pelaba de frío y de emoción. Finalmente y para mi sorpresa, la actuación resultó un éxito. Empecé a contar chistes de mi padre y a usar bloques de otros cómicos catalanes, a los que he visto actuar en Teatros y a los que aquí no conocen mucho. Me vi perdido y tiré de plagios hasta llenar unos cuarenta minutos. La gente era majísima, como me había dicho Santiago, y con su apoyo y su risa me salieron diez minutos más de conversaciones divertidas y chistes improvisados, hasta cumplir con los cincuenta. No me siento orgulloso de robar pero es el sueldo de una semana entera en una tarde/noche de trabajo y hay que conocer la enorme boca del monstruo a punto de comerte vivo, que es un público que te rechaza, antes de juzgar.


Pienso esas cosas mientras conduzco la scooter de mi novia, porque me robaron la mía a la segunda semana de instalarnos en Madrid. Será difícil ahorrar para comprarme otra. Confundo las luces de un coche lejano, con los ojos de un animal nocturno. Debo empezar a ir al Triskel cada Jueves, no puede volver a pasar lo de hoy. 


Había Luna llena y campos teñidos de negro que nunca verán la Puerta del Sol. Luego vino Madrid y los semáforos. Alguien me dijo una vez que uno no puede elegir dónde nacer pero sí el lugar en el que vivirá y que es ése, en realidad, el sitio del que se es. 

Las calles y los edificios del centro de Madrid, de noche, tiene unos naranjas sobre negro que te pintan el alma. Pensé en la maravillosa gente de este lugar, que hacen posible mi comedia aunque tengan que crearla por su cuenta. Y creí ser de Madrid.


Hoy es Halloween. Cuando yo era pequeño no era Halloween. Todo cambia, puede que yo también. Y puede que ahora quiera vivir y, tal vez, ser de aquí. O quizás sólo esté confundido por las luces de la ciudad y la Luna Llena.




















Lo veo todo mal


Madrid, 5 de Noviembre de 2007


Me hice las fotos nuevas y la mayoría son una mierda. No sé posar, me da vergüenza. Me dicen que es raro, que debería darme más vergüenza la cámara de cine, porque es más grande y normalmente tienes más gente alrededor mientras intentas ser natural y fingir alguna emoción. Pero cuando tengo delante una cámara de cine, es diferente. Como si algo muy profundo dentro de mi ser estuviera acostumbrado a eso, desde hace más de lo que pudiera recordar. Además, cuando haces una escena o una toma en cine, hay un texto o cuanto menos una coreografía de movimientos o gestos. Si me concentro en la coreografía o el texto y a la vez trato de ser natural, con un ojo invisible puesto en el director o directora de la escena, por si hace algún movimiento o da alguna indicación repentina, no me queda sitio en el cerebro para tener vergüenza. Así que mi problema con las fotos es que me dan demasiada libertad. 


-Pon las caras que pones cuando te quieres hacer el guapo.


-Es que yo no sé hacerme el guapo. La verdad es que ni siquiera me siento muy guapo.


-Venga, ya. Si eres muy guapo. Mírame como si fuera una chica que te gustara.


Cuando una chica me gusta y la miro, trato de meterme en sus ojos con los míos. En este caso es difícil, porque la chica tiene un ojo tapado por la cámara y el otro cerrado pero se intenta.


-Vale, esa mirada está muy bien, a ver si puedes poner otra.


No tengo otra mirada cuando una chica me gusta. Le digo eso y me dice que mire para un lado. Me giro hacia la derecha y me quedo de perfil. La fotógrafa se ríe con mi total ineptitud.


-Bueno, algunas buenas seguro que tendremos. Mañana te mando a tu mail la selección. 


La elegí a ella porque prometía la sesión y diez fotos editadas en menos de 24 horas. A parte de por cobrar un dinero que me puedo permitir pagar. Su tarifa es una tres veces más barata que la de fotógrafos con mejores referencias, aún y así esperaba que pudiera ayudarme más a posar y eso, que se me da fatal.


Llego a casa y encuentro a Alicia tumbada en el colchón, mirando el techo que se alza hasta cinco metros, en su parte más alta. Según donde mires del piso, el techo queda a tan sólo medio metro del suelo. Es lo que tiene vivir en una buhardilla, pero por el resto es un pisazo. Los electrodomésticos son nuevos, los armarios empotrados y la bañera son de diseño. Está todo reformado y decorado con un rollo bohemio pijo. 

Me tumbo al lado de Alicia en el colchón. Hay una ventana abovedada encima de la cama desde donde se ven las estrellas de noche, o se verían si mantuviéramos el cristal limpio. Pero el techo del edificio está lleno de palomas y, si abres la ventana para limpiar, las cabronas se intentan meter en casa. Hay varias ventanas en el techo como ésta por todo el piso, por el día entra mucha luz. Desde una de ellas, si te agachas, la abres y te asomas, se ve un campanario y algunos tejados de otros edificios de viviendas del centro de Madrid, que parecen susurrar historias románticas.


-¿Qué tal han ido las fotos?


-Mal, me da mucha vergüenza posar. ¿Qué tal tu casting del musical?


-No he pasado la tercera fase. Por eso estaba aquí tumbada, celebrándolo.


-Joder… Me parece que voy a buscar trabajo de camarero.


-Pero ¿qué dices? ¿No te acabas de hacer fotos de actor?


-Sí pero no creo que salgan bien. Y luego entre que te cogen, te dan castings, te sale un trabajo y te lo pagan, igual pasan tres o cuatro meses. ¿De qué vivimos hasta entonces?


-Ese tipo de pregunta no sirve. Tienes que imaginar de qué quieres vivir y visualizarlo. Luego ser positivo y optimista para que se cumpla.


-Ya… pero para visualizar y creer en algo, tengo que entenderlo. Y los números no me dan.


-No tienes que entenderlo, tienes que creértelo. Lo tienes que ver.


-Sí, lo veo. Lo veo todo mal.


Al día siguiente recibí las fotos y las mandé a todas las agencias de actores y actrices de la ciudad. Sólo me gusta una foto, la de la mirada “chica que te gusta”, pero Alicia dice que hay otras que no están mal. Por la tarde recibo una llamada de la agencia Kuranda. Les gustaría hacerme una entrevista mañana por la mañana y conocerme. 

Kuranda es la agencia número uno en el sector. Lleva a las actrices más famosas del país y también a algunos actores famosos y muy buenos. Alicia lleva dos años intentando ser aceptada en esta agencia, viajó a Madrid desde Barcelona para hacer una prueba de acceso que no salió bien. Le digo que han llamado y se pone muy contenta, me dice que si no lo veo ahora, juntando las puntas de sus dedos y sacudiendo las manos, como hacen en Italia, aunque ella es Argentina. 

Me hace ilusión la llamada y finjo arrepentimiento emocional pero la verdad es que sigo sin ver claros los números y pensando en buscar curro de camarero.


Al día siguiente voy a la oficina de Kuranda y no veo a nadie famoso. Me atiende una chica bastante guapa que lleva la sección de publicidad. Me dice si sé dónde estoy, si sé la magnitud y la importancia de esa agencia, en la que todo el mundo en Madrid quiere estar. Le digo que lo siento mucho pero que no, aunque me han hablado muy bien. Me dice algunos nombres de gente famosa que representan ahí, la mitad no me suenan, aunque pongo cara de que sí. Y que si estoy dispuesto a estar con ellos exclusivamente para castings de publicidad, teniendo claro que no me van a representar como actor de cine y/o tv, que bienvenido. Le digo que gracias y le doy la mano. Ella sonríe con mi gesto y me da dos besos. Me pregunta que si tengo novia y le digo que no, porque es en lo que hemos quedado con Alicia. De hecho, fue idea suya. Por lo visto los artistas solteros trabajan más y suelen tener mayor número de fans, así que jugamos a que somos compañeros de piso y de sueños.

Llego a casa de nuevo y Alicia me dice que han llamado de una agencia de ocio y educación a la que mandamos nuestras fotos la semana pasada. Dice que nos han citado para una entrevista, les interesa nuestro espectáculo de payasos para una gira escolar que empieza pasado mañana. Entiendo que seguramente les ha fallado alguien de última hora, porque esto de que te contraten para una gira escolar a dos días de empezar no es ni medio normal. 

Hoy hemos tenido la reunión. Nos preguntaron por nuestro espectáculo de payasos, esta vez he hablado yo, ya que ese show es creación mía.


-Consta de veinticinco minutos con coreografías cómicas, acrobacias, gags, sketches y bromas. Humildemente, está a un nivel muy alto de comedia circense y clown. Para llenar el resto, hasta los cincuenta minutos o una hora que suelen pedir, normalmente hacemos algún juego o sketch con el público, coreografías de baile, gags con Globoflexia y cosas así. En principio era sólo temporal hasta que ensayásemos otros veinticinco minutos de espectáculo pero nunca encontramos el tiempo y quedan siempre tan encantados con el formato participativo que…


No me dejaron seguir. Se miraron aliviados entre sí y me dijeron que estaba bien, porque sólo necesitan veinticinco minutos de show profesional, más otros veinticinco minutos de charla sobre valores en la infancia. El show se hará en las aulas de los coles, en horario escolar por las mañanas.

Nos han dicho que sí en seguida. La gira será de quince días, en cada cole se hacen dos espectáculos/charlas y nos pagan mil euros a cada uno al acabar. Toma ya. 

Nos dicen que nos tenemos que aprender un dossier de valores personales y derechos del niño y la niña, que ellos han escrito. El dossier tiene cincuenta páginas y hay muy pocas fotos. Hay mucho que aprenderse y también tendríamos que ensayar nuestro espectáculo, porque hace meses que no lo hacemos. Empezamos mañana. 


Ahora es de noche y Alicia está dormida, hemos ido a tomar un par de cervezas para celebrar el trabajo y se nos ha hecho tarde en la alegre noche de Madrid, que también está alegre los Lunes y todos los días del año. No hemos leído una página del dossier ni hemos ensayado el espectáculo. 

Debería estar contento por el trabajo y emocionado por trabajar varios días seguidos como payaso, por no tener que buscar de momento curro de camarero y porque me han cogido en la agencia Kuranda.


Pero así soy yo, tal vez sea mi orgullo. Prefiero no llevarme desilusiones, y por eso, lo veo todo mal.









































Valores y Clown




Madrid, 10 de Noviembre de 2007


Diario de un payaso de colegios


Martes 6 de Noviembre de 2007


7:00h. Atravesamos Madrid en transporte público a primera hora de la mañana. Es hora punta, aunque en esta ciudad da igual, cualquier hora a la que cojas el metro está a reventar. Los colegios en los que actuaremos quedan a las afueras de Madrid y no podemos ir en scooter, porque no se permite su circulación por algunas carreteras. Eso hace que tardemos como mínimo una hora y cuarenta y cinco minutos en recorrer los trayectos, combinando metros, trenes y pasos. Trato de leer a toda prisa el dossier de cincuenta páginas que nos dieron ayer, mientras hablo con Alicia del show que no hemos ensayado.


8:30h. Nos perdemos en el metro, cosa que creía que no era posible porque sólo va en una dirección o en otra. Digo eso a Alicia y no le hace gracia, parece que tampoco está de muy buen humor. Varias dudas y quejas más tarde, llegan a San Fernando, Madrid, dos payasos enfadados. Él quiere ser actor de cine y Teatro y ella actriz de musical y cantante. Van corriendo por la calle porque llegan tarde. 

Llegamos al colegio, es un centro público en una zona apartada, bastante descuidado, con pintadas en las puertas y cosas así.


9:10h. Primera sesión. Empezamos con nuestro espectáculo, haciendo bromas e improvisando. El grupo se altera y niños y niñas comienzan a reír, luego a gritar. Acabamos el show y tratamos de rebajar la intensidad. Intentamos explicarles el por qué de la No-Discriminación y qué significa ser Clown, en el sentido romántico de la palabra. Es lo que he podido leer por encima en el dossier que deberíamos haber estudiado. La agencia se dedica más a la educación que a los espectáculos, así que para esto nos pagan pero nadie nos escucha. 

La profesora va mirando fatal a la coordinadora del taller y a nosotros por turnos, y la coordinadora va mirándonos fatal a Alicia y a mí, por turnos. 

Desesperado, comienzo a gritar: “¡Discriminación, No! ¡Discriminación, No!” mientras corro por la clase. Algunos niños me dan patadas en el culo. Me cuesta respirar con la nariz de payaso. Rezo por que acabe pronto la sesión.


10:00h. La sesión acaba. Alicia y yo barremos nuestros restos del suelo y nos vamos a desayunar. La coordinadora nos dice que no se puede quedar al segundo pase y que se va a la oficina. Que tratemos de captar mejor la atención y hablar más de valores, en la siguiente.


11:05h. Segunda sesión. Esta vez no nos pillarán desprevenidos. Empezamos la sesión hablando de valores, fuerte y con energía. Parecemos dos profesores antipáticos con nariz roja. Niños y niñas nos miran extrañados y temerosos pero por lo menos guardan silencio. Conseguimos llevar a cabo la charla y el profesor sonríe satisfecho, aunque en un momento no sé qué decir y, con toda la cara, saco el dossier y me pongo a leer en voz alta. Luego hacemos nuestro trozo de show y resulta muy divertido, supongo que por el contraste. Hemos encontrado la forma de ser respetados, escuchados e incluso de pasárnoslo bien. Repetiremos una y otra vez la misma fórmula en vista del éxito, en otros diez coles de la ciudad. Tal vez al final de la semana ya habremos leído el dossier y sabremos algo del la Convención de Derechos del niño y la niña, a quienes representamos.


14:03h. Abandonamos el colegio a la misma hora que los alumnos. Son todos ancianos los que esperan en la puerta del colegio. Todo el mundo sabe que no hay nada más bonito para un niño que ver la cara de su padre o su madre al salir del cole pero supongo que ver la de tu abuelo o abuela tampoco está mal. Aún y así, vuelvo a estar un poco triste. O tal vez sea volver a casa cansado sin poder sentarme, porque el metro está abarrotado también al mediodía. 

Miro a Alicia y me sonríe. Me parece infinitamente bonita, con la marca del elástico de la nariz de payaso en las mejillas.

































Dias de Luna y Felicidad pasajera


Madrid, 25 de Noviembre de 2007


"Como tu amor de sobremesa,

como mis sueños de mocoso,

como tu santa inocencia,

como mi deje vanidoso.


Como cualquier vulgar promesa,

como la fe de los viciosos,

como Diciembres en oferta,

es ser feliz, es ser dichoso."



Ya llevo casi tres meses en esta ciudad, vivo de mi profesión y soy feliz. He empezado a hacer castings de publicidad con Kuranda y a conocer a directores de casting importantes de aquí. Alicia, por su parte, sigue probando suerte con los musicales. Ya lleva como tres o cuatro audiciones para producciones grandes en Teatros de la Gran Vía. Acuden a esas pruebas cientos de aspirantes, y eso hace que vayan haciendo filtro por fases, normalmente tres o cuatro. En el último, quedó fuera en la última fase por ser demasiado mayor. Alicia tiene ahora veintidós años. 

Hemos oído que los castings abiertos para musicales grandes que se hacen en la Gran Vía, no son reales. Es decir, están dentro del presupuesto que la productora pasa a los inversores, por eso se hacen en el mismo Teatro, se forman colas largas de artistas esperando en la calle y vienen las televisiones a grabarlo. Eso da publicidad a la producción, que es de lo que se trata en realidad, porque el elenco principal está elegido previamente. Como mucho cogen a una chica y un chico jóvenes para papeles de reparto, y se intenta que sean lo más jóvenes posible, de unos veinte años como mucho, para que les haga tanta ilusión que ni se fijen en las condiciones laborales, que son una puta mierda. Porque hoy en Madrid un actor que trabaje en la Gran Vía, puede ganar bastante menos que un camarero que trabaje en esa misma calle. Aún y así, Alicia lo sigue intentando y hace bien.


En Kuranda tienen un apartado para Caras Nuevas, gente a la que rescatan del anonimato, cada año, para darles una oportunidad como actores. Hacen pruebas a mucha gente que lo intenta pero cogen sólo a un chico y a una chica, como máximo. Algunos años no les gusta nadie y no incluyen caras nuevas. Me gustaría que me hicieran esa prueba pero el límite es veinticinco años y soy un año demasiado mayor. 

Me parece increíble que seamos ya demasiado mayores para algunas cosas, me da miedo de lo que vendrá después, a partir de los treinta y toda esa noche que se avecina tras las montañas de mi juventud. 

Aún y así, Meg, mi Booker en la sección de publicidad, está intentando que me acepten, cree mucho en mí. Alicia dice que yo le gusto, no sabría decir. 


Estamos dedicándonos a hacer aquello que más nos gusta, actuar, y nos pagan bastante bien. No paran de salir actuaciones privadas y no he tenido que buscar trabajo de camarero. Claro que queremos más que esto, tenemos nuestros sueños, por los que vinimos a Madrid. Lo que pasa es que trabajamos bien y la agencia Magic Eve ha empezado a encargarnos actuaciones para empresas, con público adulto, aunque a veces se portan peor que los niños. Al menos, tenemos espacios para hacer nuestros shows que son más parecidos a un escenario. 


Cada vez que alguna empresa les pregunta si tienen un espectáculo de esto o aquello, en plan Bollywood, o Cabaret o lo que sea, dicen que creen que sí y nos llaman. Nosotros decimos que les montamos algo en seguida, sacamos la maleta de los disfraces de Alicia y nos inventamos algo. Luego nos hacemos fotos con lo más parecido que encontramos a la temática que nos han pedido, poniendo la cámara con temporizador, posando y haciendo las mismas acrobacias del show de payasos, con los diferentes vestuarios. Luego bajamos las fotos al ordenador desde la cámara y hacemos un cartel con el Paint. Se lo mandamos a la agencia, la agencia se lo manda a la empresa y normalmente tenemos otro trabajo bien pagado. Rellenamos los shows con coreografías, juegos de entretenimiento con la gente y Alicia se baila un par de canciones de danza del vientre, sea cual sea la temática del espectáculo. 

Así que resulta difícil centrarnos en nuestras carreras, ya que siempre nos están proponiendo que montemos cosas nuevas. Le echamos morro y nos atrevemos con todo. 

Aquí, en la capital, es mucho más fácil vivir de esto. Hay más gente, más salas, más teatros, más empresas,… Hemos elegido bien. Claro que no recorrimos medio país para quedarnos haciendo espectáculos de pequeño formato y seguimos haciendo todos los castings que podemos.


Ayer por la tarde, sin pensar en nada de todo esto, volvíamos de una nueva actuación con el show de payasos, sobre la scooter de Alicia. Fue en una celebración popular, nos pusieron un escenario y unos aplausos que sabían a lluvia en la cara. 

Yo conducía de regreso con la maleta del espectáculo atada a mi vientre, y, vestidos de payasos, llamábamos la atención de los coches y la gente. Empezaba a atardecer y Alicia me señaló el cielo, para que viera la Luna Llena. La Dama de Plata sonreía anticipándose a la puesta de Sol, que moría derramando su sangre cobriza, sobre las fábricas olvidadas de la periferia. Felicidad.


Lo mejor de ser feliz, como de actuar, como de que haya Luna llena, es que da descansos para saborearlo.


Felices Lunas venideras a todos.



































Cómico, sí, Payaso, no


Madrid, 3 de Diciembre de 2007


Meg me llama por teléfono al menos una vez al día. Alicia no está muy contenta con eso, dice que debería dejarle claro que tengo novia. Le digo que ella estaba de acuerdo con lo contrario hace tan sólo unos meses y que no vamos a cambiar las normas al primer arrebato de celos. Me dice que el trato es no decirlo de entrada pero que si alguien está claramente confundido, hay que aclararlo. Le digo que una manager llamando a diario a un actor que intenta promocionarse no demuestra nada, que es lo normal sobretodo en época de castings. Que no debe preocuparse, que yo nunca me liaría con alguien del trabajo, ya lo hice en alguna ocasión y siempre acaba fatal. Le digo todas esas cosas por que las pienso de verdad y porque no puedo simplemente abrazarla, mirarla a los ojos y decirle: “Confía en mí, ¿vale?” porque si lo hiciera sentiría asco de mí mismo. Ya han pasado un par de meses desde mi desliz pero me sigue doliendo la culpa.


Meg dice que cree que conseguirá que me hagan la prueba de caras nuevas. Que debo intentar hacer más monólogos, que están de moda y que hacer de cómico stand-up me deja en buen lugar como actor, que queda guay. Mejor que lo de payaso, dice, porque la verdad es que de eso no tengo ninguna pinta.


-¿Por qué no? ¿Demasiado serio? jeje


-No, demasiado guapo, jiji. 


Cada vez que me hace un cumplido de esos, trato de ver la parte profesional del comentario. Es importante saber qué pinta tienes, qué ve la gente cuando te mira, e intentar que la imagen que proyectas no sea muy diferente de eso. 


-La gente quiere sencillez. Para complicar las cosas ya tiene cada uno su propio cerebro.


Meg tiene sólo uno o dos años más que yo pero hay algo en ella de sabia moderna. Intento seguir sus consejos y mantener una relación cercana con ella, es dulce y simpática, aunque la verdad es que no la veo de otra manera que no sea la profesional-amistosa. 


Siguiendo sus consejos, vuelvo a llamar a Santiago y le digo que la actuación en Fuente del Fresno fue bien, aunque lo pasé mal y tuve que improvisar. Que no pude ir al Triskel a la semana siguiente de cuando estuvimos juntos, porque estaba haciendo una gira de payaso en colegios por la mañana y que, el Jueves siguiente si que fui, pero Cristóbal no se mostró demasiado amable.


-Es que esto requiere compromiso, nen. No puedes decirle a una persona que lleva un show, que te ponga en la lista y luego no aparecer. Pero no te preocupes, que el próximo Jueves vamos juntos y ya se arregla todo.


Quedamos para la noche, en su barrio, para tomar unas cervezas, ver el fútbol y hablar del tema. Santiago vive al otro lado de la ciudad, bastante pasado el Manzanares, cerca de la Casa de Campo. Dice que es el mejor sitio de todo Madrid, que sale a caminar por la naturaleza cuando le apetece, que los bares del barrio cobran muy barato por una cerveza y unas tapas, gratis, que son pequeños platos llenos de sabrosa comida. Es verdad, vamos a un bar cerca de su casa, los camareros llaman a Santiago por su nombre y con un par de cañas de un euro, nos ponen dos platos muy ricos rebosantes de nutrientes. 

La zona es periférica y descuidada, hay un barrio marginal a un par de kilómetros de aquí. Pero el ambiente es tranquilo y sencillo, la verdad es que me recuerda mucho a la zona de Hospitalet, de donde somos Santiago y yo. Sonrío por dentro viendo que este viejo rockero tiene el mismo corazón de siempre.


Le digo que a ver si salimos una noche, ñam, ñam, o hacemos una actuación juntos, gluc, gluc. Que estoy montando un cabaret para la agencia con la que trabajo de payaso, ñam, ñam, qué buenos estos macarrones. Y que si sabe de chicas, actrices o animadoras, pero sobretodo que sean muy guapas, sexys, para el cabaret, por que son eventos de cenas de Navidad para empresas pijas.

Me dice que conoce a muchas chicas guapas pero que el problema es que ellas no le conocen a él. Jaja, gluc, gluc. Que sí, que seguro que tiene teléfonos de gente, ñam, ñam. Que no tiene problema de echarme una mano con los monólogos, pero que tendré que salir mucho más de noche porque las relaciones públicas son lo principal, tanto como un buen espectáculo, y se hacen de noche. Gluc, gluc. Que si quiero el Miércoles le acompañe a una actuación que tiene en un bar, que puedo hacer cinco minutos de mi show para que lo vea el dueño del garito y tal vez así me contraten a mí para otro día. Que es así como se consiguen bolos, cuando aún no eres muy conocido. Y en vez de comer o beber, se enciende un cigarrillo, lo cual hace le parecer mucho más dramático.


Varias cervezas más tarde, el partido termina y vamos un rato a su casa, convive con tres o cuatro personas más. Artistas, mayormente, y un joven estudiante extranjero. Es el típico piso de estudiantes o artistas de Madrid, pequeño, con pósters, muebles de la calle, un curioso olor a cigarrillo de hongo y el brillo de los sueños de los habitantes, flotando en el aire.

Tomamos una última cerveza en su sofá, junto a uno de sus compañeros de piso. El muchacho mira la televisión con el volumen apagado mientras fuma un canuto de marihuana. Parece estar en cualquier otro lugar, así que charlamos como si estuviéramos solos.


-¿Qué tal con “Lady Chanel”?


Él llama así a Alicia, por su inclinación al lujo y a los sueños caros.


-Mal. ¿Te acuerdas de lo que te conté de cuando me fui a Ibiza? Que ella se había liado con otro, vino a verme y me lo contó…


Santiago asiente nerviosamente con la cabeza. Odia cuando doy rodeos para contarle algo.


-Te has follado a alguien, ¿no?


-Bueno, sí, pero escucha, joder. Mi psicóloga me dijo que eso genera descompensación en la pareja y que hasta que no lo compensas no lo liberas.


-¿Tu psicóloga te dijo que te follaras a otra?


-No, bueno, dijo que no hacia falta. Pero estuve en Calella hace un mes y algo, por un curro, y surgió. 


-¿Un tío o una tía?


-Una tía, aunque me podía haber follado a un actor porno en el avión, si hubiera querido.


-Y ¿qué? ¿Ya te sientes mejor?


-Pues no, la verdad, se lo quiero decir.


-Ah, claro. Así tendrás la venganza completa, ¿no?


-No, nen. Lo que pasa es que lo compartimos todo. Ella me dice que confía en mí ciegamente y que soy su familia, joder. Y entonces a mí me dan ganas de meterme un mechero por el culo y pegarme fuego por dentro.


Santiago se parte de risa con mi comentario y yo me río también, para relajarme. Santiago me dice que si quiero que mi relación se acabe, que se lo cuente. Y que no me preocupe por las infidelidades, que están de moda y a veces son parte de una relación.

Le digo que yo no podría aceptar un tipo de relación así y me doy cuenta enseguida de lo contradictorio que es todo. Le digo que con Alicia somos pareja, compañeros de piso, trabajamos juntos en los shows que montamos para Magic Eve y también con nuestro show de payasos. Que es muy complicado tener un secreto con alguien con quien compartes todo. Que además sólo pienso cada día en cómo vamos a llegar a fin de mes, este mes, y así todos los meses.

Luego me callo un momento, doy un trago a la lata de cerveza y me recuesto en el sofá. Miro la tele y comienzo a poner una voz extraña mientras improviso el diálogo de la película, que el compañero de piso está viendo en silencio. Santiago se da cuenta en seguida de lo que estoy haciendo y se une al juego, como tantas veces hemos hecho antes, como cuando compartíamos piso y volvíamos borrachos de fiesta de madrugada.

El juego termina como siempre, en uno o dos minutos, partiéndonos de risa. Entonces el compañero fumeta nos mira por primera vez. Luego se dirige a mí y me habla con una voz suave como el aire de la tarde.


-Se lo tienes que contar, ¿sabes? No estarás tranquilo hasta que se lo digas.


Miro a Santiago y apuro mi cerveza. Le digo que me tengo que ir, que mañana tengo que hacer de Papá Noel en una casa y me lo tengo que preparar un poco. Quedamos para el Miércoles que viene, para acompañarle a su actuación y luego irnos de tucu-tucu.

Antes de irme, Santiago me dice desde su sofá que sabe que el Miércoles no le acompañaré a su actuación y que no iremos de fiesta, pero que no pasa nada. Que sabe como soy y que si necesito cualquier cosa que se lo diga. 


Cierro la puerta de su casa suavemente y comienzo a bajar las escaleras medio borracho, pensando en la suerte que tengo con este cabrón.



























Papá Noel en Islandia


Madrid, 4 de Diciembre de 2007


Me levanto con resaca de cerveza y con mucho que hacer. Intento evitar la mirada de Alicia, porque también tengo resaca emocional de la conversación.


Voy a un bazar chino en la calle Corredera de San Pablo, lo bueno de vivir en este barrio es que hay cosas abiertas a todas horas. Compro un disfraz de Papá Noel barato, una barba postiza y una caja de CDs vírgenes. Llego a casa y me pruebo el disfraz. Me ato cojines al cuerpo con cinturones, me pongo la chaqueta del traje y no cierra. Lo soluciono un poco poniéndome un jersey rojo debajo. Me pongo la barba barata, miro al espejo y parezco un actor delgado vestido de Papá Noel con cojines debajo del disfraz. Me encojo de hombros y enciendo el ordenador, no creo que busquen un Papá Noel auténtico un 4 de Diciembre, según me han dicho es una fiesta con temática de Navidad que hay que animar. Así que descargo villancicos en inglés de internet para luego pasarlos a los CDs y reproducirlos en el enorme radio-cassette/CD a pilas con el que hago mis shows.

Eve, de Magic Eve, me dijo que era en casa de una familia de Irlandeses. Que se trataba de ir de Papá Noel y cantar unos villancicos en inglés, estar un rato con la familia de buen rollo, peques y mayores. Así que busco villancicos típicos de Irlanda pero no los encuentro. Busco la lista de los veinte villancicos más populares en inglés, y me descargo una que encuentro, mientras me los voy escuchando para intentar aprendérmelos, ya que no conozco ni la mitad. 

Tardan un montón en descargarse, el bolo es en una urbanización de lujo, que queda bastante apartada del centro, al sur de Madrid y se empieza a hacer la hora de irme. Hago cálculos y ya no llego en la combinación de transporte público, le pido la moto a Alicia mientras me voy vistiendo de Papá Noel, para ganar tiempo. 

Los archivos se descargan, los copio a los CDs vírgenes que he comprado pero no se escuchan al reproducirlos. Creo que es culpa de la calidad de los CDs del bazar chino y comienzo a gritar mierdas xenófobas, medio disfrazado de Papá Noel. Pruebo otros CDs de la caja hasta que me doy cuenta de que algunos de los archivos que me he bajado, vienen con un parche anti-piratería y por eso no se escuchan. Sin tiempo para buscar otros archivos de villancicos, cojo el ordenador, dos altavoces a pilas y me los llevo al bolo, cagándome en todo. 

De camino en la moto, hace un frío que pela cuando paso el Manzanares y luego por delante del barrio de Santiago, quien debe estar durmiendo, el muy cabrón.


-Hola, soy Papá Noel, jeje. Jou, Jou, Jou,… jeje.


-Jujuju! Houla, io soy Leire. Jujuju! ¡Qué delgadou eres! Y ¡qué jouven! Jujuju!


La mujer me habla negando con la cabeza y tapándose la boca, con su extraño acento. Parece realmente disgustada mientras mira mi traje del bazar chino con horror, pero su risa, tal vez de incredulidad, calma un poco el ambiente. Ella esperaba un Papá Noel de mayor edad, con un buen traje, para hacer fotos de Navidad con la familia y los niños. Sólo quería eso y que Santa Claus se llevara personalmente las cartas de los peques de la familia. 


-Creía haber dejadou clarou en agencia… 


-Ehm… Pensaron que lo que queríais era una animación navideña con un vestuario temático… He descargado unos villancicos en inglés, ya que sois Irlandeses… He traído el ordenador con unos altavoces… Muy fuerte no se oyen pero podemos cantar…


Digo todo eso tratando de cambiar su mirada de total rechazo por algo de aprobación pero fue peor. Deja de reírse y me dice, todavía amable, que no son Irlandeses si no Islandeses, que es una confusión habitual y que no se saben muchos villancicos en inglés. De hecho la mayoría no hablan inglés ni español, sólo Islandés. Pero que si quisieran villancicos los pondrían en su equipo de música, el bolo es en el salón familiar, tienen de todo. Aunque suene borde, me lo dijo con la misma extraña simpatía.


-Bueno… Esto… ¿Voy a ponerme la barba y empezamos?


Me dice que vale, que a fin de cuentas lo más importante es que me lleve las cartas de los peques, al final. Me pregunta si tengo un saco rojo para meter las cartas y le digo que no. Luego le doy el portátil cerrado, con los altavoces encima. Le digo que ya está todo conectado y listo, que sólo tiene que colocarlo en un sitio seguro y abrirlo, que yo haré el resto. La clienta levanta las cejas y suspira, luego me indica con desgana el camino a un baño por donde no me vea entrar el resto de la familia.


Venía meándome por el camino, hacía frío de Diciembre en la carretera con la moto y al llegar, me he encontrado con que todo el lío de los villancicos ha sido para nada y me he puesto muy nervioso. No podía cortar la tensa conversación de bienvenida para pedir un baño, así que para cuando me indica el camino, subo a la tercera planta de esta vivienda pija donde hay un servicio que nadie usa, llego al baño y cierro la puerta, ya tengo un chorro de pis corriendo por el pantalón vaquero, debajo del pantalón del traje. 

Acabo de hacer pis en el retrete y busco un secador en el baño para intentar arreglar el asunto. Lo encuentro, lo enchufo, lo dirijo en potencia máxima y a tope de calor hacia la zona meada y lo enciendo. Me quemo un poco la pierna, la clienta oye el ruido y me pregunta si estoy bien, desde el otro lado de la puerta. Le digo que sí mientras me pongo la barba y la peluca con la mano que tengo libre. Luego guardo el secador y toco la zona meada, está seco pero huele bastante a pipí de cerveza de anoche. Busco y encuentro un perfume en el baño, hecho un buen chorro encima de la peste, es un frasco de 200ml de Esencia de Loewe, que vale bastante más de lo que gano con esta actuación. 

Huelo el resultado de la mezcla, consiguiendo un olor que recuerda a una boda celebrada en la basura. 


Me pongo el gorro de Papa Noel y me dirijo al salón familiar, sin tener la más mínima idea de lo que voy a hacer, durante una hora, al llegar.






















Life is a Cabaret


Barcelona, 17 de Diciembre de 2007


Hemos venido a Barcelona a pasar las Navidades con nuestras familias, como hacen los actores famosos. Escribo mirando coches y gente pasar, a sus cosas, por las anchas calles del centro de la ciudad, llenas de luces de colores. Las personas tienen sus trabajos y sus vidas pero yo no, sólo tiempo que perder hasta volver a Madrid y empezar de nuevo de cero. 

Estoy en una habitación del piso del hermano de Alicia, un comercial aventurero que vino hace diez años, con su novio pintor, de Argentina a Barcelona a intentar vivir del arte. 

Su transgresor don de gentes le da gran poder para la venta, además, la mayoría de sus clientas son mujeres adineradas, solteras o viudas, que disfrutan de su coqueteo inofensivo y gastan sus rancios euros en cuadros impresionistas y paredes art-decó. 

Los cuadros y las paredes las pinta su guapísimo novio Alberto, sin camiseta, en las tardes de verano Barcelonés, en casas de la zona pija de la ciutat, mientras la señora toma te, fuma y mira.

Él, el hermano de Alicia, se llama Alberto, también, y a la agencia de arte y decoración que tienen juntos se la conoce como “Los Albes”. Tienen una placa en la puerta de la entrada con la inscripción, aunque en realidad es una vivienda.


Ellos vinieron sin nada más que sueños y ahora tienen bastante dinero y cierta buena fama en su sector. Cuentan que al principio fue muy duro y que en el supermercado tenían que elegir muy bien en qué gastaban cada euro. Como Alicia y yo, desde que nos mudamos a Madrid. Dicen que les recordamos a ellos cuando empezaban, que no perdamos de vista el objetivo y que creamos siempre en nosotros. Que cojamos un buen fajo de billetes y olamos el dinero, aspirando profundamente, para aprender a seguir el rastro. Porque los que no tienen dinero sólo consiguen tenerlo, yendo cerca de los que tienen mucho y lo van perdiendo. 


La casa es bonita y está decorada con muchísimo gusto. Está siempre muy limpia, ordenada y perfumada, con cierta fragancia densa que huele como a semen aromático. He aprendido muchas cosas de Alberto, sobretodo que un desgraciado puede cambiar su suerte con astucia y trabajo. También me ha enseñado a vestir y a tener un personaje ensayado, para relacionarte con la gente, cuando eres demasiado tímido o tienes demasiado carácter como para ser tú mismo.

Él fue quien nos recomendó que cuando montásemos shows para empresas y gente pija, nos centráramos al máximo en la imagen, dejando la calidad artística en segundo lugar. 

A mí me jode mucho aceptar eso pero el caballero tenía razón. La gente, el público, se hace una idea de lo que va a ver en menos de treinta segundos. Luego, cuando están satisfechos o no a nivel visual, prestan atención al espectáculo, o no. Así que cuando en Magic Eve nos pidieron que montáramos un Cabaret con dos o tres chicas más, para venderlo para empresas en cenas de Navidad, cogimos a tres actrices muy guapas y fue un éxito absoluto, las tres veces que lo hicimos. Nos pusieron escenario y nos aplaudieron mucho, luego algunos hombres me daban codazos de complicidad, al parecer, por ser el único varón en un grupo de tías buenas. Alicia y yo hicimos de productores, directores y artistas, otra vez, con excelente resultado. Era una buena oportunidad de trabajo y, a mil euros el Cabaret, creíamos que saldría bastante rentable.

Lo que no sabíamos es que los bolos de empresa tardan en pagarse varios meses. Entre las cosas que tuvimos que comprar para dar una buena impresión en los primeros treinta segundos, más adelantar el dinero a las actrices por los bolos, los ensayos y la sesión de fotos para los carteles, en vez de ganar nos hemos quedado sin un puto duro. 

Hemos tenido que venir a Barcelona para ahorrar en comida durante Navidad y como eso me da mucha vergüenza, en vez de a casa de mis padres he venido a la del hermano de Alicia. 

No ha sido buena idea, Alicia ha salido con sus amigas y estoy muy solo aquí, en esta casa grande y silenciosa, ya que el hermano se ha ido a Argentina por Navidad. Las casas antiguas del Eixample de Barcelona, como ésta, tienen una silenciosa melodía de sombras en los rincones, que cuando las miras desaparecen. Por eso miro todo el rato por la ventana, fumando o escribiendo, para sentir que estoy más fuera que dentro de este lugar. 

Además, dada la profesión de interiorista-decorador de Alberto, todos los muebles, los adornos, los cuadros, las cortinas y hasta las sillas, están a la venta. Tiene todo una pegatina o un cordel con un cartelito con el precio, en algún lugar del objeto, rollo show-room. Su piso es su tarjeta de presentación y cuando viene a cerrar un trato o recibe a algún cliente para presentarle un presupuesto, si al cliente le gusta algo del piso puede adquirirlo en el acto, por el doble del valor que Alberto pagó por ello.

Así que no se puede tocar nada, a parte de la cama, la cocina y el baño, porque todo es muy caro y si se rompiese algo pasaríamos de estar en la ruina a algo peor.


Alberto tiene fama de tener un carácter fiero y radical para los negocios. Dicen que grita y argumenta de forma vehemente cada vez que un cliente tarda en pagarle o le aprieta un poco. Alicia dice que hay que ser como él, de lo contrario te ningunean y jamás haces dinero. Yo no sé. Cada vez que un cliente ha tardado en pagarme y me he puesto chulo, ha sido mucho peor. Algo de la forma de ser de Alberto y Alicia me atrae fuertemente, como si tuvieran virtudes que siento que están dentro de mí, deseando despertar. A la vez, esas virtudes me parecen un arma de doble filo y me causan cierto rechazo. 

Supongo que tendrá que pasar un tiempo para que esto de ser vehemente me salga natural, como a Alberto. Ayer lo intenté y no salió bien. 


Eve nos pidió que hiciéramos el Cabaret por cuarta vez en una nueva cena de empresa, el bolo tendría que haber sido hoy. Normalmente me llama a mí porque Eve también es catalana y nos entendemos bastante bien. Le dije que sí, encantado, pero que por favor nos adelantaran aunque fuera la mitad del dinero, para poder pagar a las actrices. Alicia hacía gestos delante mío mientras yo conversaba, hacía que no con una mano y me hacía el gesto de subir con la otra. Con la boca hacía muecas como diciendo: “Completo. El precio completo.” Eve me dijo que iba a intentar adelantar la mitad, entonces yo le dije que por favor intentara mejor adelantar el precio completo, porque nos queríamos ir a Barcelona per Nadal, jeje. Alicia empezó a hacer de nuevo gestos con las manos y la cara. Entonces le dije a Eve que tenía que hablarlo con Alicia y que la llamaría en unos minutos.


-Por favor, no hagas eso. 


-Es que tienes que ser firme. Dejá de hacerte el simpático. Pídele el dinero completo o no hacemos el show, a ver qué dice entonces. 


-Dirá que vale y montarán un Cabaret cutre por su cuenta. A parte de que a lo mejor nos quitan todos los bolos que nos quedan hasta Navidad.


-Pues entonces cambiamos el billete del 24 a Barcelona y nos vamos mañana. 


-Bueno, como quieras. 


Llamé a Eve, me quedé sin el bolo del Cabaret y, como me temía, sin los bolos que nos quedaban hasta Navidad así que nos vinimos a Barcelona. Le dije a Eve que aunque nos despidiera nos tenía que pagar los tres Cabarets que nos debían y me dijo que no me preocupase, que en uno o dos meses lo tendríamos todo, y que Feliz Navidad.


Así que nos hemos quedado sin la única agencia que nos daba trabajo de forma regular y gracias a ella estábamos empezando a tener incluso algo de ahorros. Ahora no sé qué va a pasar.

Supongo que tendremos que volver a empezar de cero, dicen que esta profesión va justamente de eso, ir empezando de cero una y otra vez.


Estoy en Barcelona, pasando las vacaciones cerca de mi familia, como un actor famoso. Sólo que sin fama y solo. Con un Cabaret en el que la calidad artística es algo secundario y que ahora no sabemos dónde vender. Con prisa por crecer, por despertar en mí esas virtudes que en el fondo desprecio. Y jugando al escondite con las sombras de los rincones.


Bon Nadal.

















Nochevieja en la Puerta del Sol


Madrid, dos de Enero de 2008



Volvimos de Barcelona antes de lo previsto. El día de fin de año nos cogió un arrebato al despertar y cogimos el primer autobús de camino a Madrid. Tras ocho horas de incómodo asiento y olor a culo de viejo, Alicia quiso pasar las campanadas en la Puerta del Sol y yo, aunque no estaba de humor, acepté porque es algo que había visto toda mi vida en televisión y me hacía cierta gracia. Tal vez nos enfocasen las cámaras entre la multitud y yo saldría en la tele antes de acabar el año, después de todo.


Llegamos a unos cien metros de la Puerta del Sol y es imposible avanzar un metro más. Falta una hora para las campanadas, durante la cual el espacio entre la gente se va achicando más y más, hasta que no puedes ni mover el cuerpo. Giras un poco el cuello a un lado y a otro y te encuentras con varias cabezas inmóviles, en la misma situación. Algunas se ríen y otras ponen cara de agobio. De repente, a unos veinte minutos de medianoche, la gente empieza a empujar desde atrás y es imposible quedarse en un sitio. La masa de gente se mueve a un lado y a otro, arrastrándote, por momentos mis pies se desplazan del suelo y avanzo varios metros flotando. Alucino y miro a Alicia, está agarrada a mí, con las piernas en el aire, partiéndose de risa, flotando también. 

A falta de unos cinco minutos, la gente se empieza a quedar quieta y a sacar bolsitas de plástico con uvas. Saco las nuestras del bolsillo de mi abrigo, están bastante aplastadas, le doy una a Alicia. Cae la bola del campanario haciendo sonido de cencerro de vaca. La gente empieza a gritar como loca, algunos comen uvas, otros gritan Happy New Year y algunos dicen “Aún no, aún no.”. No se oyen los cuartos ni una sola campanada porque hay demasiado ruido, me parece increíble pero es así, no se oye ni una sola campanada. Me como las uvas una por una intentando seguir un ritmo constante. La gente empieza a abrazarse como loca cuando aún me quedan uvas, miro a Alicia y está abrazando a uno, con las uvas en la mano. Me abraza un tío y me felicita el año, le abrazo y le digo que igualmente. Intento abrazar a mi novia pero está abrazando al amigo del tipo de antes, espero a que se separe y la intento abrazar, pero entonces me abraza el tipo que la estaba abrazando a ella y ella vuelve a abrazar al amigo. Pasados unos segundos de cortesía, intento separarme pero el notas no me suelta, miro Alicia, que sigue abrazando al mismo tipo, él la aprieta contra sí y la oigo reír. Empujo al gilipollas que tengo encima, para separarlo de mí. Luego le evito la mirada, no quiero pelea. Espero a que Alicia se separe un poco de su repentino amor de Nochevieja y le toco el hombro, la acerco a mí. Ella me abraza, se sigue riendo, el tipo que me abrazaba a mí me sigue mirando, rodeo con el brazo a Alicia y le sonrío. Una cosa es que no arranque a mi novia de los brazos de tu amigo y otra diferente es dejar que tú me lo impidas, cara polla. 

Le digo Feliz Año nuevo, cariño, y sólo quiero que nos larguemos de ahí. Por suerte, por decirlo de alguna forma, empiezan a llover botellas de champán y a reventarse contra el suelo. Algunas caen en las cabezas de gente, caen unas tres, cuatro, luego tres más seguidas. Protejo a Alicia con mi brazo y nos vamos de ahí en plan soldados en un bombardeo.


Mientras caminamos de vuelta a nuestro barrio, la gente va diciendo Feliz Año y hay un buen rollo alucinante en las calles. Alicia y yo no nos miramos, pienso en decirle cómo me he sentido con lo de los abrazos pero no creo que valga la pena. Ya lo hice en una ocasión, cuando pasó algo parecido el verano pasado, y estuvimos a punto de dejarlo por la bronca. Ella no quiere que se coarte su libertad de ser espontánea y alegre, yo no tengo argumentos contra eso. Dice que mientras no haga nada que pueda considerarse infidelidad, puede hacer lo que le venga en gana y tiene razón. Yo pienso eso pero también pienso que si tu pareja te dice que se siente mal con un comportamiento tuyo, y tú no puedes o no quieres modificarlo, la cosa no puede acabar bien. Yo querría un mundo libre en el que todo el mundo se abraza, baila o coquetea sin que eso signifique nada pero mi mundo no es así, a veces siento latir el corazón por el cuello y me sale sangre de entre los dientes. Pero no le diré nada, y menos después de lo de la habitación 309. Puedo ser un poco simio pero no un hipócrita.


Al llegar a nuestro barrio, Alicia recibe un mensaje de Guasa, dice que está en un garito cercano, celebrando el año nuevo. Alicia me pregunta si me apetece y le digo que sí, claro, es Nochevieja a fin de cuentas. 

Guasa es una chica guapísima con nombre de pueblo español. Es actriz y artista de circo, tiene un par de años menos que yo. Su padre es un hombre divertido y puso nombres raros a sus hijos, la historia me suena familiar y empatizamos en eso. Aunque su padre pudo apoyarla un poco más con su aventura, pagándole la costosa formación en la prestigiosa escuela de interpretación Corazza. Tengo la sensación de que algo en el aire parece emitir un sonido, cuando se encuentran nuestras miradas. 

La conocimos a través de Santiago, nos la recomendó para el Cabaret de Magic Eve y fue siempre muy profesional. Nos caímos bien pero hablamos poco, siempre habla más con Alicia. Alicia dice que es muy lista, que siempre se dirige a ella para que no se note que nos gustamos, porque se nos fueron los ojos desde la primera entrevista. Yo le digo que eso es absurdo y que la chica nos contó entre cervezas, después de un show, que es bisexual. Así que dada la bisexualidad de Alicia, también, tengo los mismos motivos para estar celoso.


Llegamos al garito y Guasa nos recibe sonriente, nos abraza, más rato a Alicia que a mí. Decido pasar de todo, me pido dos whiskys seguidos mientras sigo el ritmo de la música con el cuerpo. El garito es el típico de Malasaña, pequeño, moderno y con las paredes pintadas de forma curiosa, sólo que hoy la gente lleva sombreros de fiesta y collares de colores. Alicia y Guasa bailan, no me parece que haya deseo entre ellas. En cambio, de vez en cuando Guasa me mira de reojo, apenas un segundo, y siento que la música cambia de ritmo. 


Salimos al cabo de un par de horas, Alicia dice que está cansada y que mejor nos vamos. Guasa dice que vale, se ve preciosa con las luces de la calle. La miro antes de despedirnos como queriendo sujetar, el brillo de la noche en su cara. Ella me mira también, y algo en el aire parece sonar afinado, mientras nos damos dos besos de despedida. Miro de reojo a Alicia, y ella mira hacia otro lado.


No sé si actúo por venganza o por deseo, son las tres de la mañana y estoy medio cocido de whisky y el cava que me ha ido dando gente desconocida. Empiezo el año borracho y dudando de todo.


Feliz Año Nuevo.






























Llamadas


Madrid, once de Enero de 2008


Llevo desde que empezó el año pasando frío y esperando una llamada que cambie el color de mi aburrimiento. 

Se suponía que tendríamos un poco de trabajo en Enero con Magic Eve, yo haría de rey Gaspar y Alicia de paje, en un centro comercial donde acudirían en masa los peques de la capital, para dejar las cartas. Pero Eve me llamó para decirme que finalmente no haríamos ese trabajo, que el centro comercial lo había cancelado, y yo le dije que no era cierto, que sabía que era una consecuencia de habernos plantado con lo del Cabaret. 

Le pregunté a Eve si no era suficiente castigo habernos dejado sin las actuaciones de Navidad, que a fin de cuentas sólo obramos por necesidad, que no teníamos dinero. Me dijo que ella no castiga, que qué me he creído. Que lo único que hace es trabajar con la gente en la que puede confiar. Le dije que en nosotros puede confiar pero que si se trata de implicar a más artistas, pueden haber imprevistos como que quieran cobrar al acabar el trabajo, que es lo normal. Me dijo que eso no es lo normal, que no tengo ni idea de qué es lo normal, que los bolos de fiestas y cumpleaños se cobran en el acto pero los eventos de empresa pueden tardar varios meses. Que aún y así nos va a adelantar el dinero de los tres Cabarets que hemos hecho, como acto de buena fe por su parte, en un mes más o menos, sin poderme decir un día concreto. 

En un acto de miseria emocional, le pregunté si al menos habrán bolos de cumples en los próximos fines de semana. Me ha dicho que no, que no cuente con que salgan cosas hasta Marzo o Abril, cuando vuelve el buen tiempo y los espectáculos en los jardines de los pijos. 


Alicia no parece preocupada. Está sentada en el suelo de la buhardilla donde vivimos, en la posición del Loto, haciendo respiraciones y ejercicios de voz y canto. Le cuento la conversación con Eve y me dice que no pasa nada, que ella ya está en otra dimensión. Ha fichado por un grupo musical, porque lo que quiere es cantar y no va a esperar a que la cojan en un Teatro para empezar a hacerlo. Le pregunto si le pagan y me dice que no, pero que tienen un par de actuaciones previstas para el próximo mes. Le pregunto si son remuneradas y me dice que no, que van a taquilla y lo que salga será para pagar gastos de producción, pero que en cuanto empiece a cantar, todo fluirá mejor y la buena energía que se generará hará que no nos falte de nada.


Quiero seguir esta conversación y que acabe de la peor forma posible. Me irrita mucho que no tengamos dinero y me pregunto si en esa nueva dimensión, las facturas y la comida se pagan solas. 

Hemos tenido varias veces esta discusión, siempre acaba mal, ella dice que con mi negatividad es imposible visualizar y cumplir sueños. Yo creo que tiene razón pero con miedo es imposible confiar, y sin confianza, sin fe, no se puede visualizar. Y tengo miedo, mucho miedo de los meses de invierno que vienen, sin Magic Eve. 


Justo cuando la charla empieza a oler a pelea, suena mi teléfono. Es Meg, mi repre de Kuranda, está muy contenta porque ha conseguido que me hagan la prueba de Caras Nuevas. Me dice que será en Marzo, dentro de dos meses, que me vaya preparando. Le digo que es genial, que muchas gracias por haberlo luchado tanto. Intento poner emoción en mis palabras pero no soy ni de lejos tan buen actor, estoy enfadado, arruinado y muerto de miedo. Meg me pregunta que qué me pasa, que me nota algo en la voz, que lo ve con su tercer ojo de bruja moderna. Le digo que no se preocupe, que estaba teniendo una conversación con mi pareja sobre dinero cuando ha sonado el teléfono y que tal vez por eso. Alicia me mira con odio, se levanta del suelo y va a vestirse. 

Meg me dice que si quiero que llame más tarde y le digo que no, que el trabajo siempre va primero. Luego que si quiero quedar para tomar un café y charlar, contarle mis cosas, que ella encantada, que entre repre y actor ha de haber confianza. Le digo que tal vez un día de estos.


-Bueno, tengo una noticia que te va a alegrar. Vas a hacer una prueba para rodar una escena de una película, con Josefino Velazquez, ¿qué te parece?


Trago saliva y siento el paladar amargo, arenoso, como el poso de un café frío. Hay pocos actores que me causen rechazo. Uno es Josefino Velázquez y el otro Alfonso Cáuchez. Con Cáuchez rodé una escena en una Tv movie hace varios años. 

Me apunté a una agencia de publicidad en Barcelona para hacer castings para anuncios y, como estaba empezando, me apunté también a hacer de figurante. Hice dos o tres trabajos, no recomiendo a nadie que ame esta profesión que haga más que eso. Sirve para ver cómo va un rodaje profesional y ganar un poco de dinero pero las condiciones en las que a veces se trabaja y la mierda de trato que suelen recibir los figurantes, son tan lamentables que pueden hacer que cojas asco por este oficio. 

Así que en una de las veces, se rodaba una peli que ya estaba previamente vendida a la televisión catalana, la protagonizaban Alfonso Cáuchez y una actriz argentina no muy conocida. Se recreaba un juicio y el director dijo que yo estaría en primera línea, en el lugar de la familia del personaje de Cáuchez. Decía que tenía un aire al actor en su juventud, así que haría de sobrino o algo así, sin especificar, y en un momento de la escena tenía que cruzar una mirada de desaprobación con él, cuando el personaje del juez dictaba sentencia y le declaraba culpable. La peli se emitió un par de años más tarde y mi madre estuvo muy contenta con aquella escena.


Llegué a casa aquel día y se lo conté a Santiago, compartíamos piso por entonces. Él conoce bien todas mis fobias y filias, y se partía de risa. Me preguntó qué me había parecido como persona y le dije que lo mismo que como actor, burdo. Pero por lo menos es actor. Que sea considerado uno de los mejores y que trabaje tanto, en mi opinión denota una alarmante falta de talento de actores veteranos pero también que el tío es un currante. 

Lo de Josefino Velázquez es algo diferente, porque pasó de ser vigilante de seguridad a personaje televisivo, a base de parodiar a un humorista de éxito. Tomando prestado el talento de otro, se ganó la fama y la gloria, pasando pronto, con su anodino y ecléctico talento, a monologuista, presentador de televisión y, por lo visto, ahora también actor. Aunque supongo que en el fondo de mi desprecio, estoy yo mismo con una enorme envidia de que alguien haya pasado de la humildad a la gloria y que ése no sea yo.


-Ah, sí… Le conozco, claro. No tengo tele pero sé quién es.


Meg me da la dirección del casting y me empiezo a preparar para irme. Alicia me mira sentada en la cama. Ella puede hacer eso debido a su altura, yo no, porque la cama está en uno de los rincones de la buhardilla y si me siento en ella, me doy con la cabeza en el techo.


-¿Te parece normal decirlo eso a tu representante? No me gusta que cuentes nuestras cosas a la gente.


-No sabía qué decir, perdona. Por otro lado, ahora ya sabe que tengo novia, es lo que querías.


Llaman al timbre y nos interrumpen de nuevo. Voy a abrir. Aparecen los músicos del grupo en el que va a cantar Alicia, para ensayar en casa. Son dos, uno lleva un teclado portátil, el otro un triángulo y una especie de maracas para Alicia. Me presento y me cuentan que una vez que hayan recaudado un poco con los dos primeros bolos, los cuales van a grabar en video para promocionarse, con mi cámara de video, comprarán un vestuario elegante para actuar en la sala Clamores, que es una de las más míticas de Madrid, donde uno de ellos tiene un contacto. Y ahí sí que habrá público y recaudación, la cual repartirán a partes iguales. 

Echando cuentas mentales y siendo muy optimista en el cálculo, esto le puede reportar a Alicia unos trescientos euros de aquí a un mes y medio, como pronto. Suspiro y me encojo de hombros, pensando en mi casting. 


La cosa con Alicia está rara y prefiero no pedirle la moto. Me voy en transporte público y tardo una hora y pico en llegar. Llego a la dirección que me han dado, es un restaurante. Llamo a Meg y le digo que debe haber habido un error, me dice que no, que es ahí. Que lo han montado en plan casual, en dos salas del restaurante, en una es el casting y en otra está Josefino descansando. Si hay alguien que les cuadra mucho para el papel, Josefino sale y haces la prueba con él. Así que a tope, me dice.

Entro a la sala, digo mi nombre y me llaman rápido para entrar a la prueba. Me dicen que si sé que la escena es un bis a bis con Fino. ¿Fino? Josefino, ah, sí, Josefino Fernandez, sí, claro. Que si me parece que estoy listo para rodar con alguien de primer nivel. Me dan ganas cerebrales de cagar y les digo que sí, que ya rodé en otra ocasión con alguien de ese nivel, como Alfonso Cáuchez.

Me cuentan que el papel es muy cortito, que la escena es para un película que ya está rodada pero hay que incluir un corte por motivos de producción ejecutiva, es decir, para meter publicidad encubierta de algo y tener a los inversores satisfechos. El director es Leonardo Matón, de Zaragoza, no está contento con eso pero quiere cobrar, como todo el mundo.

El casting consistió en improvisar un rap con diferentes temáticas que te iban proponiendo. Me salió como el puto culo, no apareció Josefino ni tampoco me importó, porque aquello más que un proyecto, parecía un trámite incómodo para poder estrenar una peli que de ninguna manera iría a ver como espectador.


Llamo a mi madre de camino al metro, le cuento que acabo de hacer un casting para un película, aunque no es verdad o, por lo menos, no es como suena. Me dice que qué bien, que si me hace falta algo. Le digo que sí, que necesito mil euros hasta el mes que viene, cuando nos pagarán los Cabarets, sin poder especificar un día concreto. Me dice que es mucho dinero y que lo tendrá que pedir al banco. Me siento la mierda más grande del universo y le digo que por favor lo haga, que lo devolveré todo poco a poco.


Cuelgo el teléfono y levanto la mirada. La ciudad parece tener una niebla invisible de pena y burla. Podría pedir yo mismo el crédito al banco, si no fuera por que los números de mi cuenta llevan meses jugando a cambiar de rojo a negro, y ya me han denegado algún préstamo anteriormente por eso. Algunas personas me miran y creo por sus ojos que sienten compasión de mí. No hay carteles de “Se busca actor/actriz” ni ningún sitio a donde ir. Acaba de pasar lo que más temía al mudarme a Madrid, me he visto en la mierda y he llamado como un niño a mi madre para que lo arregle. Espero que a partir de ahora sólo pasen las cosas buenas que me imaginé.


Llego a la buhardilla moderna en la que vivo y cuyo alquiler no me puedo permitir. Al parecer el ensayo ha acabado y Alicia no está. Abro el ordenador para empezar a buscar trabajo de camarero, harto de esta farsa bohemia y de esperar llamadas.






















Camarero, por favor


Madrid, 27 de Enero de 2008



Mi currículum de camarero es cojonudo. Empecé a trabajar de eso hace cuatro o cinco años, en un restaurante catalán que tenían a medias un señor de Castilla, su mujer madrileña y la madre de ella, que era quien cocinaba y era de Extremadura. 

El jefe, César, tenía un acuerdo con el dueño de la escuela de Teatro en la que yo estudiaba. Hacían cenas con espectáculo en vivo los fines de semana, donde programaban monólogos y cantautores, además de animación durante la cena con actores infiltrados entre los camareros. Las alumnas y alumnos de la escuela hacían esos trabajos gratis a modo de prácticas y a cambio Jaume, el dueño de mi escuela, se emborrachaba ahí gratis con sus amigos, que éramos básicamente los mismos alumnos de la escuela. 

Al cabo de poco tiempo, Santiago fue el único que continuó actuando ahí, dando sus primeros pasos como monologuista, y la única camarera infiltrada que permaneció fue Montserrat, que era una maravillosa improvisadora y tan graciosa que te hacía olvidar exageradamente hermosa que era. Creo que me enamoré un poco de ella pero tenía un año más que yo y me miraba con cierta ternura, como a un hermano pequeño, así que nunca me animé a dar un paso en falso. 

A César le salía más a cuenta pagar a Santiago y a Montserrat por cada actuación que probar gente nueva cada semana porque algunos alumnos eran bastante malos. Decía también que sólo con lo que bebía Jaume, le daba para dos cómicos por noche. César y Jaume se pelearon por eso, en plan “vamos a la calle” y esas cosas que pasan a veces entre negociadores nocturnos.


Yo hice dos veces de personaje infiltrado y fue divertido, luego me enteré de que César buscaba un camarero joven al que enseñar y dar trabajo estable y presenté mi candidatura. Aprendí el oficio y rompí unos quinientos vasos, me gustaba servir y charlar con la gente. Luego acabé de estudiar en la escuela y necesitaba tiempo para mí, para intentar dedicarme a ser actor, así que dejé el restaurante y empecé a trabajar como camarero de eventos, hoteles y banquetes. Se paga bastante bien y da cierta libertad, es lo más parecido al trabajo del artista, de todos los curros que he tenido. Como los camareros de eventos suelen trabajar en sitios lujosos, yo estuve varios meses yendo a hoteles de cinco estrellas gran lujo, como el Marina de Barcelona o el Dolce de Sitges. Ahí fue donde conocí a Alicia, ella acababa de instalarse en Barcelona y trabajaba de camarera mientras buscaba caminos que recorrer como cantante y actriz. 

Luego, en diferentes convenciones y eventos de lujo, llegué a servir un canapé al político Carod-Rovira y vino tinto al príncipe Felipe y su esposa Letizia. 


-Pues si quieres empezar para probar, vente esta misma tarde con ropa de camarero y a ver qué tal te portas.


Me hablaba el jefe de personal de una antigua sidreria de la calle Fuencarral, la primera puerta que había cruzado en Madrid con mi currículum de hoteles caros y cinco idiomas, que había aprendido a chapurrear trabajando de animador turístico. 

El sitio quedaba justo al lado de mi buhardilla, los camareros eran bastante viejos y eso suele significar que no pagan mal, así que entré a preguntar y esa misma tarde pasé la prueba, el sueldo no era gran cosa pero podía cubrir mis gastos. Empecé un Jueves, al día siguiente me enteré de que en fin de semana no hay horario de cierre, se trabaja mientras venga gente y viene gente hasta las putas dos y tres de la mañana. Me quejé bastante por eso porque no era el horario que habíamos hablado y dos días después, el jefe se dedicó a darme la paliza durante la hora de la comida.


-Mira, éste es Julio. Tiene sesenta y dos años y cobra un poco más de la mitad que tú. Es verdad que hace sólo media jornada pero lleva un salón entero de doce mesas él solo y nunca se le ha ocurrido pedir un aumento. Tú acabas de llegar y sólo hablas de lo poco que cobras. A ver si tomas ejemplo de él. Esto es un trabajador.


Una de las cosas que más me molestan es que me toquen los cojones mientras estoy comiendo. Otra es que traten de tomarme el pelo con mierdas fascistas. Le dije a Julio que encantado y que tenía todo mi respeto pero que no era el ejemplo de un trabajador si no el de un señor que se aferra a su puesto para intentar completar su jubilación y que hará lo que sea por mantenerlo, como trabajar alejado del convenio sin quejarse porque difícilmente le aceptarán en otro lugar a estas alturas. Luego le dije que él, en cambio, es el ejemplo de empresario que exprime a personas en beneficio de números, que los derechos de la gente están a la venta por culpa de esa falsa ley “tanto soportas, tanto vales” que perpetuaba la gente como él. Luego le dije que eso siempre y cuando fuera empresario y aquello fuera suyo, porque un trabajador, aunque sea el encargado, defendiendo esos valores no sólo era alguien despiadado, si no además un traidor.

Las últimas frases las dije golpeando la mesa con la palma de la mano. Cuando acabé, me latía el corazón con furia y me sentí un poco mareado. Uno de los compañeros se puso en pie y aplaudió un poco, dos asentían con la cabeza y otros dos, los más veteranos, negaban. Pensé que me despedirían automáticamente después de aquello pero no, el tipo se me quedó mirando dos segundos con cara de rata loca, luego bajó la mirada y escupió aire, sin decir nada más.

Luego, durante el turno de la tarde, vino al cabo de dos horas y me dijo que no hacía falta que siguiera trabajando ahí, que no había pasado la prueba. Me pagó los cuatro días de trabajo al precio que yo había pedido de inicio y me dijo que me fuera bien, con ese carácter que tengo. No sé por qué no me despidió en el momento de la bronca, me gusta pensar que estuvo buscando una buena respuesta durante horas y que no la encontró.

Me fui a casa y le conté lo sucedido a Alicia, parecía sorprendida. Yo estaba también, bastante sorprendido de mí mismo. Le dije que no se preocupara, que uno de los camareros me había dicho de un lugar en la Gran Vía donde me contratarían seguro, si les decía que iba de su parte.


-El jefe de “perzonal” es primo mío, lo que “paza” es que yo estoy gordo y no hablo ni papa de “inglé”. Tú les dices que yo, el Manolo, te he visto trabajar y he dicho que eres bueno, que te has “io” de aquí por que te he dicho que ahí pagan mejor, que es verdad.


-Jo, pues gracias, hombre. Tal vez sí que lo haga, te lo agradezco mucho.


-“Na”, hombre… Tú no “tieneh” que estar en “zitio” como “ehte”.


De repente su cara se convirtió en la de Manolo, “El Cordobés”, al pronunciar la misma frase, con el mismo nombre y casi con el mismo acento. Pensé que podía ser una señal de la vida y fui a probar.


Al día siguiente, llegué a la dirección que me dio el simpático camarero andaluz. Es una marisquería llamada La Sirena Verde. Está ubicada en el primer tramo de la Gran Vía, rodeada de algunos de los Teatros más importantes de la ciudad y a unos pocos metros de los Cines donde se celebran los estrenos nacionales de películas. Conozco la zona de haber paseado por aquí con Alicia y de haberla acompañado a algún que otro casting de musicales. Me sobrecoge la altura y la cercanía de los edificios, parecen gigantes que sonríen apiadándose de tu tamaño. También me llega al alma la sensación de gran ciudad, las luces de los carteles y la gran cantidad de vagabundos que duermen en esta calle mágica. 


Entré con mi cv de papel en la mano, pregunté por el jefe de personal y bla bla blá. Al cabo de dos días me hicieron un contrato de prueba. Se trabajan diez horas diarias y sólo hay un día libre por semana. Se cierra a las doce todos los días. 


-Entre las propinas y el sueldo te vas a mil quinientos, mil setecientos al mes. Piénsatelo bien, por que no quiero contratar a nadie que me deje tirado a los dos meses, ¿de acuerdo?


Le dije que sí, señor, porque sé que a los jefes y coordinadores de camareros les gusta ser tratados como a generales del ejército. Pero el tipo insistió, me preguntó que cómo podía convencerle de que no sería así.


-La verdad, señor, vine a Madrid hace unos meses para intentar ser actor y no está saliendo bien. Estoy sin dinero y hay muy poco trabajo pero me encanta la ciudad y quiero quedarme unos años. Sé que si trabajo aquí un buen tiempo, podré aprender de vinos, de marisco y practicar idiomas porque la mayoría de la clientela son turistas. Ya tengo veintiséis años, si no ha salido nada ya como actor puede que nunca ocurra. En cambio como camarero nunca me va a faltar el trabajo. Y cuanto más sepa del oficio, mejor cobraré.


Como no sé mentir, omito parte de la verdad y cuento sólo cosas que sean ciertas. Todo lo que le he dicho es verdad pero la mentira es que me he rendido, que es lo que parece intuirse de mi discurso. El plan es, justamente, trabajar dos meses ahí. Luego agarrar la pasta, volver a hacer bolos de cumpleaños, hacer la prueba de Caras Nuevas en Kuranda y tal vez todo mejore. Pero no le digo nada de eso, sólo me lo quedo mirando, concentrándome en el momento en el que le tuve que pedir dinero a mi madre hace dos semanas, para que mis ojos expresen esa humillante necesidad que siento.


El tipo hace un movimiento pequeño con el cuello, acercando la oreja al hombro, como escuchando el consejo de alguien invisible. Luego asiente con la cabeza repetidamente, mirando el contrato de prueba que tiene delante, lo sella y me lo da para firmarlo. El despacho es una habitación pequeña y oscura, con tazas vacías con restos de café, desordenadas por ahí. 


Luego salgo al salón, a completar el turno de noche. Uno de los compañeros me mira a los ojos y hace el gesto de firmar en el aire, como preguntándome si ha ido todo bien en el despacho. Bromeo y le digo que sí, que enseguida le traigo la cuenta, señor. El chaval se ríe y entiende que he firmado, todo el mundo es muy discreto por aquí y eso me encanta porque parece que estás trabajando entre mafiosos. 

Después entra un señor gordo con un par de personas más y todo el mundo se cuadra como si hubiera entrado el teniente. Le reciben dos de mis compañeros con reverencias, puede que sea alguien importante, es la mejor marisquería de la ciudad y también una de las más caras.

El chaval que me preguntaba por la firma, me dice que vaya a la mesa y que preste mucha atención, seguramente el gordo pedirá arroz con bogavante, es su plato favorito. Me dice que ese plato tiene un protocolo de servicio y que debo ver cómo va.

 

El camarero toma nota de los vinos y los platos, luego va a la cocina y marcha el pedido. El cocinero empieza a preparar el arroz y a hervir agua. Después el camarero sirve el vino con su correspondiente cata, y acompaña al cliente a la gran pecera que decora la entrada del sitio. El cliente señala con su dedo de gordo a uno de los animales, entonces el camarero se pone un guante gigante de goma que hay junto a la pecera y mete el brazo en el agua. Agarra al animal señalado, el cual para intentar defenderse se queda inmóvil intentando simular ser una piedra. La estúpida estrategia de defensa del bogavante no da resultado, el camarero lo saca del agua con facilidad y lo coloca sobre un plato para que no chorree agua al llevarlo a la cocina. Podría haber intentado defenderse con sus pinzas pero las tiene selladas con gomas de plástico de fabricación humana. 

Al llegar a la cocina, el animal, vivo, es echado al agua hirviendo. Empieza a abrasarse, ese animal que no sabe lo que es quemarse, que no sabe ni lo que es el calor porque lleva la puta vida viviendo en el agua, esperando a ser señalado. Se queda quieto, inmóvil, aceptando su suerte, tratando de no empeorar la extraña y terrible sensación, de cocerse vivo. Al sacarlo del agua para empezar a cocinarlo, el animal se mueve un poco agonizando en el aire, antes de que lo partan en dos con un cuchillo que es dos veces más grande que él.


Salgo al salón y miro con odio al señor importante, me dirijo a la puerta de cristal de la entrada, pensando en largarme de ahí. Me paro frente a la puerta y veo a través del vidrio, la entrada del Teatro que queda en la acera de enfrente, abarrotada de gente que se amontona tras llenar las butacas de la enorme sala que hay en su interior. Algunas personas se quedan a esperar a las actrices y actores del caro montaje que acaban de ver. 

Vuelo con mi mente a un día en el que salí de la puerta de ese Teatro y, antes de saludar a la gente que había venido a verme, me vi mirándome desde detrás de esta puerta de cristal que ahora me separa de la vida. 

Es algo que espero que pase algún día y por eso trato de recordarlo como si ya hubiera ocurrido, porque dicen que ésa es la forma en que se cumplen los sueños.


Miro la pecera y siento mucha pena, me pregunto si tendrán sueños, los bogavantes, y si se cumplirán algún día.





















Reality Pulp


Madrid, 15 de Febrero de 2008


Al cabo de una semana de trabajar en la Sirena Verde, Alicia me llamó durante el horario de trabajo. Creo que yo seguía tras la puerta de cristal de la entrada, mirando el Teatro de enfrente.


-Estoy trabajando, cariño… ¿Va todo bien?


-Sal ahora mismo de ese sitio, tenemos un trabajo para Carnavales. Ven a casa y te cuento.


Me hubiera gustado colgar de inmediato y salir de ahí, sin más explicaciones. A fin de cuentas iba a ocurrir tarde o temprano pero quería cobrar el dinero que me debían. Así que esperé hasta acabar mi turno de noche y luego fui a casa, respirando ese olor a noche inolvidable que flota en el ambiente del centro de Madrid, a esas horas.

Alicia me contó que habían llamado de Siete Estrellas, la agencia de Educación y Ocio para la que hicimos el trabajo de los payasos con valores. Querían que les montáramos una comparsa para Carnaval. Alicia había hecho algunas llamadas y había echado cuentas, podíamos conseguir un grupo de cinco artistas y sacando una pequeña comisión de cada uno, más la tarifa por montar el show, más nuestro sueldo por trabajar también en la comparsa, obtener dinero suficiente como para pagar el alquiler de Febrero y algo más.


-Y, ¿después?- Pregunté en un estado extraño, entre la esperanza y el miedo.


-Pues después cogeremos los carteles de los shows que montamos para Magic Eve y nos ponemos a buscar otras agencias que puedan venderlos. Seguro que una cosa u otra nos sale.


No me convenció, en absoluto, pero acepté y decidí volver a la dimensión de visualizar, harto de las gilipolleces de algunos clientes pijos y del calvo del jefe, que me decía que o me cortaba el pelo o me iba a echar.


Hicimos el Carnaval y los de Siete Estrellas volvieron a estar muy contentos con nosotros. Nos hablan, al acabar el desfile de la rua, de otro proyecto medio Teatral medio educativo para Abril, que ya nos llamarán para concretar. 

La última semana ha sido un buen lío de caminar la ciudad y algunas zonas de la periferia, buscando disfraces bonitos, baratos y también fuegos artificiales, recorriendo a pie los márgenes embarrados de algunas carreteras para llegar a almacenes o tiendas apartadas, que tienen mucho mejores precios que las tiendas del centro. Pero no he presenciado la muerte cruel de ningún animal, ni me han obligado a cortarme el pelo y me alegro por eso.


Alicia y yo hemos vuelto a trabajar juntos desde casa, mandando mails y archivos por todo internet esperando recoger las redes y pescar buenos trabajos. En los carteles salimos realmente bien y parecemos bailarines profesionales. Alicia sabe bailar, yo no pero me defiendo como puedo y le echo morro. Una tarde nos llega una llamada de Charly McEnroe, un prestigioso artista escénico al que conozco a través de uno de sus libros, el cual compré hace años y tengo en mi estantería siempre a la vista para ir consultándolo. El libro se llama “Don Globo” y es el único (en España al menos) que explica la técnica de la Globoflexia con detalle, así como enseña a hacer unas cien figuras diferentes, a partir de globos alargados. Gracias a ese libro hago muchas figuras diferentes y siempre tengo recursos de emergencia en mis shows.

Charly habla con Alicia, dice que ha recibido nuestros carteles y que, acto seguido, al minuto siguiente, le han llamado de una agencia con la que colabora para que consiga a una pareja de bailarines para una gira de fines de semana, que empieza en un par de semanas. Se lo ha tomado como una señal del destino y nos ha propuesto enseguida. Nos dice que está liado con muchas cosas y que no quiere perder el tiempo haciendo entrevistas. Que si queremos, el trabajo es nuestro, habría que mandar algún vídeo a la agencia de nosotros bailando o ir a conocerles una mañana. Optamos por la segunda opción, porque no tenemos vídeo, y vamos al día siguiente a la dirección que nos da Charly. 

Durante la entrevista, nos dicen que es una gira que se va a hacer por toda España, en diferentes discotecas, se trabaja de noche, haremos entre diez y doce ciudades o pueblos.

Se trata de promocionar el nuevo ron de la marca Brugal, es la firma quien paga toda la gira, que durará tres meses. El trabajo consiste en disfrazarnos de Mia Wallace y Vincent Vega, de la película “Pulp Fiction”, y hacer una coreografía de baile con el tema principal de la película, dos veces por noche. Iremos con un coordinador, que hará de conductor y también se encargará de montar los carteles y los stands de publicidad, así como el pequeño escenario sobre el que bailaremos. Que si queremos que le ayudemos pero que nuestro trabajo es sólo bailar la coreografía dos veces durante la noche, la primera a la una y media y la segunda a las tres de la mañana. Osea, trabajaremos siete minutos por noche pero tendremos que esperar varias horas en el lugar, en algunas discotecas tendremos camerino para descansar y en otras no. 

Se encargan de todos los gastos derivados de dietas, transporte y alojamiento, el sueldo es de cien euros por noche para cada bailarín. Sería viajar y actuar en diferentes ciudades, como los artistas de verdad, eso nos hace mucha ilusión. 

Salimos de ahí con emoción de ciudades pero no está todo decidido, el primer bolo es en una discoteca de Madrid y servirá como prueba. Irá la representante de la marca en Madrid y será ella quien decida si lo hacemos bien y la gira es nuestra, o si no pasamos la prueba y buscan a otros dos bailarines para el trabajo o, mejor dicho, a dos bailarines de verdad.


Durante la semana, Alicia y yo hemos estado ensayando la coreografía con la canción, poniendo mucho énfasis en incluir acrobacias difíciles durante el baile, para compensar mi falta de ritmo y de movimientos limpios. A parte, el traje que me han dado me queda fatal, ancho, y la peluca es barata y ridícula. Alicia en cambio tiene un vestuario que la favorece y se maquilla igual que el personaje, está guapísima con los ojos pintados de negro, como joyas de zafiro decorándole la cara. 


Llegamos a la discoteca disfrazados y esperamos el momento de la canción. Luego, durante el baile/examen me siento estúpido y pesimista. Nos está mirando Charly, la chica con la que hicimos la entrevista y la representante de Brugal, junto a otras veinte personas, clientes de la discoteca, que estaban en la pista de baile pasándolo bien antes de que les apartaran, para que hiciéramos nuestro baile. No nos han puesto escenario, finalmente, al parecer se iba del presupuesto y han decidido que el baile será en medio de la discoteca, los vigilantes de seguridad se encargan de empujar a la gente y nos metemos a bailar en medio del círculo que se forma, a menos de un metro del público.

Se me mueve la peluca mientras bailo, me la voy colocando mientras trato de seguir el ritmo y de no morir de vergüenza.

Algunos miran con enfado esperando a que acabemos y otras miran la coreografía con desprecio. Pasados treinta segundos, hago gestos a Alicia para que pasemos a las acrobacias cuanto antes, harto de bailar solo, con una mano en la cabeza para aguantar la peluca. Alicia hace sus saltos sobre mí y hacemos unos cuantos portes, a cada cual más vistoso. Son los mismos que hacemos en el Cabaret, en el show de Bollywood y en el de Payasos, así que nos salen bastante bien. 

Al acabar las acrobacias, todavía queda como un minuto de canción y no sabemos qué más hacer. He adelantado el momento de los portes y eso ha hecho que acabemos antes de lo previsto. Miro a Alicia y me encojo de hombros, ella me mira y hace lo mismo. Me giro y me pongo a bailar con una chica, repitiendo los pocos pasos de rock and Roll que aprendí en la escuela de Teatro. Alicia se pone también a bailar con gente y el público acaba la canción con mejor cara de lo que empezó. 

Me fijo, al acabar, en el grupo que forman Charly y las dos examinadoras, intento leerles los labios mientras hablan ya que con la música de la discoteca no se oye nada. Noto que dicen “ella bien, ella bien” y que Charly parece defendernos, aunque asiente a todo lo que dice la representante de la marca y a casi todo lo que dice la de la agencia. 

Luego Charly se nos acerca y nos dice que no está mal, que lo que más ha gustado es cuando hemos animado a la gente a bailar, que eso va con el espíritu de la campaña. También me dice que me tengo que sujetar bien la peluca, que esto no es un show de payasos. Y que si puedo que me compre un traje de mi talla. Sí, claro, por eso hago shows de mierda en discotecas, colega, porque me sobra la pasta para trajes. Pienso eso pero no se lo digo, estoy contento porque la gira es nuestra y asiento a todo lo que me dice, como hacía él hace un momento.


Al cabo de un rato, mientras esperamos la hora del segundo pase de la coreografía, hablo con Charly de esto y aquello. Tanto él como las chicas se han tomado un par de copas y están mucho más relajados. Alicia me ha puesto unas veinte pinzas para sujetarme la peluca para el siguiente baile, me duele la cabeza y el pelo pero por lo menos no se me mueve nada.


-Pues yo tengo tu libro, lo uso muy a menudo, cuando Alicia me dijo que había llamado Charly McEnroe, no me lo podía creer.


-Ah, bueno, gracias. Hace ya quince años que lo escribí… Ahora hace mucho que no subo a un escenario. Lo último fue un certamen de artistas escénicos, que gané hace ya… seis o siete años.


Dice eso y da un trago largo del vaso de cubata, haciendo chocar los hielos contra sus labios y sus sueños. Charly hace magia, globoflexia, malabares y tiene un gran sentido del humor. No sé qué decir, no me puedo creer que alguien con tantos recursos escénicos como él, se dedique a hacer de intermediario entre artistas y agencias. Le pregunto por qué no trabaja con sus espectáculos de magia, que eso se vende mucho, y me dice que ya es mayor, que tiene cuarenta y cinco años y que los precios están reventados. Que lleva toda la vida en el mundo del espectáculo y que por eso conoce a mucha gente, así que siempre hay alguien a quien dar trabajo y de quien sacar una comisión. Además, trabajando en esto puede beber gratis por las noches, lo cual es en el fondo la verdadera razón, me dice riéndose y dando otro trago.


Charly y las chicas se van antes de las tres y media, junto a la mayoría de los clientes. Es Miércoles y es tarde, para cuando empezamos a bailar la segunda coreografía, no queda en la pista de baile nadie a parte de Alicia, yo y una señora que baila sola mirando al suelo. También están los dos vigilantes de seguridad, que se encargan de que nadie se nos acerque mientras bailamos, aunque no hay nadie.


Acabamos el baile y nos largamos, de vuelta a casa me siento raro. Hemos pasado la prueba y haremos la gira, pero pienso en Charly y me pregunto si alguna vez seré demasiado mayor para esto.

























Garrapatas y Clips


Toledo, 16 de Febrero de 2008


Vamos en furgoneta rumbo a Toledo, donde será el primer bolo de la gira para ron Brugal. Miro el paisaje de carretera que une dos de las ciudades más bonitas de España. En el cristal de delante, la autopista parece hipnotizarme, comienza a serpentear suavemente como si estuviera viva. Miro por la ventanilla y el paisaje está lleno de pequeño insectos de aspecto tétrico, varios de ellos chocan contra el cristal, intentando entrar para morderme. El cielo es blanco y las nubes tiene forma de clips pero cuando las miro se desvanecen. Miro hacia delante y veo a Alicia charlando con Mario, el coordinador, mientras él conduce. Él toca el volante con ambas manos a ritmo de percusión y ella canta. Pregunto qué canción es, no me hacen caso, Alicia se acerca a Mario mientras canta y le toca una pierna. Entonces él dice: “Espera, que cambio de marcha”. Y saca su pene, enorme y erecto, el cual manipula mientras conduce y Alicia suelta una carcajada. La carcajada me despierta y me doy cuenta de que me he quedado dormido en el asiento de atrás, durante el camino. Mario y Alicia van delante, siguiendo el ritmo y cantando una canción que yo no reconozco. Las manos de Alicia están quietas y el pene de Mario está guardado en su pantalón.


La última semana he tenido sueños raros. El último fue anoche, soñé que me mordía un león en el cuello y, al despertarme, saqué una garrapata de mi cuello con los dedos, de un tirón. La llevé a la cocina y la puse sobre la encimera, cogí una taza y la aplasté. Vomitó un charco de mi sangre tan grande como su puto tamaño. Seguía viva, trataba de escapar. La introduje en un vaso de cristal, encendí una cerilla y la coloqué en el interior. La garrapata empezó a tostarse rápido, inflándose como una bola hasta que explota y muere. Puede parecer cruel pero es una de las pocas maneras de acabar con estos seres repugnantes. Sólo funciona quemarlas o sumergirlas en alcohol, no tengo alcohol porque lo he gastado matando a otros de su especie. He leído mucho sobre garrapatas en los últimos días, tenemos la casa llena de estos bichos y mordeduras infecciosas por todo el cuerpo. Nos llevan varios millones de años de evolución, aplastarlas no sirve absolutamente de nada, ni sumergirlas en agua, ni rociarlas de ningún producto insecticida conocido. Contratamos una empresa de desparasitación a través del presidente de la escalera, porque nos dimos cuenta de que la insufrible plaga sale de unos huecos que hay en el techo de la buhardilla y entendimos que era cosa de la comunidad. 

Luego unos señores con trajes de astronauta, nos echaron de casa un día entero para fumigar pero no sirvió de nada porque el problema está en los huecos que hay entre nuestro techo y el tejado, ahí anidan palomas callejeras, que son como ratas pero con alas. Las palomas tienen garrapatas y las garrapatas han puesto huevos en todos los huecos, así que el problema volverá una y otra vez a menos que se hagan obras en la fachada para limpiar los huecos, porque los huevos no se pueden fumigar, no sirve de nada. Cuando llegue el buen tiempo será mucho peor, ya que empezarán a eclosionar cientos de huevos y entonces sí que sabremos lo que es una plaga, nos han dicho.


Me tomo todo esto como un castigo del destino. Alicia y yo sufrimos mucho para encontrar un piso que nos gustara y que fuera estratégicamente apropiado. Pareció fácil cuando lo conté pero no lo fue, tras más de una semana de búsqueda sin ningún resultado, llegamos a llorar sentados en un banco de la calle frente a la Glorieta de Quevedo, abrazando la desesperación del pobre, ya que al parecer vivir donde queríamos era algo que no podíamos permitirnos. 


Ella y yo solemos bromear con el hecho de que en la vida te puedes encontrar con muchos clips en el suelo. Es de lo más útil que hay tirado por ahí, es menos que una moneda pero mucho más que un envoltorio vacío. Te encuentras con clips si vas con la mirada abierta y estás receptivo, así que siempre que nos encontramos uno, lo celebramos como una buena señal. Porque cuando quieres cumplir tus sueños tienes que ir siempre así, atento a las cosas que tienen brillo propio y que pasan desapercibidas para la mayoría de la gente. 

Cuando fuimos a ver la buhardilla en la que ahora vivimos, yo ya no podía más. Habíamos visto ya unos cuatro o cinco sitios, de los cuales uno o dos, si bien no eran para nada gran cosa, podían servirnos para empezar y se ajustaban a nuestro presupuesto. Eran pequeños y caros pero eso parecía ser lo normal en esa zona de la ciudad y no nos querían en pisos compartidos por ser pareja. Yo pensaba que cuanto más incómodo fuera el piso en el que viviéramos, menos tiempo pasaríamos encerrados y eso sería bueno para hacer contactos y tal. Alicia lo veía diferente, dice que el lugar en el que vives ha de hacerte feliz y supongo que los dos teníamos algo de razón.

Como llevábamos ocho días seguidos, sin hacer nada más que buscar piso y éste estaba en el barrio y la zona en la que habíamos decidido vivir, antes de que subiéramos a verlo dejé caer un enorme clip en la puerta de la entrada de la calle, que había encontrado por ahí y que guardaba en el bolsillo. El piso nos gustó mucho pero el baño era minúsculo y, al ser un espacio diáfano abuhardillado, no había posibilidad de tener intimidad. 

Al salir a la calle, dejé pasar a Alicia primero y ella fijó su mirada en el suelo, abriendo la boca, con su mirada congelada directamente sobre el clip. Lo señaló y me miró, yo dije: “¿Una señal?” el día en el que mi cerebro tuvo la forma de una enorme mierda de perro. 

A veces tomábamos el hecho de encontrar un clip como una buena señal del destino, yo sabía eso y jugué con la fortuna, harto de buscar un piso que quizás no existiera. Todos los días, de 9h a 20h, nos dedicábamos a buscar pisos y a ir a visitarlos como si nos pagaran por ello. Me cansé del trabajo y ahora me tomo esto de las garrapatas como una venganza, por haber hecho trampas con la suerte.


Hemos llegado a Toledo y he salido a dar una vuelta por la ciudad, es impresionante. Escribo sentado sobre una roca, en un lugar que llaman El mirador del Valle, viendo la belleza explotar delante de mí, viajando a mil épocas por segundo, volando con los ojos sobre el río hasta lo alto del castillo y volver. 

Ha sido una buena caminata pero ha valido la pena venir hasta aquí, Alicia se ha quedado descansando y de Mario no sé nada, suele hablar más con Alicia. Ella cree que estoy celoso porque se llevan muy bien, Mario es músico, aunque menos ambicioso que Alicia, y al parecer sus gustos y sus ritmos coinciden. Claro que me amarga los cigarrillos que me fumo, que yo no puedo competir con él en eso, lo poco que sé de música lo he aprendido de Santiago o de ella. Pero no estoy celoso, estoy algo peor. En realidad, deseo que pase algo entre ellos para poder dejar de sentirme culpable. Siento ganas de confesar, abrigado por la falda amorosa de esta montaña vestida de piedra y de verde. Quiero echar mi pena al río Tajo, abrazarme a la piedra en la que me siento y erosionarla con mis lágrimas de niño culpable.


Las últimas semanas, Alicia ha vuelto a hacer que crea en ella y yo, como antes. La cosa no acabó bien con su grupo de música y decidió volver a poner energía en encontrar otra agencia como Magic Eve, para que tuviéramos trabajo. Consiguió el curro de carnavales y esta gira, sólo he tenido que ayudar en ambos casos. Nos hemos vuelto a unir bastante gracias al trabajo, volvemos a tener ese tipo de relación en la que estás tan cerca de tu pareja, que es difícil saber dónde empieza una y acaba la otra persona. Y desde esta distancia, duele como un puñal escuchar a tu novia reír con otro, de la forma en que reía contigo al principio. Y desde esta distancia, tener un secreto importante te hace sentir un alfiler en el pecho que se te clava y te duele cada vez que la abrazas.


Debo volver a la habitación para cenar y ponerme bien la peluca para el show. Creo que le contaré pronto a Alicia lo que pasó en Calella, para volver a tener el derecho de sentirme celoso y de abrazarla o para que, si quiere, que me deje. Pero creo que no le contaré nunca lo del clip, aquello fue demasiado traicionero.


Empieza a hacer un poco de frío, está anocheciendo y un velo azul oscuro estimula la vista de la ciudad, como una caricia con un guante.






































La reina de la noche


Segovia, plaza del Azoguejo, 23 de Febrero de 2008


Ayer estuvimos en Ávila pero llegamos de noche, sólo pude ver la muralla, limpia y cuadriculada, que hace que la ciudad parezca un enorme castillo. Hoy toca hacer la promoción de Brugal y nuestro baile en Segovia, así que nos hemos venido directamente desde Ávila para aprovechar para ver la ciudad. 

El acueducto romano que tengo delante, parece salir de mi pecho y llegar hasta el fin del mundo. Sentado desde aquí, puedo imaginar que es la fachada de un edificio interdimensional y, si cierro un poco los ojos, puedo ver ángeles entrar y salir por los huecos de la estructura, que son puertas a un mundo invisible de nubes y sueños. Pasan pájaros y hay brillos de Sol que forman cuadros que nunca sabré pintar. 


No tuve que confesar, Alicia se enteró de lo que había pasado en Calella cuando recibí un mensaje de la chica checa, la semana pasada. Fue increíble porque fue la misma noche en que decidí que no podía más y pensaba encontrar la forma de decírselo. El mensaje decía que volvía a España por vacaciones y que si me podría ver. Me pidió mi número de teléfono antes de que pasara nada, se lo di porque quería que pasara algo y luego me arrepentí de todo. Nunca pensé que volvería a contactarme. 

Recibí el mensaje a las once y media de la noche, Santiago es el único que suele contactar a esas horas y siempre me llama por teléfono, en vez de escribir. Alicia me preguntó quién era y, como no sé mentir, le conté lo que había pasado. Ella se puso a llorar en el suelo, mientras yo moría un poco por dentro.


Con todo, esta semana seguimos buscando una nueva agencia para vender nuestros shows. Hemos contactado con una que parece tener bastante trabajo, aunque sobretodo vende shows para discotecas y ocio nocturno. Le interesan los shows que encajen para despedidas de solteros y solteras, cosas así. 

Nos dijo que sobretodo se estaban vendiendo muchas “Drag-queen” últimamente y que si teníamos algo de eso nos podía dar trabajo para este mismo Jueves, se pagan doscientos euros por actuación.

Al llegar a casa, sacamos la maleta de los disfraces de Alicia, buscando ropa y complementos de mujer que yo pudiera llevar. Luego Alicia me hizo un maquillaje bastante bonito, compramos una peluca e hicimos varias fotos conmigo posando, de la forma más femenina que puedo. Improviso una voz que queda bastante graciosa, me dejo llevar por el personaje y consigo movimientos y algún gesto recurrente. Me faltan unos zapatos de tacón de mi talla, pero en las fotos no se ven los pies. Mandamos las mejores fotos al tipo con el que hablamos esa mañana y nos dijo que vale, que probaríamos este Jueves a ver qué tal, en una discoteca en San Sebastián. 


Me compré unos zapatos de plataforma en una tienda de la calle Montera, unas horas más tarde estaba camino a San Sebastián por la autopista, con otras cuatro personas, más o menos de mi edad, que actuaban conmigo esa noche. Dos strippers, chico y chica, y dos bailarines Gogó, chico y chica, también. Luego estoy yo, que soy el único que no se conocía de antes con el resto y genero mucha curiosidad. Es un largo camino de ida, creí que el bolo era en San Sebastián de los Reyes pero no, es en San Sebastián, Donosti, en el País Vasco, a cuatro horas y media, de curiosidad juvenil.


-¿No eres gay? Qué raro, tronco. Eres la primera Drag que conozco que no es gay.


-Y¿eres actor? ¿Cómo es eso, tronco? No he visto nunca a un actor dedicarse a esto.


-Bueno, los actores a veces también se desnudan por dinero, ¿no? No me parece tan diferente de lo que hacemos nosotras.


-Pues yo he visto en tu web que también haces monólogos. ¿Cómo es eso, tronco? Yo a veces cuento chistes y mis colegas se parten la polla. ¿Tú me ves futuro o qué?


Son muchas preguntas, no sé qué decir. Les explico que lo mío es un personaje teatral que me he creado, que como actor hago diferentes cosas que tengan que ver con actuar por dinero. Miro por la ventanilla del coche y veo la Luna Llena a través del vidrio. Froto el cristal con la uña del pulgar creyendo que puedo arañar un trozo de Luna. La conversación gira hacia las anécdotas de trabajo de cada uno. Se les ve tranquilos y alegres, ni pizca de nervios antes del show. Les pregunto que qué hacen y me dicen que improvisar con la música, con el vestuario y con la gente, que lo más importante de los shows era ser sexys, con sus cuerpos musculosos y sus tetas operadas. Me acuerdo tras esas palabras del actor porno del avión, pienso que podría encontrármelo de nuevo perfectamente, trabajando cualquier noche de esto.


El show es en una discoteca del centro de Donosti que quiere promocionarse. Cuando llegamos, nos hacen pasar a un camerino grande que compartimos, las chicas se ponen sus vestidos de cuero sexy, los chicos hacen flexiones y se ponen aceite en los músculos. Yo me visto de Diva-D, la reina de la noche, con la ropa de mi novia y me maquillo con torpeza. Al acabar, todos me miran con incredulidad mientras susurran cosas entre ellos. El dueño del garito me mira de arriba abajo y se tapa la boca con la mano.


-Tú no eres una Drag Queen, eres un tío disfrazado de tía.


No sé cuál es la diferencia pero entiendo que el cliente no parece satisfecho. Le hago una demostración del personaje, poniendo mi voz de mujer. 


-No soy un tío, soy Diva-D. D de divina, I de irresistible, V de viciosa, A de artista, guión y otra D, de disexual.


El tipo se ríe y abre los brazos con las palmas hacia arriba, como preguntándose si le estoy tomando el pelo o qué. Luego niega con la cabeza y pregunta a los demás si están a punto. Salimos a la pista hacia la una y media de la mañana, unos bailan en plan sexual, otros empiezan a desnudarse y yo empiezo a hablar con la gente del lugar, exagerando mucho mis gestos, tratando de hacer reír a todo el mundo para compensar mi pinta de simio con un pinta-labios.


Horas más tarde, ha amanecido y sólo quedamos en el coche la chica stripper y yo. Ha llevado a todos a la puerta de su casa, para compensar que nos hemos pasado dos horas parados en la autopista por culpa suya. Nos ha parado la guardia civil para un control anti-terrorista, como suele pasar cuando vienes en coche del País Vasco de madrugada. Ella, en vez de cooperar, se ha puesto chula y desagradable con los agentes, así que nos han hecho sacar toda la ropa de las maletas para comprobar que no llevábamos bombas.


-Abra la maleta y vaya diciendo en voz alta todo lo que contiene.


-Claro, agente. Sujetador, medias, vestido, maquillaje, zapatos de tacón,…


-¿Qué es esto? ¿Una broma? ¿Es ésta su maleta, caballero?


Le dije que sí, que perdón, que veníamos de un show en una discoteca y que yo era la Drag Queen. Otro agente que miraba, se estaba partiendo de risa con el asunto y le caí bien. Me dijo que sabía que no éramos terroristas, pero que cada vez que la chica faltaba el respeto a un agente, suponían treinta minutos más de registros y esperas. Le pedí a la chica que se calmara por el bien de todos y nos fuimos al cabo de dos horas.


Mala, así decía llamarse, me contaba que se había quedado con las ganas después del show. Que no le gustaba irse a la cama cachonda, que si no me había dado cuenta de que en un momento, antes del show, ella y Alfonso, el chico stripper, habían desaparecido juntos. Le digo que sí y me dice que es porque han ido a ponerse cachondos al baño, que así a él se le pone dura y luego se pone una goma en la base del pene, para que se le mantenga el tamaño de la erección durante el show. A ella le viene bien por que se le ponen los pezones duros y así se le ven los pechos más bonitos, dice, además de que cuando está cachonda baila con más ganas y mejor actitud. Alfonso tiene novia y la cosa nunca pasa de ahí, la novia lo sospecha pero la alternativa es acompañar a su novio a todas las actuaciones, para ayudar a que él salga a punto, así que hace la vista gorda con eso. 

Mala me dice que le da igual por que ella es lesbiana pero que yo le he dado mucho morbo con mi personaje. Que vive cerca de ahí, que podemos ir a su casa a charlar. Le digo que tengo novia, que no le voy a volver a poner los cuernos. Me dice que no hace falta, que en el baño se la ha chupado a Alfonso y ha parado justo cuando él iba a terminar, para no arruinarle el show. Así que no hace falta que lo hagamos, sólo quiere chupármela hasta que me corra en su boca, se ha quedado con ganas de tragarse la leche.


-¿No te pone cachondo que te hable así? A cualquier tío esto le volvería loco.


-Perdona, es que a mí una mujer bonita con un lenguaje vulgar, me descoloca.


-¿Te parezco una mujer bonita? 


-Mucho, eres un sueño. Pero no puedes tragarte mi leche, lo siento.


Ella se ríe y sube la radio de su coche. Desbloquea las puertas y abro la mía para salir.


-Eres muy gracioso. Tú te lo pierdes. Adiós, muñeco.


Llego a casa y Alicia está despierta, sentada en el sofá mirando la pared. Me pregunta muy seria si ha vuelto a ocurrir algo con alguna chica y le digo que no, por Dios. Le cuento lo de la guardia civil y que el show ha sido en el País Vasco. Me mira como si no me creyera y me muero de la rabia. Le digo que podría estar tirándome a otra ahora mismo, que una de las strippers me ha ofrecido chupármela y le he dicho que no. Ella me dice que si soy gilipollas o qué, que para qué le cuento eso. 

La verdad es que no sé qué decirle, la mirada de Alicia ha cambiado desde el Sábado pasado y nada de lo que haga o deje de hacer, parece que podrá remediarlo. Ha cambiado a algo que es peor que el odio, donde había amor ahora hay sólo dudas y pena, ni ella ni yo nos merecemos un amor de segunda categoría. 


Pensando estas cosas, alzo mi cabeza y veo de nuevo el acueducto que parece una obra de arte hecha por el hijo de un Dios. Pienso en nuestras tuberías y me pregunto qué quedará de bonito cuando nuestra civilización sea recordada. 

Me siento pequeño, pasajero y, a la vez, dueño de los problemas más importantes del mundo.































Un nuevo comienzo


Madrid, 23 de Marzo de 2008


Es Domingo y todo está tranquilo. La casa parece diferente sin Alicia, ella se ha ido a Barcelona a ver a su hermano por semana santa, dice que necesita pensar. Creo que cuando vuelva me dejará y todo lo que viene a partir de ahora me parece bastante incierto. 


Hemos hecho ya unas cuantas ciudades con la gira de Brugal, es divertido y sencillo pero son sólo dos días de trabajo a la semana. Alicia encontró una nueva gira, esta vez por colegios y centros de primaria de toda la comunidad de Madrid, con nuestro espectáculo de payasos. El proyecto se llama “English Fun”, lo lleva un brasileño que no habla una palabra de inglés pero que tuvo una gran idea hace diez años, que es el tiempo que lleva haciéndose la gira por coles, cada año con artistas nuevos. Se hacen cinco espectáculos diferentes, este año hay un mago, un malabarista, una cantante, dos actores y dos payasos, Alicia y yo. Los shows son en inglés y duran veinticinco minutos, se hacen cinco pases por mañana, en cinco aulas distintas del colegio, con las sillas y las mesas distribuidas como en un teatro a la italiana. Entre lo que nos pagan en un sitio y otro, tendremos por fin un sueldo decente y dos o tres días libres por semana, con trabajo hasta Junio. 


Alicia lleva una semana buscando piso sin parar, ha encontrado algo a dos calles de aquí. Está harta de las garrapatas, dice, y de no poder cerrar una puerta para depilarse tranquila. Por lo visto es más fácil encontrar cosas interesantes en esta época del año que en Septiembre, cuando viene todo el mundo a probar suerte. 

Yo he pensado en darle una última oportunidad a este piso, tal vez ahora que voy a ganar un poco más de dinero, pueda quedarme aquí solo. Sé que Alicia volverá de Barcelona decidida a dejarlo y que se mudará al piso que ha encontrado, por eso he preferido quedarme para intentar sellar todos los huecos del techo, porque si consigo detener la plaga, este sitio podría ser mi hogar aunque me recuerde siempre a ella.


Acompaño a Alicia a la estación y, al volver, me encuentro al presidente de la escalera en el ascensor. Dice que ha puesto en conocimiento de la comunidad nuestro problema con las garrapatas, algunos vecinos no están conformes con los elevados gastos que supondrían las obras en la fachada para solucionar el asunto, así que no puede hacer mucho más. Que hable con la propietaria o que busque un abogado. Voy a una ferretería y compro un material de poliuretano, lo aplico en todos los huecos del techo y se me queda pegado a la piel. Leo en el bote “Usar siempre con guantes”, demasiado tarde. Cuando he acabado con el techo y con dos capas externas de la piel de mis dedos, empiezo a fregar y limpiar con desinfectante todos los rincones del piso, para eliminar cualquier rastro de bichos.


Llevo todo el día trabajando en esto, sin darme cuenta de la hora que es. Creo que he hecho un buen trabajo. Aparece Santiago por sorpresa, llama al timbre, está de fiesta por mi barrio y pasaba por aquí a ver si me apetecía apuntarme. Le abro y sube.


-¿Qué haces fregando el suelo a la una de la madrugada? ¿Estás borracho?


-No, nen, es que tengo una plaga de bichos, pero creo que ya está. ¿Cómo estás?


-Bien, moderadamente. ¿Y Alicia? 


-Está en Barcelona por semana santa, necesitaba pensar.


-Pero si aquí se piensa muy bien. Ah, vale, le has contado lo de la checa, ¿no?


Le digo que sí y que creo que no duraremos mucho. Luego me pregunta por una actuación que me pasó el Jueves pasado, en un bar con espectáculo en vivo. El dueño del garito le ha contado que fui disfrazado de mujer, que no estuve mal pero que fue una cosa bastante rara, porque la gente esperaba un monologuista. Le cuento que estoy probando un personaje nuevo, una drag-queen, con la que espero trabajar mucho y ganar doscientos euros por bolo. 


-Muy bien pero los ensayos hazlos en tu casa, cabrón. Le he tenido que decir al dueño que estás loco y que eres uno de esos artistas “Dalinianos” a los que les da por hacer cosas raras que, la verdad, mentira no es.


Me parto de risa imaginando a Santiago defenderme delante de un cliente, intentando echarme una mano con la comedia y yo haciendo cosas que nadie entiende. Le pregunto si un travesti no puede hacer monólogos o qué, que qué pasaría si yo quisiera hacer un homenaje a esos artistas bohemios de la dictadura, que actuaban de noche en cabarets clandestinos disfrazados de flamenca, y eran perseguidos por la ley de vagos y maleantes.

Santiago me dice que todo tiene un límite, que en el stand-up de este país hay muy pocas mujeres y que lo que se espera cuando se contrata un monólogo no es una “performance” si no un señor amable que cuente cosas graciosas. Luego, que vayamos a tomar una cerveza al Penta y a echar unos bailoteos. Antes de que yo conteste, él se ríe y niega con la cabeza, anticipando mi respuesta negativa. Luego me dice que está trabajando en una sala de Teatro que queda un poco apartada del centro, los fines de semana. Tal vez puedo ir a verle un día y luego hablar con el dueño para actuar ahí con el personaje teatral este que me he montado. Santiago sigue queriendo ayudarme y, de no ser por él, creo que estaría pensando seriamente en volver a Barcelona.


-Muchas felicidades, es la primera de muchas, seguro. Y el Miércoles te quiero a tope en la prueba.


Era Meg, de Kuranda, tras confirmarme mi primer trabajo como actor de publicidad en un rodaje para la televisión, el Martes pasado. El casting no fue especialmente bien, pero al parecer tengo cara de pillo cuando me río y eso es exactamente lo que quería el director del anuncio. Así que fui a hacer el trabajo y en el coche, durante el trayecto de ida, coincidí con Iratze, una actriz vasca algo más joven que yo, que también participaba en el rodaje. 

Ella es actriz de Teatro, sobretodo, pero el Teatro no da para vivir y hay que hacer más cosas, claro. En Kuranda le dijeron que podría hacer publicidad pero que no la considerarían como actriz de ficción, igual que a mí, pero aún y así lo intenta, como yo. Le van a hacer la prueba de Caras Nuevas mañana, a mí también. Hablar con ella es alegre y estimulante, conectamos de una forma especial y decidimos hacer la prueba juntos. Me pasa el texto de su escena y yo le paso el de la mía, luego llegamos al plató para el rodaje y empiezan a tratarnos como a gente famosa.


Al día siguiente hicimos la prueba en la agencia y fue bien. La escena, qué casualidad, era una discusión de pareja acerca de una infidelidad y no tuve que actuar ni un segundo, sólo aprenderme el texto e imaginar que Iratze era Alicia, para pedir perdón y decir Te quiero de una forma que yo nunca sabría. Meg entró en la sala para ver la prueba y me felicitó de verdad, dijo que había sido emocionante.


Al día siguiente recibí la enhorabuena por haber pasado la primera prueba. A Kristine, la jefa y fundadora de la agencia, le había gustado mucho mi trabajo y quiere estar personalmente en la prueba final, de aquí a dos meses, para ver qué tal me desenvuelvo con un texto cómico. Si lo hago bien, entraré ahí, donde están los mejores. 

Pregunté por Iratze y me dijeron que lo había hecho muy bien, pero que no estaban tan interesados en su perfil y que no había pasado a la siguiente fase. Sentí mucha pena por ella y luego traté de no amargarme, ya que las noticias para mí eran buenas.


Siento de algún modo que estoy en el principio de algo, pero todo pasa tan rápido que no tengo tiempo de procesarlo. Le digo eso a Santiago, él apura su cerveza de lata, eructa, la estruja con una mano y se va a perderse en la intensa noche de la ciudad. Antes de salir, mira a un rincón de la cocina con el ceño fruncido.


-Hostia, ¿qué es eso?


Dice mientras apunta con el dedo a la pared, señalando una enorme puta garrapata.




























Palacios sin futuro


Madrid, 12 de Mayo de 2008


“Soy el silencio sordo al subir al escenario. 

Soy el aire de la respiración, antes de que digan “Acción”. 

Soy el espacio vacío entre el avión y el mundo. 

Soy el tiempo perdido soñando otra vida. Soñando otro cuerpo. Soñando otros sueños.

Soy solo tuyo. Tuyo, si quieres. Soy el ojalá, de que lo quieras.”


Escribo con la puerta del balcón abierta, porque empieza a hacer calor en esta época del año. Oigo voces de la calle, una madre reprende a su hija en voz alta, la niña protesta emitiendo un sonido entre el grito y el llanto, sin acabar de pronunciar una palabra clara. Luego las madre grita: “-Levántate del suelo.” y al cabo de dos o tres segundos, se oye un chasquido que recuerda a una bofetada.

Trato de centrarme en escribir y disfrutar del poco aire que va entrando, a este segundo piso, exterior, en el que vivimos desde hace una semana. Está en la calle Velarde, paralela a la calle de la Palma, donde está la buhardilla de las garrapatas. Hemos hecho la mudanza andando, bueno, la he hecho sobretodo yo para intentar compensar con fuerza bruta, mi total ineptitud en la búsqueda. 

Ha sido difícil, ni siquiera estaba seguro de si me mudaría aquí con Alicia o no, ya que ella decidió poner fin a lo nuestro al final de la semana santa, tal y como me temía.

Alicia me ofreció que podíamos compartir piso hasta que yo encontrara otra cosa, ya que no pude acabar con la plaga y también es lo más cómodo porque la mayoría de cosas del piso las tenemos a medias. Además, aún trabajamos juntos casi todos los días en la gira de coles con el “English Fun” y en la de los findes con “Dominican”, hay actuaciones hasta Junio así que hemos instalado una especie de tregua, peligrosa y confusa, que debe durar hasta el verano. 


La nueva casa está bien, es igual de pequeña que la buhardilla pero el techo se mantiene a una altura constante, el precio es el mismo, ochocientos cincuenta euros al mes. Desde la puerta de la entrada ves una pequeña habitación, que queda enfrente, y hacia la izquierda queda el resto del piso, en forma tubular, con un pasillo, la cocina, el salón y el balcón exterior, todo seguido en un mismo ambiente. Luego hay otra habitación, un poco más grande que la anterior pero sin ventana, con un pequeño respiradero sobre la puerta, que da al salón, como medio de ventilación. El baño es tres veces más grande que el del anterior piso, aún y así es pequeño. 

Tengo mis cosas en la habitación pequeña, aunque Alicia y yo dormimos en la misma cama desde hace varios días. Son cosas de la tregua o bien, como dice algún amigo, la estamos cagando y mucho. 


Las semanas se las llevan las actuaciones en los coles y los viajes del fin de semana, aunque los últimos bolos han sido en pueblos bastante feos, con discotecas de borrachos y paletos, así que no ha valido la pena escribir nada sobre esos lugares. Alicia ha vuelto a hacer castings para musicales, a ir al gimnasio y a buscar colaboraciones para cantar. La veo fuerte, parece haberse quitado un peso de encima. 


El trabajo de payaso en inglés es muy divertido. Soy feliz cuando llego a un colegio por las mañanas, con el resto de la compañía de artistas, y los niños y las niñas saltan de alegría mientras gritan: “-¡El Circo, El Circo!” También cuando atravesamos carreteras al amanecer para conocer nuevos lugares en los que nos pagan por ir y divertirnos, con nuestros shows. Soy un hombre completo cuando llega la hora del descanso en el trabajo y nos juntamos el malabarista, la cantante, el mago, el payaso y todos los demás, tomamos café, fumamos, charlamos de actualidad y luego volvemos al trabajo, como auténticos obreros, como obreros del arte. 

Sin embargo arrastro una pena dolorosa desde hace unos días, no es sólo por Alicia, la segunda prueba en Kuranda no fue bien, no me seleccionaron.


-Tienes algo especial pero todavía tienes mucho que mejorar. Ahora no estás preparado para que te represente. Estudia en la escuela Corazza y dentro de un año vuelves a verme, a ver qué tal.


Eran palabras de la boca de Kristine, la gran jefa. Me lo tomé mal, aunque la verdad es que no me había preparado bien la prueba. Me pilló con la ruptura, la mudanza y además la persona que me daba la réplica no era alguien con talento, como Iratze, si no un cómico del Triskel al que lié para que me hiciera el favor de acompañarme.


-Yo ya he estudiado para ser actor, tres años, en Barcelona. No tengo dinero para pagarme la formación en esa escuela, lo siento.

Kristine, después de cerrar los ojos y respirar en silencio un segundo, como si hubiera oído una insolencia por mi parte, me dijo que le pidiera dinero a mis padres o a quien fuera, pero que un actor no puede dejar nunca de invertir en sí mismo, y adiós. 


Volví a casa malhumorado y perdedor. Hacía semanas que Meg me insinuaba cosas parecidas, que si un curso con alguien de Los Ángeles que venía a Madrid, por trescientos euros, que si una sesión de fotos con alguien muy top a quien ella conoce, a cincuenta euros la foto, que si esto que si lo otro, todo muy caro. 

Todavía debo dinero a mis padres por el crédito que les hice pedir hace unos meses, el cual voy devolviendo como puedo, mes a mes. No tengo suficiente dinero como para convertirme en un buen producto y, al parecer, no tengo el suficiente talento como para que alguien quiera pagar ese dinero por mí. 


Al día siguiente, me llamaron de una pequeña productora audiovisual llamada EHS televisión. Me dijeron que habían recibido mi material por internet, que estaban interesados en mi faceta de actor y presentador. Fui a la entrevista y era en el plató donde se graban los videos que hacen, fue rápido, les gustó mi imagen y empezamos al día siguiente. 

Aunque los platós quedan a una hora del centro de Madrid y tengo que llegar en transporte público, me pareció una suerte increíble y un empujoncito del destino después de la negativa de Kuranda. Al día siguiente, fui una hora antes para el maquillaje y para hablar de las condiciones. Se graban cuatro vídeos por jornada y pagan cincuenta euros el video, doscientos euros por día que se pagan en el acto, con los derechos de imagen incluidos. Me dicen que me verá poca gente, que las emisiones son a partir de la una y media de la madrugada, son videos cortos y se emiten muchos diferentes por noche. 

El canal consiste en vender productos defectuosos a precios muy altos, mayormente a personas mayores jubiladas, con insomnio y con dinero que malgastar. Digo que sí porque tengo que ahorrar para mudarme por mi cuenta, aunque me doy cuenta de lo que voy a hacer. 

Mi abuela fue estafada en una ocasión por esta misma cadena, al comprar un aparato que emitía una luz, que prometía ahuyentar a las cucarachas pero que no servía para nada.

Antes de que tenga tiempo para pensarlo bien, y con el largo verano que se avecina, empiezo a vender a la cámara una fregona de vapor rota, una faja de abdominales inútil y un blanqueador de dientes que no funciona.

Volví a casa arrastrando los pies, chutando piedras y, sin embargo, feliz por trabajar de lo mío. 


Pienso en Kuranda, en Alicia, en este nuevo piso, en el English Fun, que acaba en Junio, en mi monólogo de stand-up, que tengo casi olvidado, y me pregunto si sólo estoy levantando castillos que albergan palacios sin futuro.


































Lluvia horizontal


Trayecto Ave Barcelona-Madrid, Lunes frenético, 9 de Junio de 2008


Miro el paisaje y veo la lluvia a través de la ventanilla de mi asiento, como tanto me gusta,

pero nada es como siempre. El tren viaja a trescientos kilómetros por hora, deformando

el paisaje lejano, como en un cuadro impresionista. También hace que las gotas de lluvia

que chocan contra el cristal, se deslicen en horizontal como si estuvieran en medio de un

huracán.

Se deslizan varias gotas a la vez por el cristal, dejando pequeños rastros de agua

horizontal, en lo que parece una carrera de espermatozoides transparentes.

Apuesto por una gota de agua y pierdo, justo antes de llegar al otro extremo del vidrio, le

ha caído otra gota de lluvia encima y la ha hecho desaparecer, así que ha llegado antes la

que venía justo detrás. Es la vida, a veces pasa algo que lo cambia todo cuando menos

te lo esperas.

He perdido la apuesta, así que me tengo que pagar un café en el bar del tren, me levanto

de mi asiento y voy al vagón de la cafetería, pensando en éstas y otras tonterías, con las

que llenas el rato cuando viajas solo.

Hace sólo dos horas, hacía sol en Barcelona y yo caminaba por la Rambla de Santa

Mónica mirando el mar, charlando de cosas profundas con los leones de piedra de la

estatua de Colón. Estaba haciendo tiempo antes de una prueba para una película, una

producción catalana que quiere contar con actores no conocidos. La prueba me la pasó

Meg, dice que va a intentar darme todo aquello de lo que se entere, aunque no me

representen oficialmente como actor todavía. Dice que la oficina es pequeña y que todo el mundo se entera de todo, así que me puede conseguir algunas pruebas, mientras insiste en que me haga unas fotos nuevas de cuatrocientos euros y unos cursos de interpretación de seiscientos.

No ha salido bien el casting, parece que es verdad que necesito algún curso. La directora

del proyecto me pedía que bajara la intensidad de mi actuación y no sabía ni de qué me

estaba hablando. Ya me ha pasado lo mismo en algunos castings de publicidad, con

algunos directores, dicen que parece que estoy actuando en un Teatro, que el trabajo

para la cámara es mucho más sutil y delicado. Pues no sé, me enamoré de esta profesión

encima de un escenario y supongo que los tics de trabajar de payaso tampoco ayudan.

Me he gastado en ir y venir en el mismo día, para la prueba, lo que vale media sesión de

fotos buenas. No ha sido buena idea pero supongo que lo volvería a hacer una y otra

vez, porque siempre todo puede cambiar de un día para otro, en esta profesión.

Quería demostrar a Meg que no tengo problema en gastarme el dinero, si veo que el

riesgo vale la pena. También me da menos vergüenza hacer un casting que posar pero

eso me lo guardo para mí. Mañana tengo que estar en Madrid para el “English Fun” y no

he encontrado nada más barato. No he avisado a nadie de que venía y me he sentido

como un turista en mi propia ciudad, haciendo tiempo paseando por las calles del Borne

y comiendo sandwiches en un banco del parque de la Ciutadella.

Tendré que ahorrar un poco para poder invertir en mí mismo, como me dijo la jefa de

Kuranda pero lo veo difícil porque esta semana acaba el “English Fun” y la gira de

Brugal acabó hace ya dos semanas.

Lo único que hay de trabajo a la vista es una nueva gira para este verano. Tiene buena

pinta, trabajaré como presentador y está organizada por la cadena de Radio Los 40 principales. Lo malo es que empieza a mediados de Julio y no se cobrará

hasta Septiembre. Así que lo poco que he ahorrado estos dos meses será para pagar mis

gastos hasta entonces, porque me tengo que buscar una habitación para vivir solo y una

mudanza, por pequeña que sea, siempre cuesta dinero.

Pienso en la lluvia que moja el tren y me humedece el alma, me acuerdo de cuando nos

mudamos a Madrid, también llovía, y de otras muchas veces en mi vida en las que la

lluvia ha aparecido para decorar, un momento importante o bonito.

Alicia viajará a Argentina la semana que viene, durante un mes, a ver a su familia y

gestionar una propiedad que ha comprado su hermano Alberto, el millonetis. También

le ha pagado el billete, así que volverá justo el día en que empezamos la gira, a mediados

de Julio. Hicimos el casting juntos ya que pedían presentadores y cantantes, y a ella

también la escogieron.

La lluvia parece una cortina que cubre mi futuro y no me deja ver lo que está por venir. Ella me confesó que tenía pensado reencontrarse en Argentina con su primer amor porteño, ya que era la única persona que nunca la había decepcionado o puesto los cuernos.

Apuro mi café y llamo a Guasa, ella no espera mi llamada para nada pero yo no quiero

esperar a que Alicia esté con otra persona, para empezar a rehacer mi vida.

No ha sido buena idea, el tren viaja tan rápido que la cobertura es imposible y la

conversación resulta estúpida. La llamo para hacerme el interesante, en plan, vuelvo de

Barcelona, de un casting y me aburría en el tren pero ella piensa que la llamo para un

Cabaret y me pregunta qué día. Le digo que no, que qué tal, que sólo llamaba para

saludar, a ver qué tal le iba el año porque no nos hemos visto desde Nochevieja. Ella me

dice que se corta y que no ha escuchado lo que he dicho desde saludar, aunque parece

que le hace cierta ilusión mi llamada. Cuelgo y le mando un SMS, le digo que perdone la

mala cobertura y que qué tal, que estaba viajando de Barcelona a Madrid y me he

acordado de ella al pasar por un pueblo con nombre de chica, aunque no es verdad.

El tren va devorando el paisaje borroso. Ha dejado de llover y los cristales de las

ventanas se empiezan a secar rápido. Levanto la vista de mi libreta, veo a una guapa

pasajera con unos cascos en los oídos que me mira mientras escribo, y parece como

adivinando algo.



























Orgullo hetero


Madrid, Domingo boca pastosa, 13 de Julio de 2008


Es Domingo y tengo resaca, la casa está en silencio a excepción de los gemidos y los

ruidos de cama de mi vecina y su novio, que suenan contra mi pared y me hacen

cosquillas en la sangre.

Miro alrededor, es la clara imagen del piso de un tipo heterosexual soltero. Hay cervezas

vacías y ropa por todas partes, muchos platos por fregar y ceniza por el suelo. Alicia

vuelve pasado mañana, debería recoger y limpiar un poco. Espero que no llegue

contándome unas grandes vacaciones porque las mías han sido aburridas de cojones,

aunque han pasado algunas cosas increíbles.

He echado de menos Barcelona por primera vez porque allí, si tienes vacaciones y no

tienes dinero ni muchos amigos, puedes ir cada día a la playa y eso al menos es algo.

Aquí está el parque del Retiro, que vive en un constante bonito día de Domingo, hay un

lago grande pero, qué quieres que te diga, sin el mar no es lo mismo.

Hace un mes, fui a ver a Santiago a la Janagah, donde trabaja algunos fines de

semana. Se le ve cómodo en escena, la gente ríe y noto como él aprovecha los

momentos álgidos de risa para colar algún chiste que está probando y ver qué tal

funciona. Me parece buena idea, el público del Triskel es bastante joven pero la media

de edad en los locales donde se contratan monólogos es de treinta a cuarenta. Las edades en esta sala se acercan más al público nocturno de los locales, aunque hay

incluso algún niño de nueve o diez años en el pase de Santiago.

Estar programado en una sala, aunque quede un poco apartada del centro, te deja en

buen lugar como artista y entonces es más fácil conseguir actuaciones en locales.

La sala Janagah programa, entre otras cosas, monólogos de humor, pero no especifica

el nombre del artista hasta el mismo día, así que si alguien no puede ir, puede cambiar a

otra persona sin problema. Así que es muy cómodo trabajar ahí ya que, si te sale un bolo

a caché, lo coges y ganas más y, si no, al menos ese día tienes la mitad de la

recaudación de la taquilla que no es gran cosa pero es algo, unos cincuenta euros.

Ahora el dueño, Marcelo, está buscando algún artista que ofrezca algo un poco diferente.

Santiago le ha hablado de mí y de Diva-D, hemos quedado en conocernos y hablar de

ello después del show.

Acaba la función y la gente aplaude, salen rápido de la sala y yo me quedo ahí, solo,

sentado en mi sitio a esperar a que baje Marcelo. El silencio en una sala de Teatro no

existe, son más bien todos los sonidos del mundo, a punto de ser escuchados.

Marcelo es actor y bailarín, aunque está retirado por un accidente de moto, hace años,

que le dejó cojo de una pierna. Es hijo de un representante de artistas que presume de haber trabajado con cómicos célebres como Marujita Díaz y Eugenio.

Me pregunta si tengo una hora de show con Diva-D, le digo que no, que media hora, por

que la otra media son recursos cabareteros que puedo hacer en un local nocturno pero

que pueden quedar poco elegantes en una sala de Teatro, especialmente si puede que

vengan niños.

Le gusta mi sinceridad y me mira con aprobación, asintiendo nerviosamente. Me dice que

me podría buscar un cómico con el que llenar la otra mitad, que eso supondría dividir el

poco dinero que se cobra pero que podría empezar la semana que viene. Que piense en

que viene gente muy diferente, que me puede servir de promoción y blablablá.


Le digo que vale, quiero ver qué tal funciona mi personaje en un escenario de Teatro.

Hasta ahora he hecho el bolo de San Sebastián, el del garito que me pasó Santiago y una

despedida de soltera, sin acabar de encontrarle la gracia.

El Miércoles siguiente fui al Triskel y se lo comenté a un compañero cómico que también

está empezando, no tiene más de media hora de material y le interesa promocionarse un

poco. Es catalán y, si bien no somos amigos, nuestros intereses ahora van unidos y hay

cierta simpatía. Se llama Pau y tal vez sea un tímido como yo, de esos que parecen

bordes. Él fue quien me acompañó a la prueba de Caras Nuevas de Kuranda y si bien

no me trajo suerte, ahora no nos jugamos gran cosa. Es verano y apenas hay trabajo, algo hay que hacer aunque sea para no perder el ritmo.

El Sábado siguiente actué con Pau ante unas veinte personas en la Janagah y aunque

aplaudieron y rieron, seguí encontrándome raro tras el vestido y la sombra de ojos. Pau

me dice que cree que la gente echa de menos cosas relacionadas con la homosexualidad, porque estamos en las semanas del Orgullo gay, lo cual en Madrid es

todo un acontecimiento internacional. Le digo que puede que tenga razón pero que el

texto que tengo es el que tengo y me encojo de hombros, mientras me paso unas veinte

veces por el ojo, una toallita húmeda.

Al salir de la función, decidimos ir a tomar una cerveza a mi barrio, está todo el mundo de

fiesta por ahí, queda muy cerca del barrio de Chueca, epicentro mundial del Orgullo gay.

Nos encontramos con Orli y un amigo de ella, ella me abraza y me da un beso en el

cuello, él viene y nos abraza a los dos, parece que han bebido un poco.

Orli es la chica que se encargaba del karaoke en el “English Fun”, es cantante, Argentina

también, por lo que ella y Alicia se han hecho amigas, suele pasar bastante tiempo en

casa. Pau me dice que se va a ir pronto, confirmo que es un tímido de la vida y le doy un

abrazo, la semana que viene más, sí, claro. Nos vamos del garito al cabo de un rato y

acabamos en una plaza, sentados en el suelo, el amigo de Orli saca una pieza de costo y

comienza a liar un canuto, en esta ciudad libre como un pájaro silvestre.


-¿Y Alicia? ¿Por qué no la llamás? Ahora son las nueve y media en Argentina. Dale,

llamala, llamala y le mandás un saludo, o mejor me la pasás. Dale, dejame el

móvil.


Orli coge mi teléfono con descaro y busca el contacto de Alicia. Antes de llamar, me mira

a los ojos como esperando reacción, porque es una llamada cara. Me encojo de hombros

y llama, me gusta hacerme el tipo adinerado con ella. Las veces en que quedamos los

tres, suelo pagar yo y noto que le gusta que me haga el caballero. Dice que es una chica

chapada a la antigua, que le gustan los hombres que pagan con elegancia, le abren la

puerta y que insisten cuando quieren besarla si ella se resiste, que es como un juego.

Me pasa el teléfono al cabo de un minuto de gritos, carcajadas y jerga argentina. No sé

qué decirle a Alicia, la casa y mis días están huecos sin ella, y ahora me pilla aquí,

intentando follarme a su amiga. No le cuento eso, ni que el escenario y los porros saben

ahora diferente que antes de conocerla.

Le pregunto qué tal, me dice que bien, yo bien, también… Pronto empieza a hacer frío en

la plaza y en la línea telefónica que une Madrid con Buenos Aires, le digo que disfrute

mucho y cuelgo con una mano invisible apretándome la garganta. Veo que Orli me mira

prestando mucha atención, ella sabe que ya no somos pareja y parece que quisiera

valorar, a ojo, mi amor por ella. El amigo de Orli me pasa de nuevo el canuto, fumo y miro

a mi alrededor, acordándome de los tiempos en Ibiza y en las Islas Canarias, pensando

que para quien quiere salir de noche, drogarse y meterse en líos, siempre le van a sobrar

amigos y oportunidades.


Orli dice que está colocadísima y que no se acuerda de cómo llegar a su casa, su amigo

dice que está cansado y que se pilla un taxi. Le digo a Orli que estamos a tres calles de

mi casa, dice si no me importa que se quede en el sofá, no, claro que no.

Al día siguiente, Orli sale de casa a las diez y media de la mañana, no ha pasado nada,

porque no soy de los que insisten cuando les dicen que no.


Tras un par de días de hastío solitario, el Miércoles invité a Guasa a venir al Triskel, ya

que iba a ir también Santiago y ellos eran amigos de antes del Cabaret. El Triskel queda

a dos calles de mi casa y esperaba que la cosa fuera rápido pero no, fue una cita

preciosa en la que charlamos y reímos, no fuimos a mi casa sino que la acompañé hasta

su coche a las doce, como a Cenicienta. La besé en la mano y quedamos en quedar para

otro día. Creo que ha dado por hecho que Alicia y yo hemos roto, no ha preguntado por

ella, por suerte. Santiago está cerca de aquí con otros cómicos del Triskel, me apunto a

la fiesta después de despedirme de Guasa y acabo conociendo a una chica, guapa y con

pinta de loca, que baila Rock and Roll sola y se ríe mirando al techo. Me da su teléfono

para quedar algún día, viene mucho por este barrio de fiesta sola, dice.


El Viernes siguiente, voy invitado al estreno de una webserie independiente que coprotagoniza Miguel, un actor Chileno que trabajaba también en el “English Fun”. El chaval tiene carisma, don de gentes y un hambre loca de éxito, es bastante mal actor pero eso en este país no importa mucho, creo que llegará a algo.

Llego a la discoteca donde se proyecta el capítulo piloto, el ambiente es pretencioso así

que me quedo apartado, fumando un cigarrillo. Aparece Miguel con una amiga bastante

guapa, me da las gracias por venir y un abrazo. La chica me coge del brazo y empieza a

hablar a toda prisa, creo que los dos van finos de farlopa.


-Miguel es mi mejor amigo y me pone super cachonda pero, claro, como es gay no

podemos follar. Y siempre me deja con ganas de follar, el muy cabrón. Con lo que me

gusta follar. Mira, ahí están Marujita Díaz y Maria Patiño, follar, han venido al photo call.


Me cuenta que la gente famosa acude a los eventos por dinero y se les paga por horas,

ya que suelen arrastrar a la prensa y a otra gente famosa. Me parece gracioso pensar que

algún día puedas llegar a cobrar una buena pasta sólo por pasearte por un lugar y

también que es la segunda vez que me hablan de Marujita Díaz, esta semana.

La amiga de Miguel insiste con el tema, saca un cigarrillo y me pregunta que si tengo

fuego. Le enciendo el cigarrillo y me dice que si yo quiero fuego. Le digo que acabo de

fumar uno, me dice que no, que si quiero su fuego. Me acuerdo de la noche con Mala, la

stripper, y vuelvo a tener esa extraña sensación de cero deseo ante un cuerpo precioso.

Se proyecta el capítulo de la serie y es una puta mierda. Miguel se me acerca pero no me

pregunta qué me ha parecido, dice que si quiero ir a otra fiesta que hay cerca de ahí, hay

drogas y estará Alejandro Amenábar. Así que salimos de la discoteca Amenabar, eran las

doce y Amenabar, cogimos un taxi color Amenabar y llegamos al Hotel Amenabar, en la

plaza Amenabar.

Al llegar, la gente se amontonaba en la puerta y el portero no dejaba entrar a nadie más.

Miguel llamaba a su amigo, que estaba en la fiesta pero no le contestaba.


Me acordé de que hace un mes, nos invitaron a Alicia y a mí a la gala de los premios de la

Unión de Actores a través de un conocido que nos dio unas entradas, que le sobraban,

para el gallinero.

Llegamos con prisa, a última hora y con decisión, nos dirigimos a la entrada principal del

auditorio. Dimos las buenas noches al portero con las entradas en la mano y éste, al ver

nuestra determinación, simplemente abrió la puerta y nos dio las buenas noches, sin

revisar las entradas. Así que estuvimos en la primera fila del lugar, escuchando el

discurso de Javier Bardem, quien recibió un premio honorífico por haber ganado su

primer Óscar.

Con esa misma determinación, con actitud de mafioso, me planté en la puerta del hotel y

miré al musculoso portero a los ojos.


-Hola, nos está esperando Alejandro arriba, no nos contesta al teléfono.


El caballero abrió la puerta tras mirarme con cierta indecisión, pasamos los cinco que

íbamos y yo me sentí un poco puto héroe, aunque podía haber salido muy mal y quedar

en ridículo.

La fiesta era en la terraza del hotel, se veía la plaza de Santa Ana y prácticamente el brillo

de cada edificio de Madrid. Había mucha gente famosa, Loles León me chocó al pasar

hacia el baño y había otras muchas chicas guapas pero ni me miraban. Parecían

realmente andar a la caza de famosos para hacerse fotos y quizás algo más. Aunque

todo el mundo era discreto, como yo, tratando de aparentar normalidad en un mundo al

que no se pertenece, aunque quizás nadie pertenezca a ese mundo realmente, ni siquiera

los ricos y famosos. Pero ahí estaba yo, mirando las luces de Madrid desde lo alto y

creyendo estar más cerca de algo.

Manuel es amigo del director de la revista Zero, yo le conozco de tomar algo un día en

casa de Manuel, estuvimos hablando de fútbol y fue agradable ya que, me contaba, en

su mundo era raro charlar con otro hombre de fútbol pero le gustaba el tema. Este señor

estaba con el grupo de Alejandro Amenabar, su novio, y otras dos o tres personas. Me

vio y se giró a saludarme, me estrechó la mano, comentamos lo bonito que era el lugar, y

que qué bien que hayáis podido entrar, que se había quedado sin batería y no podía

contactar con Miguel. Luego se giró hacia el lado del grupo:


-Pues aquí estoy con unos amigos, disfrutando de la velada.


Entonces, el grupo entero se quedó en silencio mirándonos, también el señor Amenábar

y su piel de blanco mármol. Creo que fue casualidad o tal vez creyeron que era un joven

ligue del señor Zero pero parecían esperar a que dijera algo y yo, ante la situación,

enmudecí.


-Ehm... jeje... si, hm, claro... jeje, ehm…


Jamás en mi vida me había sentido tan retrasado mental. Me callé, me encogí de

hombros y me alejé, buscando a alguien con quien fingir charlar. Escuché una carcajada

grupal al alejarme, puede que no se rieran de mí pero yo estaba seguro de que sí.


No me impresiona la gente famosa por el hecho de serlo, ni siquiera la gente que es

famosa por mérito auténtico, como este señor. Es sólo que, después de sentir la llamada

del instinto, había corrido hasta este lugar y había hecho una hazaña para lograr entrar. Y

cuando estuve tan cerca de lo que creía que había ido a buscar, me encontré con una

persona que celebraba el cumpleaños de unos amigos y me di cuenta de que no tenía

nada que decirle, ni que ofrecerle, más allá de algún discurso penoso de aspirante a

actor.


Lo curioso es que tanto Miguel como uno de sus amigos, intentaron llamar la atención

del señor he-dirigido-a-Nicole-Kidman y a él no le gustó nada.

El señor Zero nos explicó que le ha ocurrido demasiadas veces y que le sabe muy mal

pero que no tiene trabajo para el primer actor que se le acerque en una fiesta, que,

además, la cosa no funciona así en el cine y que, por favor, no nos acercáramos más

para no incomodarlo. Así que pese a lo ridículo de mi aportación, lo que hice fue lo más

apropiado si lo que quería era caerle bien a ese señor.

Me quedé un rato más dando vueltas por aquella lujosa terraza y me tomé una cerveza

de diez euros. Habían cerrado la barra libre cuando empezaron a llegar extraños, como

yo, a la fiesta. Pensé que con las cervezas a ese precio, tardaría bastante en volver a ese

lugar y me prometí que algún día, cuando aprendiera a mantener los huevos en su sitio

ante gente famosa, volvería como un actor de éxito, me tomaría otra cerveza de diez

euros y me acordaría de ese momento para siempre.


Anoche actué por última vez con Diva-D en la sala Janagah, tengo la sensación de que

este personaje causa más pena que risa, así que hasta siempre.

Invité a Guasa a venir a verme, me dijo que no podía pero que después estaría por mi

barrio de fiesta con unos amigos. La fui a recoger con la moto de Alicia, después de la

función. Me olvidé del casco para ella, así que le di el mío pero le quedaba tan grande

que se le salía. Así que fuimos conduciendo por las calles de Madrid sintiendo la libertad

salvaje del aire de la noche, de cuando eres joven y haces cosas prohibidas.

Llegamos a la esquina de mi casa, tomamos una cerveza en un bar y le dije que si quería

tomar otra en mi piso, que estaríamos solos. Me preguntó entonces por Alicia, le dije que

estaba en Argentina y, después, que ya no estábamos juntos. Ella dio mucha importancia

al orden en el que dije las cosas y me dijo que si habíamos esperado hasta ahora,

podíamos esperar uno o dos meses más hasta que yo viviera en un sitio que no le

recuerde tanto a Alicia. Que suficientemente presente estaba ya entre nosotros, aunque

no habláramos de ella. Me pareció una chica muy lista y me gustó más que nunca, me

dio un beso en la nariz y se fue.

Rabioso, cogí el teléfono y llamé a la chica loca Rock and Roll, estaba por la zona y

quedamos al cabo de veinte minutos. Ahora la cama desecha es todo lo que queda de

ella, además de una extraña sensación de culpa, un raro sentimiento de deuda y, a la vez,

un estúpido orgullo heterosexual.

Está anocheciendo, el azul oscuro del cielo y el naranja de las luces de la ciudad, parecen

contar la historia de mi vida.






























El niño gordo de las gafas rotas


Trayecto Sevilla - Madrid, 22 mil kilómetros de Agosto de 2008


De lo que se trata siempre es de tener una buena promoción. Cuando eres un

desgraciado que se lo tiene que montar todo por su cuenta, tienes que intentar que las

cosas que haces sean tu promoción. Por ejemplo, cuando hice el casting para esta gira

que ahora acaba, derramando algunas lágrimas de nostalgia por la carretera, me

cogieron para hacer de presentador para una de las marcas promotoras del tour.

Me eligieron a mí y a ningún otro de los doscientos candidatos, porque era el único que

estaba saliendo en la tv trabajando de eso, aunque fuera en EHS televisión a las dos de la madrugada y vendiendo aspiradoras de mierda.

Ahora que la gira se ha acabado y me volvía a quedar sin nada, me ha salido otro

trabajo de presentador en Salamanca para dentro de quince días. Es un evento privado

de dos días para la importante firma Johnson & Johnson, un regalo post veraniego para

contentar a los trabajadores o, mejor dicho, supervivientes de los últimos ajustes de

plantilla que se han cobrado centenares de puestos de queridos ex-compañeros. Me han

elegido a mí, porque cuando mandé mi propuesta les dije que estaba trabajando de presentador, de gira con Los 40 principales, que es una cadena de Radio muy famosa.


A ratos me canso de escribir y miro por la ventana. Parece que un actor debe

acostumbrarse a mirar el paisaje por las ventanillas de cristal, a veces de avión, a veces

de tren y hoy, las de una Mercedes Vitto bastante cómoda. La gira ha sido muy bonita, yo

no lo he pasado muy bien pero eso ha sido culpa mía.

Mirando las ciudades de la costa en verano, desfilar ante mis ojos como preciosas

bailarinas, viajando durante un mes y medio por hoteles caros y trabajando apenas cuatro horas por día, me he sentido más artista que nunca antes en mi vida. Todo ha sido como lo imaginaba, llegas de trabajar y te sientas en la cama de tu habitación de hotel, a mirar el mar y pensar en la siguiente ciudad. Luego tomas una copa por ahí y al día siguiente vuelves a la carretera. Claro que mi trabajo no ha tenido demasiado glamour, me encargaba de presentar a grupos de gente anónima de cada ciudad, que simulaban ser una banda de Rock, sin instrumentos. 

La cosa se llama “Air Band” y está de moda, en Japón llenan estadios de gente que va a ver concursos de eso. Aquí se trata de llenar el rato hasta que llegan los Iguana Tango, que es la banda que está de gira este año, promocionada por Los Cuarenta Principales y a la que acompañan varias marcas que se publicitan antes del concierto. 

Una de ella es Helados Maxi-Bon, que es la que promociona las “Air Band”, y yo las presentaba mientras decía por contrato unas veinte veces el nombre de la marca. 

A algunas ciudades ha venido mucha gente y algunas noches he trabajado delante de cientos de personas, que quizás nunca sabrán mi nombre.

A ratos me canso también de mirar por la ventanilla y saco una baraja de cartas que,

desde hace un par de meses, siempre llevo encima. Barajo, corto, practico movimientos

difíciles, una y cien veces, porque eso es lo que hacen los magos. En el English Fun

conocí a un mago Argentino encantador, Jesús Barceló, se apellida igual que el pintor

catalán y dice que puede que tengan alguna conexión familiar, aunque se pierde en la pista del árbol genealógico y no lo puede saber seguro. Su padre era actor, él heredó el amor por los escenarios aunque lo que le apasionaba desde niño era el Ilusionismo. Yo le caí bien por ser actor, también, y le hacía mucha gracia que fuera además payaso. Decía que se compadecía de mí por tener una novia Argentina y jaja. Así que me enseñó algunos juegos de ilusionismo y cartomagia que me muero por empezar a hacer encima de un escenario. Eso sí, me hizo firmar un contrato simbólico que me comprometía a practicar todos los días y a guardar silencio al respecto de algunos secretos.

Así que cada día desde hace unos meses, cojo a mis cincuenta y dos compañeras de

viaje y las hago bailar un rato, matando el aburrimiento y generando curiosidad en la

gente, que me mira como a un tonto con una baraja de cartas.


Miro alrededor en el coche, la mayoría de la gente va durmiendo. Alicia está ahí,

escuchando música con sus cascos y escondida del mundo tras sus enormes gafas de

sol. A ella la eligieron porque, durante su casting, se puso a cantar a capela y dejó a todo

el mundo en aquella pequeña sala, con el culo tope roto. Se buscaba una cantante para

otra de las marcas que se promocionaban, la firma Leche Pascual. Ella tenía que ayudar, a gente anónima de cada ciudad, a cantar una canción relacionada con la marca. Los que mejor lo hacían se subían al escenario grande y se llevaban un Ipod, igual que pasaba con mis grupos de “Air Band”. He aprendido que mucha gente haría cualquier cosa por un Ipod.

Ha sido difícil tener a Alicia tan cerca y tan lejos, en este mes y pico de ciudades y estrellas del Rock. Algunas noches hemos dormidos juntos y otras no, dependía un poco de ella y de lo que le apeteciera. 

Yo me he dedicado a barajar mis cartas y a estar por ahí celoso y confundido.

Por lo menos he aprendido que no podemos seguir cerca, ahora que estamos tan lejos

por dentro.

Con el resto de la gente no me ha ido mucho mejor, Alicia y yo somos los únicos artistas

de un grupo de diez, el resto son modelos, chicos y chicas que están para dar buena

imagen. La gira de verano de Los 40 principales se hace todos los años y atrae a mucha

gente en cada ciudad, así que las marcas que se promocionan, además de la acción

encima del escenario grande, como las que hacemos Alicia o yo, contratan a personas

muy guapas para que estén por ahí, dar folletos, regalos, sonrisas y tal.

No tengo mucho que ver con la mayoría y casi todos se dieron cuenta de mi situación

con Alicia, así que me han evitado un poco y yo no me he esforzado nada por remediarlo.


El último día, ayer, hicieron la gala de premios simbólica en la cena de despedida. Se

repartieron premios como el Naranja, a la persona más simpática, el Hormiga, a la más

trabajadora, o el Limón, a la persona más borde. Yo gané en este último premio, así que

os podéis imaginar la de amigos que he hecho este último mes.

El premio Húmedo es para la persona que más ha follado durante la gira. Se lo ha llevado

Juan, el cantante de la banda. Ha sido incómodo de cojones porque su novia estaba en la cena de despedida pero no había venido ni un solo día durante la gira. Juan ha estado, se rumorea, con tres o cuatro chicas durante la gira. La verdad es que su posición de líder de la banda alrededor de la cual se movían unos cincuenta puestos de trabajo, le ha dado mucha popularidad y supongo que es lo normal.

Lo gracioso del tema es que ellos no cobran ni un puto duro por estos conciertos ni organizan nada, sólo van a gastos pagados y todo esto quien lo organiza son Los Cuarenta principales, cada año con una banda diferente. También es gracioso pensar que Alicia y yo hemos follado el triple de veces que Juan durante la gira y ni nos han nominado.


Recuerdo otros veranos de mi vida, recuerdo cuando era pequeño y llevaba gafas de

pasta que siempre se rompían. Mi padre me miraba furioso mientras arreglaba el daño

con celo, y es que las gafas eran caras y el sueldo de un obrero repartido entre cinco

hijos, se quedaba escueto. Algunas veces se rompía el cristal y tenía que esperar al mes

siguiente para poder comprar otro, así que me ponía un mechón de pelo atrapado entre

la montura y el ojo, a modo de parche pirata. Recuerdo mirar en el espejo, con odio, a

aquel niño gordo de las gafas rotas. Ojalá pudiera hoy hablar con él.

Un verano se me rompieron en medio de las vacaciones, que siempre eran en el pueblo

de mi padre, en Murcia, y estuve cegato hasta que volvimos a Barcelona. Si aquel pueblo

ya me parecía aburrido y caluroso, sin poder salir a jugar debido a mi elevada miopía, fue

uno de los peores veranos que recuerdo.

Al volver, en el asiento de atrás del coche de mis padres, me prometí mientras miraba por

la ventanilla como hago ahora, que algún día tendría un verano de ciudades, playas,

hoteles y que estaría rodeado de modelos.

La verdad, no sé si me refería exactamente a esto.





























El despertar de la fuerza


Madrid, Martes, 7 besos de Octubre de 2008


Guasa me mira sonriendo, tapando su desnudez con las sábanas nuevas que compré la

semana pasada para mudarme a esta pequeña habitación. Queda a algunas paradas de

metro del centro, Alicia se ha quedado en el piso anterior y las casualidades de la vida

han querido que su nueva compañera de piso sea Montserrat, una actriz genial que

estudiaba en la misma escuela que yo y de la que me enamoré un poco. Ha venido a

probar suerte a Madrid, por lo visto se ha separado de su novio y, aunque tiene un año

más que yo y se ve a sí misma demasiado mayor para ello, ha venido a jugársela a la

capital.

Llevo más de un mes sin escribir nada, ha sido más bien un mes de lágrimas y dudas.

Irme del piso ha sido como romper de nuevo con Alicia, espero que ésta sea la última

vez. Me he venido a un piso de estudiantes, artistas y gente joven, que queda al lado del

Bernabeu. De hecho, se ve el estadio desde la ventana de la habitación, porque es un

noveno y tiene unas vistas fantásticas. A veces saco la mano por la ventana y apunto al

estadio cerrando el puño y levantando el corazón. Otras veces charlo con mis

compañeros de piso, disfrutando de esto de ser un joven viviendo con gente. Siempre

hay alguien que tiene algo que contar, alguna peli que ver o alguna fiesta a la que

apuntarse. Aunque no vine aquí por eso, si no porque este piso queda a quince minutos

andando de donde voy a trabajar durante los próximos meses. Lo elegí por eso y porque

necesitaba mudarme cuanto antes, por salud mental. Todavía quedan un montón de cosas que Alicia y yo compramos a medias y que están en el piso pero ya nos ocuparemos de eso.

Ahora sólo pienso en que Guasa me mira como esperando un poema y yo no sé si

abrazarla o hablarle de un juego de magia que estoy practicando. Está relajada y

despeinada, yo también.


Ayer me reuní con la compañía de actores con la que voy a trabajar los próximos meses.

Nos explicaron las condiciones de trabajo y nos dejaron dar una vuelta por la exposición,

en la que está el pequeño Teatro en el que haremos nuestras funciones. La exposición es

sobre “Star Wars” y hay unos mil artículos de las películas originales. Entre ellos, C3PO y

R2D2, que son dos estrellas de cine inertes en una vitrina. La exposición atrae a gente

muy devota de todo el mundo por eso se hace en diferentes ciudades de Europa. Ha

estado en Londres, Estocolmo, Berlín y ahora Madrid.

Encontré la oferta por internet, luego hice el casting y tuve la suerte de que me eligieran,

dice el director, porque llevo el pelo igual que Luke Skywalker. Pues qué suerte. También

hice un buen casting y se me da bien manejar una espada en escena, las clases de

esgrima de la escuela de Teatro han dado resultado, contra todo pronóstico.

En el pequeño Teatro de la exposición, se representan quince funciones al día, de veinte

minutos cada una, con un pequeño fragmento de lucha de espadas y conflicto de

intereses entre Darth Vader, Dark Sirius, un maestro Jedi y su Padawan. Nosotros, que

somos seis actores, daremos vida a todo eso cinco días a la semana con turnos

rotativos, porque la exposición está abierta de 10h a 14h y de 16h a 20h, de Lunes a

Domingo. Nos pagan a jornada completa, mil doscientos al mes, porque pagarnos por

función sería demasiado bonito para ser cierto. Lo malo es que tengo un trabajo de ocho

horas diarias, cinco días a la semana como un normal. Pero lo bueno es que trabajo

como actor y que la exposición dura hasta Junio del año que viene, así que parece que

por primera vez en un año entero de carrera a ninguna parte, voy a poder estar tranquilo.

Mañana empezamos los ensayos.


Por otro lado, ahora que he aprendido algunos juegos de magia gracias a Jesús, me he

podido montar un espectáculo sencillo de comedia y magia, gracias a eso estoy

volviendo a tener mucho trabajo con Magic Eve. Eso sí, de Alicia no quieren saber nada y

viceversa. También Santiago me ha dicho que será más fácil darme bolos como cómico/

mago que como travesti mal maquillado.

Meg me ha dado otra prueba para una serie para el mes que viene, dice que a ver si

quedamos un día o que si tengo algo contra ella o qué pero yo prefiero no quedar

porque no me enrollo con gente con la que trabajo, y a veces me pregunto si eso hará

que algún día deje de darme pruebas.

Parece que por primera vez en un año entero, voy a poder pensar con claridad y

enfocarme en lo que quiero.

Miro por la ventana, se ve hasta la ropa interior de las nubes, en esta zona de Madrid que

es céntrica pero mucho más formal, con edificios más altos y gimnasios más caros que

donde vivía hasta ahora. Me levanto desnudo a mirar el cielo teñirse de atardecer, los

tejados, los coches, la gente a sus cosas, a lo lejos y siento una cierta inmensidad.

Guasa se levanta y me abraza por detrás, el reflejo de su rostro en el cristal de la ventana,

parece un poco la cara de Alicia.

No va a ser tan rápido olvidarla pero, por lo menos, vuelvo a sentir dentro de mí aquel

latido que creí que le pertenecería siempre a ella. Esa pasión dolorosa en el vientre, ese

corazón encogido, esas ganas de beber sangre.

Vuelvo a sentir el latido del amanecer de mis sueños. El despertar de la fuerza.





















Estrellas que se encienden y se apagan

(Segunda parte, 2009 a 2010)












La sirena y el marinero sin rumbo


“Estoy brindando con las olas en silencio, sirena.

Las yemas de mis dedos se mueren de pena,

porque no son la espuma del mar que te acaricia la cola,

ni el agua que sumerge tu melena.

No sé si te echo de menos, o si te amo,

o si espero a que emerjas de repente.

Y que me cantes de nuevo al oído

y que me digas que mi mundo es mentira.

Voy a beberme el mar hasta encontrarte, sirena.

Y te hallaré por fin, coleando, en un desierto húmedo.

Te recogeré en mis brazos y te meteré en mi cama,

acariciaré tu pelo mojado y besaré tu mejilla salada.

Luego cubriré tu cola de pez con la sábana,

dejando al descubierto tu vientre y tu pecho de mujer.

Para tratar de olvidar que fuiste, siempre,

sólo medio mía y medio del océano.”


Madrid, Martes, 25 gotas de sudor, de Agosto de 2009

El Sol no da tregua, la ciudad parece sacudirse incómoda, como si tuviera picores en la espalda. Es el segundo verano que paso en Madrid y creo que nunca me acostumbraré a la densidad de este calor.

He llegado de vuelta hace dos días, de mi segunda gira como speaker con Los 40 principales, igual que hice el año pasado. Como el año pasado, también, entre Abril y Junio, volví a hacer la gira de colegios con el “English Fun”, pero este año como mago y jefe de equipo, lo cual parece un avance aunque a ningún sitio al que pretenda ir. Como el año pasado, sigo en el limbo de Kuranda, en algún extraño lugar intermedio entre ser representado y olvidado por completo. He hecho dos anuncios, algún curso, muchos castings de publicidad, alguna prueba de ficción pero nada, de momento, realmente interesante. 
Igual que el año pasado, Septiembre empezará pronto y tengo que mover el culo para buscar curro, el verano ha sido largo, la gira tardará en cobrarse al menos uno o dos meses y como el año pasado y como muchos anteriores, estoy casi sin un puto duro en mi cuenta corriente. 

Dejé la compañía de los “Star Wars” cuando empezó el “English Fun” de este año. Fui a ver al jefe cuando faltaba un mes para que empezara la temporada de colegios, para decirle que el show de payasos con Alicia no estaría disponible este año pero que yo podría cubrirle el espectáculo de magia, ya que llevaba meses practicando. Así de perro soy. 

No llevo ni un año en la escuela de Jesús Barceló y ya me meto a quitarle el trabajo a otros magos. La clave es que yo sé que en el “English Fun” los espectáculos no superan los veinticinco minutos de duración y si bien es cierto que tardaré en tener un espectáculo de una hora, para menos de media hora sí que me sentía preparado. Además, se hacen cuatro o cinco pases por día, dependiendo del colegio, y hay unos cuarenta y cinco días de trabajo repartidos en tres meses, lo cual supone más de doscientos pases con público para perfeccionar algunos juegos de magia que, gracias a todo ese entreno, ahora me salen muy bien y los he podido incluir en mi monólogo. 

El jefe me dijo que le parecía bien, que le gusta como trabajo y mi carácter. Que este año no tenía putas ganas de preparar la gira, que hace ya más de quince años que hace esto y está quemado. Aún y así, ya había muchos colegios confirmados y faltaban por firmar algunos más, trabajo había pero él no tenía ganas de buscar gente para el equipo de artistas. 

Hablamos de dinero y acordamos el sueldo habitual de un mago profesional pero dijo que siendo mi primer año de mago, tendría que encargarme también de conseguir al resto del equipo. No me importaba pringar un poco a cambio de lo que quería, pensé que podría dar trabajo a algún que otro amigo y que la cosa de hacer de jefe se me daría bien, aunque no fue así.

Luego acabó la gira de coles del "English Fun", llegó el verano y la de los 40 principales. Ha sido un verano bonito y raro, sensual y triste, apagado y encendido a la vez.

Cuando Laura me explicó con palabras lo que había estado intentando transmitirme con actitud y gestos durante dos días, sentí que una parte mía quedaba al descubierto. Como en un sueño cuando te das cuenta, de repente, de que llevas mucho rato desnudo hablando con gente. Pero no era mi sexo lo que quedaba al descubierto si no algo cerca del hígado, o un trozo de tripa, que de repente se escapaba de su cárcel de piel y sentía el frío y la vergüenza del exterior.

Desde que Alicia y yo rompimos todo ha sido tratar de olvidarla y tener citas con otras chicas. Al principio me parecía frívolo pero mis compañeros de piso insistían, un clavo saca a otro clavo y todo eso, decían. A veces pienso que hacemos muchas cosas sólo por el placer de tener algo que contar. 

Con Guasa acabó pronto la cosa, una noche que se quedó dormida en mi pecho, tan a gusto, que sentí ganas de besarla en la frente. Esa sensación me llenó de olas el alma y el pecho de nubes de tormenta. La llevé en brazos a su cama, la acosté, la cubrí con la colcha y le acaricié la cara. Luego me fui despacio y en silencio, cerré la puerta de su casa con cuidado y no volví a cogerle el teléfono.

Después, durante los meses en que trabajé en la exposición Star Wars, tuve un lío con la jefa del equipo de asistentes y azafatas. La mayoría eran chicas guapas y algún chico guapo también, su función era dar indicaciones y belleza al recinto. 
Mis compañeros me tenían mucha envidia porque decían que Marga, la jefa, parecía merecer el puesto por ser la más guapa de un equipo de chicas guapas. Pero la verdad es que la chica, además de muy bonita, era lista y, como yo, había nacido en un barrio humilde pero aspiraba a los pisos más altos del centro de todas las ciudades.
Era joven, estudiaba protocolo y organización de eventos, tenía una voz y un tono cuidados, como si tratara de barnizar su acento de barrio obrero que, por otro lado, le quedaba de maravilla. 
Era lista y merecía su puesto de jefa. A mí me vio venir de lejos y antes de la tercera cita, me dijo que si no iba a valorarla como pareja que mejor no la siguiera llamando. Yo me marqué el “Estoy en una época de mi vida…”, que he salido de una relación importante recientemente y puto bla bla blá. Ella asintió en silencio, se vistió y se fue, llevándose consigo toda la pasión de la ciudad. Luego todo fue raro al cruzarnos en la exposición y creo que otro de los motivos por los que me fui de allí, fue para no seguir cruzándome con ella. Tengo por norma no liarme con gente con la que trabajo ya que, cada vez que me salto la norma, acaba todo raro, mal o peor.

Después, con Laura durante la gira, todo fue lo mismo pero al revés.

-No sé por qué me hablas como si me dejaras. No tenemos nada, ¿no? Si no te gusto lo puedes decir y ya está. Nos hemos liado un par de veces, no te ha gustado y yo lo entiendo.

-Sí que me gustó, no digas eso. Lo que pasa es que podrías ser un poco más discreto. Te me acercas y me tocas como si tuviéramos algo, delante de la gente, por eso pienso que estás sobre-dimensionando un poco las cosas…

-No es verdad, yo toco a la gente y soy cariñoso con todo el mundo. Me sale natural, no es que piense que nos vamos a casar.

Ella me miraba con hiriente ternura. Yo estaba diciendo gilipolleces, ahí, frente al mar y ella lo sabía. Tuvo el detalle de cogerme la mano e inclinar la cabeza hacia adelante, para mirarme fijamente a los ojos, como cuando se habla con un niño enfadado.

-Vale, pues lo siento, pero yo te pido que conmigo no lo hagas. Acabo de salir de una relación importante y esta gira son mis vacaciones. No quiero atarme con el primer chico con el que me acueste, ¿entiendes?

-Sí, claro.

Estaba rabioso porque esperaba que Laura fuera mi amor de verano, visitar ciudades de la mano y dormir cada noche en su habitación, en distintos hoteles. Ella estaba en la gira por decisión propia y tenía algunos privilegios. Es la responsable de comunicación y marketing de Leche Pascual y ya que su marca lleva varios años promocionando la gira, este año había decidido incluirse en el equipo del que el año anterior había formado parte Alicia. 

Todo el mundo compartía habitación, incluidos los músicos, excepto ella. Además siempre le daban una de las mejores habitaciones, todas con vistas al mar y nevera mini-bar llena. Para ella era una mezcla de trabajo y vacaciones, ya que lo único que hacía en el stand era supervisar y tomar notas. Tenía viajes, dietas, alojamiento y sueldo, durante un mes de ciudades bonitas y hombres trabajando sin camiseta, que esperaba que le dieran toda la acción necesaria para olvidar una relación sin acabar, que la atormentaba desde hacía meses. 

Me contó todo eso y no pude si no perdonarla en seguida. El problema fue que todo ocurrió muy pronto, durante la primera semana, así que la gente empezó a mirarme con pena cuando ella se empezó a enrollar con otros tíos de la gira y a mí esa pena me dio tanto asco que volví a no hablar con casi nadie y a barajar mis cartas de póker, ciudad tras ciudad. 
Este año, en el reparto de premios simbólico que se celebra al final del tour, Laura se llevó el premio Húmedo y yo, mejorando mi puntuación del año anterior, volví a ganar el premio Limón. Es la primera vez que alguien lo gana dos años seguidos.
Lo gracioso es que me he enterado a través de uno de los jefes, de que este año será el último al menos por un tiempo largo. Hay muchas firmas que han retirado el patrocinio por la crisis y no salen los números. Así que puede que sea el tío más borde de la gira de verano de Los Cuarenta principales, para siempre. 

Este verano empezó conmigo viajando a varias ciudades de Europa del Este, mediante una plataforma que estoy seguro de que dejará de ser gratuita con los años, Couch-Surfing, a la que llaman graciosamente “Crocht Surfing”. Te das de alta gratis, te abres un perfil y, si quieres, ofreces el sofá de tu casa para que venga gente viajera a pasar una o dos noches, normalmente, pero sin comprometerte a nada. A la vez, tienes mucha gente en distintas ciudades de Europa que ofrecen su sofá y a las que puedes solicitar cobijo. Es una pasada porque, además de dormir gratis en ciudades bonitas, tienes a alguien de más o menos tu edad y tu estilo de vida que te enseña la ciudad o como mínimo te recomienda los mejores sitios que ver. 
Hay gente que no se fía porque piensa que puedes meter en tu casa a un ladrón o a un violador y cosas así o meterte en casa de alguno. Pero la verdad es que hay muy pocos casos de esos. 
Lo más normal es que solicites asilo o acojas a una persona que te guste por la foto y la descripción, que luego habléis por teléfono y por mail al menos una vez, y que después de quedar en alguna cafetería cercana y charlar un rato en inglés, vayáis a casa y no sea el sofá donde duermas, sino, si queréis, en la cama principal. Por supuesto eso es algo extra oficial, pero casi todas las chicas que me hospedaron parecían tenerlo claro. Algunas decían que era la mejor manera de poder tener cierta vida sexual sin complicaciones, con gente de paso, y otras que así, además de ligar, practicaban inglés. Por eso cuando llegué a la gira estaba algo hastiado del juego del sexo de una o dos noches y me apetecía lo contrario con Laura que a ella conmigo.

El Sol sigue abrasando el asfalto, la gente en la calle se mira sin conocerse y resoplan, como aturdidos, buscando complicidad, buscando aire en algunos ojos amables, bajo el asfixiante calor de Madrid.

El verano empezó bien con Dublín, Helsinky, Tallín, Riga, Vylnius, Varsovia, Krakovia y Berlín, durante mis vacaciones baratas y cachondas. Nunca había viajado tanto ni tan lejos. Dicen que eso es lo que hacen los actores, viajar y fornicar. Con la gira, mejoró el verano en Tarragona y Gandía, pero a partir de ahí, vino Cartagena, la conversación con Laura, luego Benidorm, el Puerto de Santa Maria y todas las demás ciudades del año anterior, se volvieron a llenar de nubes negras invisibles. 

Hubo una noche en que lloré mirando al mar, sintiendo una profunda soledad, muy verdadera y antigua. Pensaba en Laura y me acordaba de Alicia pero la pena se sentía muy, muy anterior, imposible de identificar. 
Me sequé las lágrimas con vergüenza y me fui. Había un grupo de chicas jóvenes mirándome desde un banco cercano mientras hacían botellón con el sonido del mar de fondo y yo bajé la cabeza al pasar por el lado de ellas. Llegué a mi habitación y escribí una especie de poema pero no estoy seguro de para quién.

Pensé, antes de dormirme, que era un coñazo que mis expectativas con Laura estuvieran amargando esas noches de la gira, que no volverán, en las que tendría que estar de copas con el resto del equipo y no mirando al mar de noche y resucitando fantasmas.

Ahora la urgencia por encontrar trabajo y la densidad de este calor tampoco me dejan disfrutar mucho de estos días tranquilos, del resto de este verano, que ha consumido mis pocos ahorros y que pronto empezará a acabarse. 





































Jim, Meg y The PocoSwag

Madrid, Lunes, 17 actuaciones de Septiembre de 2009

Recostado en su sofá, Jim mira la pantalla de su enorme televisión en forma de cubo, que aunque es bastante antigua se ve de puta madre. En la pantalla, James Bond sonríe de medio lado cuando el ruso malvado de turno le dice que va a acabar con él, esta vez de verdad. 
En la mesa hay cigarrillos y una botella de whisky que se acabará con la película. Es Lunes por la tarde pero hemos decidido convertirlo en Sábado. Llevamos días trabajando y nos merecemos un descanso, una borrachera y una sesión de cine freaky.

Dentro de dos días el grupo cómico “The Pocoswag”, formado por Jim, su socio Groucho y varios colaboradores habituales entre los que soy el más habitual, estrenará un espectáculo de variedades en la sala Costello, que queda casi tocando a la Gran Vía de Madrid. 
El Costello es un local de ocio nocturno y música en vivo, ambientado como “The Cavern”, de Liverpool donde los Beatles, con las paredes de ladrillo y el escenario en el sótano. Recuerda algo al Triskel pero mucho más ostentoso y con una ubicación inmejorable.

Jim lleva con su propio grupo cómico unos cinco años, aunque es muy joven todavía. Tiene varios años menos que yo pero ya ha corrido mucho y da cierto vértigo pensar hasta dónde podrá llegar. Es maduro, fuerte y muy listo, además del tipo más gracioso que he conocido. Me contó que le hicieron una prueba de pequeño midiéndole la inteligencia y se ve que lo bordó. Así que es un crack con licencia oficial del estado. 
Es de Zaragoza, vino a Madrid hace dos años, como yo. También como yo, tiene un nombre extranjero aunque en su caso tiene sentido porque su padre es Inglés. Como yo, también, cuando te cede su amistad lo hace de verdad y sin reservas.

Le conocí una noche, hace un año más o menos, en la que él actuaba en un concurso de comedia al que fui como público. Jim actuó junto a otros cuatro concursantes. Fue como ver a un hombre adulto en medio de una pelea de niños. Tiene un talento increíble, luego supe que, además de monologuista, es actor, guionista y creador de sus propios proyectos, entre ellos una película. Una de esas personas que te encuentras muy de vez en cuando en la vida. 
Lo raro del tema es que Jim no ganó aquel concurso, quedó en segundo lugar por detrás de un señor de Albacete que actuaba con parálisis parcial. Para ser justo diré que el tipo estuvo bien pero en este país se lleva mucho la lástima y Jim perdió, porque despierta muchas sensaciones en la gente pero ésa no.
El señor de Albacete estuvo brillante y contundente pero Jim nos había llevado, a todo el mundo en aquella sala, a lugares comunes y recuerdos divertidos que creaba con sus gestos y sus expresiones faciales. Y todo el mundo se partió de risa mientras que con Albacete se reían por generaciones, según les pillara de cerca el chiste. 
Jim quedó segundo a pocos votos y yo, que pensé que por su aspecto y por su ritmo debía ser de otro país o quizás de otro planeta, me quedé con ganas de acercarme a felicitarle y explicarle que el ganador había tenido ventaja, al pelear con una muleta de hierro en un brazo. Que él había estado mejor pero que es importante en un país de envidias como éste, tener una historia triste que contar para que la gente te quiera y vote por ti. 
Pero no lo hice y no lo hice, porque si yo hubiera estado en su lugar y alguien me hubiera venido a felicitar después de haber perdido, me hubieran dado ganas de darle un puñetazo.

Suena el teléfono, es Meg, de Kuranda. Le pregunto a Jim si no le importa que paremos la peli un momento, me dice que no, claro, que así aprovecha para escribir a Ángeles, su prometida con la que convive desde hace años. Y es que en materias del corazón, también, este chaval va muy por delante del resto.

-¿Qué dices? ¿Cómo que estás borracho un Lunes por la tarde? Te voy a matar…

-Bueno, trabajé todo el fin de semana, así que hoy es Sábado para mí. Por cierto, no viniste a verme.

-Ya… No pude, perdona. ¿Estás solo? No se oye nadie más… 

-Estoy con un amigo, viendo a 007 y bebiendo whisky. Hemos parado la peli porque has llamado, para que veas lo importante que eres.

-Bah, no seas pelota. ¿Cómo llevas lo de las fotos?

-Estoy mirando cositas pero necesito algo más barato que los fotógrafos que me pasaste. No puedo pagar cuatrocientos euros, ahora mismo, por unas fotos.

-Ya pero es que estos fotógrafos son los que hacen las fotos como le gustan a Kristine, así apuestas sobre seguro. Me preguntó por ti el otro día, que si te hacía las fotos o no y que cómo llevabas lo de los cursos.

-Ehm… Ya, bueno, pues también estoy mirando algo para lo antes posible…

Miento cuando oigo el nombre de la gran jefa. Llevaba meses sin mucha esperanza, desde Marzo, después del cumpleaños de Meg. Ahí me presentó a Pedro Rojo, un joven actor vasco que acababa de llegar a Madrid. Es más joven que yo, de la edad de Jim, pero de mi estilo y mi perfil. Me cayó bien en seguida pero, desde el primer segundo, entendí que era un claro rival para mis aspiraciones en Kuranda. Meg me lo presentó y dijo que estaba en mi misma situación, haciendo algún anuncio e intentando entrar como actor. Me dijo que también ha hecho pequeñas pruebas, como yo, y que va a intentar darnos todo lo posible a los dos, sin hacer diferencias.

Meg y yo quedamos alguna vez antes de eso pero sin que ocurriera nada y no sé si fue por eso pero desde que apareció Pedro, la cosa ha cambiado y está mucho menos pendiente de mí.

-Todavía no tengo dinero para estudiar en Corazza pero seguro que encuentro pronto algo interesante. 

-Bueno, no lo dejes pasar mucho. No os quiero interrumpir más, disfruta de tu Sábado, je,je.

-Gracias. ¿Vendrás a verme esta semana al Janagah de la Castellana?

-Bueno, lo intento pero no prometo nada. Ya podrías actuar un poco más cerca del centro… 

-Sí, es verdad, pues ya te avisaré cuando haga un monólogo por aquí cerca.

-Eso, y luego nos tomamos unas “cañejas” por ahí.

Se dice “cañejas” cuando te quieres tomar unas cañas con una persona del sexo opuesto pero no se espera que pase nada sexual. Si se espera que pase algo, se dice tomar unas “cañitas”. En singular, tomar una “cañita”, es para cuando se espera que pase algo pero en un futuro, en plan primero conocerse un poco y tal. Si hay algo importante que hablar, sea de trabajo, de posibles proyectos o algo que te preocupa, se dice tomar una caña. Y si simplemente se quiere ir a tomar unas cañas con alguien del mismo sexo o con un grupo de gente mixto, se dice tomar unas cañas. De esta manera, desde los príncipes hasta las ratas tienen el mismo laberinto en el que perderse, porque todo el mundo toma cañas en Madrid, si tienen dinero en garitos molones, si no lo tienen con latas de cerveza compradas en la calle. 

Meg tiene razón con lo de la ubicación de la sala en la que ahora estoy trabajando de Miércoles a Domingo. Está en el mismo Paseo de la Castellana, que era una de las calles más caras del Monopoly, pero queda a varias paradas de metro del centro, que es por donde sale la gente joven y de todas las edades. 
Al salir de la sala, no hay nada que hacer a parte de un par de garitos cercanos muy pijos a los que acuden personalidades del mundo del futbol, salseo y demás, en los que el acceso y los precios son casi siempre prohibitivos. 

Marcelo, el dueño, tiene su otra sala llamada Janagah en el Barrio del Pilar, en la que he trabajado varias veces. Abrió en Agosto este nuevo local en la zona alta de la ciudad, con la idea de atraer grupos de pijos de todas las edades y ser un buen lugar en el que cenar y ver un espectáculo de comedia entretenido. 
También coquetea con la idea de un local de copas, que es lo que parece por el aspecto, que ofrece espectáculos de variedades en vivo más entrada la noche, en plan Cabaré. No le está funcionando demasiado bien pero eso a mí me da igual, ya que mi acuerdo con él es de un sueldo de mil euros por currar ahí de Miércoles a Domingo, sea cual sea la afluencia de público.

Cuando llamé a Marcelo ya estaba agotando todos mis recursos de encontrar trabajo. Lo siguiente era llamar a Eve, de Magic Eve, y pedirle que me volviera a dar todo lo que saliera de bolos de magia, cumpleaños y lo que fuera, y seguir reventando mi pequeña y vetusta moto, que me he pillado de tercera o cuarta mano, por carreteras y autopistas por las que circulan camiones que pasan por tu lado, a veces bajo la lluvia, haciéndote temblar como un flan en un terremoto. 
Así me vi durante esta última primavera, con la maleta del espectáculo atada a la cintura en decenas de ocasiones, en viajes a bolos en pueblos perdidos más allá de Algete, que rima con ojete, el ojete del mundo.
Este año sin escribir se ha parecido demasiado al anterior y eso no es bueno. Si quiero que pasen cosas diferentes, tengo que hacer cosas diferentes. Así que lo de Magic Eve es una opción que me quiero reservar, para intentar empezar un año diferente a los dos anteriores, sintiendo que juego en la liga de los niños. 

Marcelo me citó por teléfono parta el día siguiente y llegué a la cita algo dubitativo y, a la vez, emocionado. Tenía la corazonada de que iba a salir algo bueno del encuentro, como así fue. Le pregunté primero por la Janagah original en el Barrio del Pilar, si había cerrado o qué. Le conté que acababa de llegar de la gira y quería poner a funcionar un espectáculo de comedia de magia y humor, de una hora. Que, tal vez, él ahora con dos salas podría darme alguna actuación.

Me dijo que la Janagah original funcionaba como siempre, lo cual fue un bajón, porque la ganancia habitual para el artista ahí son unos cincuenta euros. Eso es unas tres, cuatro y hasta cinco veces menos que un bolo en un garito, dependiendo de la ciudad y del caché que te decidas otorgar. Esos son los precios a los que ahora aspiro, para poder vivir de esto e invertir en mí como actor, como me dijo que hiciera la gran jefa Kristine y me acaba de recodar Meg, por teléfono.
Sin embargo, Marcelo me dijo que esta nueva Janagah tenía varios acuerdos con plataformas de internet y aplicaciones para grupos, con las cuales prevé mucho trabajo en este mes de Septiembre, de grupos de diferentes sitios que irán viniendo a cenar, merendar o tomar copas, y ver un show de risa. 
Me dice que no puede pagar a un cómico por cada actuación, ni hacer trato a taquilla porque la gente paga un precio cerrado por la experiencia completa, cena, copas, etc, y a veces vienen siete personas y a veces setenta. Así que me dice que ya que tengo este nuevo espectáculo, me paga un sueldo cerrado por trabajar de Miércoles a Domingo, tres actuaciones de una hora por día, empezando a las 17h, otra a las 20h y la última a las 22h. Todo ahí, en esa especie de bar de copas fluorescente con un escenario mediano de Teatro en la planta de abajo, bajando unas escaleras de caracol de metal, donde los camerinos son rincones vacíos de la cocina contigua y las sillas para sentarse entre pase y pase, cajas de verduras vacías.

A veces se mezclan grupos de españoles con grupos de extranjeros que no hablan nada de castellano y tengo que resolver las actuaciones como puedo, mezclando idiomas y sudando mucho. Las plataformas de publicidad y las aplicaciones necesitan poder llegar al público más amplio posible, así que hago lo que puedo y la gente se ríe aunque no todo el mundo parece siempre feliz, al salir ya que, por lo visto, los reclamos de internet son a menudo confusos. 
Ahora han abierto la posibilidad de dejar comentarios tras el show y tengo cierto miedo, ya que es la primera vez que voy a recibir críticas públicas, aunque sea en una plataforma de internet.

La sola idea de trabajar cinco días a la semana en una sala con un espectáculo mío, es un lujazo. La parte mala es que por su ubicación y sistema de promoción, el público que viene es a menudo gente con ofertas ambiguas. He llegado a tener niños y niñas de seis a ocho años en algún que otro pase de las 22h, en el que me obligan a incluir bromas y chistes eróticos o verdes. El reclamo por el que más gente viene en ese horario, según dicen los informáticos, es “Cenas Picantes”, así que me hacen hacer aparecer la carta elegida por el espectador dentro de un preservativo inflado con aire, mientras los adultos ríen y los niños preguntan que qué es eso, ya que otro de los reclamos es “Para familias divertidas”.
He llegado a tener, en estos seis o siete días que ya llevo, un grupo de mujeres sordas con una intérprete que movía los brazos y la cara sin parar, mientras yo hablaba, a mi lado subida en el escenario. 
Aunque la mayoría de los asistentes, sobretodo en los pases de las 20h, son parejas o grupos de jubilados que no saben lo que vienen a ver y a veces salen del espectáculo santiguándose.
Pese a tener que dar y mucho las gracias por este curro, no me llega con mil euros para alquiler, comida, gastos extra y fotos nuevas pero no me deja mucho tiempo para hacer nada más. 
Miro el whisky que estoy compartiendo con mi amigo con cierta rabia de pensar que no puedo ni invitar a la botella, cuando él está poniendo tele, casa y sofá, porque necesito ahorrar para las jodidas fotos.

Jim me mira en silencio, creo que llevo minutos absorto en mis pensamientos, dejando a mis ideas navegar por el whisky que inunda mi cabeza. Otra cosa mala de este trabajo que ahora me salva la vida, es que me voy a perder el estreno de The PocoSwag en la sala Costello. Se va a hacer los Miércoles y yo, por ahora, estoy comprometido con el público ecléctico del Serendipia.

La casualidad quiso que él optara a un puesto en el “English Fun” de este año, y yo le reconocí enseguida en la entrevista y tuve la oportunidad de decirle que lo de su concurso de comedia fue una injusticia.
Jim se había quedado sin trabajo tras pasar por el equipo de guionistas de una muy conocida serie, que por acuerdos de fusión entre cadenas se había parado en la tercera temporada, aunque funcionaba muy bien. Pero eso no me lo contó durante la entrevista, no querría parecer demasiado cualificado para el puesto, supongo. Yo había decidido que entraría en el equipo en cuanto le vi esperando, con sus rizos y sus piernas cruzadas, y desde el primer apretón de manos con él, tuve otra de esas corazonadas mías en las que ya voy aprendiendo a confiar. 
Cuando acabó la gira de colegios, me propuso entrar a formar parte de su grupo cómico The PocoSwag, ya que había algunas actuaciones concertadas en Madrid y Zaragoza y la mayoría de sketches que tenían escritos eran para tres actores. Le dije que sí sin pensármelo un momento y así pasé de ser su jefe a que él fuera mi jefe, y fue tan cómodo y respetuoso todo en ambos procesos que al final nos hicimos irremediablemente amigos.

Me sirvo un último whisky y otro a él. Jim pregunta si pone la peli de nuevo o qué, le digo que sí. James Bond mata al ruso malvado y suelta una frase ocurrente.




















Magia Porras

San Lorenzo del Escorial-Madrid, Viernes, 2 vías de tren, de Octubre de 2009

El paisaje flota al pasar, siento que atravieso el mundo montado en una nube vieja. Es un trayecto corto y el traqueteo de este tren de cercanías le quita suavidad a mi mundo imaginario. Aún así, siento esa misteriosa bombilla encendida en el pecho, que le queda tan bien al paisaje, de cuando viajo mirando por la ventanilla.

Escribo mientras vuelvo de un bolo cerca de Villanueva del Quintocoño, en una zona apartada casi tocando a Tomarporculillo de Arriba. Empiezo a estar algo cansado de visitar pequeños lugares que sé que no recordaré. Además, tengo mi pequeña y vetusta moto en el taller, así que me he tenido que venir en autobús. 
La red de conexión en esta ciudad con sus infinitos municipios, mediante autobuses, es realmente impresionante. Te acabas acostumbrando a los retrasos y también a la excesiva puntualidad, que conviven extrañamente en los enormes intercambiadores de la capital. A veces el bus tarda media hora y otras, pasados dos minutos de la hora prevista, ya se ha ido. Sin embargo, aunque no tengas coche, si puedes organizarte bien, puedes trabajar por todo Madrid haciendo combinaciones de buses. Es importante que también te guste o no te importe caminar.

Para volver he preferido el tren, al tipo que organizaba el bolo le pillaba de paso dejarme en una estación cercana, en coche. Menudo personaje. 
Eve, de Magic Eve, me había dicho que el cliente en esta ocasión es una agencia de marketing, aunque quien lo organiza es una agencia de eventos subcontratada. Habían pedido un mago, como máximo para treinta minutos, y como yo esa cantidad de tiempo sí que la puedo cubrir, fui para allá. Magic Eve tiene magos profesionales con horas de material pero sabe que conmigo, además de garantizar un show o un entretenimiento decente, se puede contar. También, soy bastante más barato que los otros magos. 

-Hola, ¿qué tal? Soy Edu, me encargo de la organización del evento. Tus jefas son aquella chica de allá y aquella mujer de allá -dice hablando muy rápido, señalando con un bolígrafo Bic, con el tapón mordido en la punta- pero con quien tienes que hablar es conmigo. Aquella pareja -dice señalando con las cejas y los ojos, más discretamente- son de la agencia y los clientes están ahora en la actividad pero de ellos sí que no necesitas saber nada, sólo que están mirando todo el rato, ¿me sigues?

-Ehm, sí, claro.

Le miro a los ojos y enfoco bien. Parece ir bastante hasta arriba de mandanga, es habitual encontrarte consumidores de cocaína en el mundo de los eventos, tanto de noche como por la tarde. Le sostengo la mirada y asiento para que entienda que puedo seguir su ritmo acelerado sin problemas y aguantar la cancioncita irritante de su voz, sobre la que se apoya para sostener el elevado ritmo al que habla.

-Lo que necesito es que te adaptes, ¿de acuerdo? Ya te han dicho que vas a hacer como máximo media hora, ¿verdad? Puede que sea mucho menos que eso, ¿de acuerdo? Vamos a tener que… Vale, sí, vale… que adaptarnos a cuando venga el grupo… Vale, de acuerdo… aunque de momento tenemos tiempo.

Me doy cuenta de que lleva un pinganillo en una oreja, de que le van hablando y va respondiendo mientras habla conmigo. Me cuenta que estamos en un evento de la prestigiosa marca de dentífricos Colgate, el evento es un detalle con la sección infantil de un equipo de futbol, con el que inician un acuerdo de colaboración y publicidad. 
Hay carteles de Colgate por todas partes, ahora los chavales están con un jugador de la selección nacional masculina de fútbol, que cobra por minutos, así que entraré yo cuando el figura acabe de firmar autógrafos. Me dice que hay que ver cómo lo hacemos porque el futbolista se ha adelantado y ha tenido que reorganizar todo el “planning”. Que hay que meter como sea unas carreras a la pata coja porque el cliente decidió cambiar, de última hora, el ambiente del evento de festivo a competitivo. Por eso, han hecho un partidillo de fútbol con unas pelotas de playa de la marca Colgate, el cual se ha alargado más de la cuenta y ahora se les juntan actividades. 

Me pregunto por qué han contratado un mago para un evento deportivo como éste pero no digo nada. A veces es un capricho de algún cliente, o de alguno de sus hijos, y las agencias hacen lo que pueden por satisfacer todos los deseos del cliente, a fin de que les vuelvan a llamar para el próximo gran evento, con sus suculentas comisiones derivadas de la organización.

Pasan unos minutos y Edu me dice que le confirman que el catering de la cena no puede retrasarse sobre la hora prevista, así que la película debe proyectarse a la hora programada. Así que hay que ver cómo juntamos mi show de magia con las carreras a la pata coja, desde que acaben las fotos con el joven Raúl Albiol hasta que empiece la proyección de la película, lo cual serán unos quince minutos. 
Le digo que lo ideal es agrupar a los chavales en un rincón, se van apartando de a dos, hacen la carrera y vuelven a ver el show. 

-Hagámoslo así, ¿te parece? Reduciré mi contenido a los mejores quince minutos y puede quedar muy bien.

-Mira, lo primero, gracias por adaptarte a la situación. La última vez que tuve un mago, se puso insoportable porque quería un escenario, montar su equipo de sonido y no se qué. Pero no tengas ideas, ¿vale? Me pagan por resolver situaciones con mis propias ideas. ¿Entiendes?

El chaval me mira a los ojos y flipo. Veo, más allá de lo vidrioso y dilatado de sus pupilas, una profunda necesidad de hacer las cosas bien. Me enternece pensar que pese a las ya varias canas que trepan por su cogote, sudado en Otoño, puede tener mi edad o quizás sea incluso más joven.

El grupo de unos veinte chavales aparece y el tipo no ha tenido aún ninguna idea. Habla por el pinganillo enfadado con alguien y luego se gira hacia mí.

-Ponte ahí. Los chavales irán de a dos desde la otra punta del recinto, cojeando con una pierna. Llegan hasta ti, les haces un juego de magia y vuelven cojeando con la otra, ¿vale?

-Ehm,… De acuerdo.

Me quedan algunas preguntas pero decido resolver el asunto sobre la marcha, como hace él.
El tipo coge un micrófono inalámbrico que hay en la mesa del sonido. Hay también micrófonos de diadema e incluso alguno de corbata. Por eso cuando vengo a este tipo de eventos, no traigo equipo de sonido, traiga lo que traiga será peor que lo que ellos ya tienen montado.
El chaval lo hace bien al micro, tiene ritmo y energía, seguro que ha hecho esto profesionalmente antes. Explica a los niños lo que me acaba de decir. Ellos se ponen en fila por parejas, eligiéndose y repartiéndose rápido los rivales entre sí. 
El primer par de chavales llega pronto hasta mí, muy igualados entre sí y mirándose con furia de reojo, saltando a la pata coja. He decidido hacer la aparición de la botella de cristal, cuando los chavales llegan hasta mí, los tengo que frenar antes de que se estrellen contra mis cosas de magia. Se paran en seco delante de mis manos y antes de que haga dos pases mágicos, se miran y salen corriendo en dirección opuesta, cojeando sobre la otra pierna. Hago aparecer la botella igualmente, un par de adultos aplauden, los niños no han visto nada, gritando el nombre de su compañero de equipo todo el tiempo, respectivamente. 
El tipo se acerca a mí, sonriendo, me dice que sonría. 

-Ahora, ¿qué vas a hacer? 

-Ehm… Voy a hacer aparecer algo, también, pero otra cosa diferente.

-¿El qué? Sonríe.

Sonrío estúpidamente y le digo que no se lo puedo decir, lo siento, que son las normas de la magia. Me dice que vale y se gira. Dice al micrófono que ahora hay que llegar hasta mí, esperar a que aparezca algo y cuando aparezca lo que sea, volver rápido.
Los dos siguientes chavales llegan hasta mí menos acelerados que los anteriores. Se me quedan mirando. Hago dos giros de muñeca, dos secretos y aparece un pañuelo rojo entre mis manos. Lo sostengo en el aire con dos dedos, frente a sus caritas de sorpresa, entonces los niños se miran y tratan de agarrar rápido el pañuelo. Grito “¡No!” pero demasiado tarde, uno de ellos lo coge y sale corriendo en dirección contraria, sin pata coja ni nada y el otro le persigue. Llegan y el equipo ganador salta de alegría, mientras los padres y madres, jefes, clientes y hasta yo mismo, nos partimos de risa al entender la confusión de los niños, con el popular juego del pañuelo. 
Miro al tipo que organiza, me levanta el pulgar y me sonríe, corriendo hasta mí de nuevo.

-¿Puedes hacer aparecer pañuelos todo el rato? Es perfecto. Sonríe.

-No, sólo puedo hacer cada cosa una vez. Diles que me lo traigan en la siguiente carrera y lo haré desaparecer.

-No, mejor hacemos otra cosa.

El tipo dice al micrófono que en la siguiente hay que llegar, ver el juego de magia y adivinar cómo lo hace el mago. El que lo descubra, vuelve corriendo y revela el secreto. 
Extiendo las palmas de mis manos hacia arriba, es de locos pensar que voy a cometer un error o que voy a hacer algún efecto demasiado evidente. Aún y si así fuera, jamás revelaría el secreto aunque el niño acertara de lleno en alguna, de las muchas cosas que hay que tener en cuenta para realizar un efecto de ilusionismo. 
El tipo da la salida y los niños vienen a la pata coja. Les hago "la cuerda atravesada" y se quedan flipando. Uno dice, “¡Uala, chaval!” y el otro se muestra ansioso, balbucea como tratando de encontrar, con urgencia, palabras que revelen el efecto. El que ha llegado en segundo lugar a la primera vuelta y es físicamente inferior, me mira con los ojos como platos. Se encoge de hombros, mira a su rival y luego a mí de nuevo.

-Es que… No lo sabemos.

Y el otro dice:

-Sí, yo sí… Ehmmmm… ¡Aix!

Entonces doy una palmada y digo:

-Pues venga, ¡Corred!

El más lento sale corriendo disparado y el otro tarda un segundo en reaccionar, cegado por su pequeña vanidad, tratando de desvelar mi juego. El más canijo llega primero y los del equipo ganador, alzan a su compañero victorioso. Es el más pequeño del equipo y nadie daba un duro por su victoria. 
El perdedor, furioso, grita “No vale, no vale”, viene hacia mí y me pregunta que si adivina el juego gana la carrera, ¿verdad? le digo que no sé, que pregunte a ese señor del micrófono. El niño grita que tengo una barriga falsa, que he sacado la cuerda de ahí. Empieza a sacarme la camisa del pantalón y a apretarme la barriga con las manos. Le aplico el “dedo de hierro” en el costado derecho, sólo válido en casos de emergencia como ése, en el que si la cosa fuera al revés yo iría a la cárcel. 
El chaval se queda plantado y me mira.

-Ya has visto que no tengo una barriga falsa. No pasa nada, a veces se gana y a veces se pierde. Mira qué contento está el muchacho, además.

El niño mira a su compañero de equipo y noto en su mirada que se alegra un poco por él. Dice “Bah, da igual”, y se vuelve corriendo.
Edu recibe noticias por el pinganillo y asiente. Dice al micrófono que es la última carrera por ahora, que el resto se celebrarán después del pase de la película. Desde el otro lado, un niño me enseña el pañuelo que se ha llevado antes y se encoge de hombros. Le digo con gestos que se lo dé a uno de los que les toca correr hacia mí, en la última carrera.
Uno de ellos se muestra excesivamente confiado, hace gestos de desprecio e incluso alza los brazos en señal de victoria. Llegan hasta mí, empiezo a hacer desaparecer el pañuelo que me traen y uno de ellos dice: “Ya me lo sé.” Sale corriendo, tranquilamente, el otro niño se queda mirando fijamente el pañuelo y a mí. Acabo de hacerlo desaparecer y le digo al que corre que no es verdad, que no lo sabe. Entonces él se gira y hace un gesto revelador con las dos manos, dejándome claro que, efectivamente, conoce la técnica que utilizo para realizar ese efecto.

-Tengo el “Magia Porras” del año pasado- añadió, y ganó la carrera con facilidad.

Tragué saliva por mi error. La firma Porras vende maletines de magia para todos los públicos desde hace décadas. El maletín de “Magia Porras” del año pasado, incluía un secreto bastante bonito acerca de la técnica de desaparición del pañuelo, más utilizada entre los magos. Aquello generó críticas de muchos en el sector y en el siguiente lo quitaron, pero ya había muchos niños que lo habían adquirido y el secreto se había difundido un poco. Por eso muchos magos ya no lo hacen en sus shows, aunque a mí me parece demasiado bonito como para quitarlo. Además, si el mago lo hace correctamente, aunque creas que conoces el secreto, no lo verás. 
Debí haber intuido que el chaval podía tener ventaja por su actitud inicial. Me acerqué al acabar la carrera y le pedí que guardara el secreto, como hace un buen mago.

-Si se lo cuentas, les sorprenderás. Pero si no se lo cuentas, les sorprenderás cuando quieras.

El chaval se ríe y me guiña un ojo, alzándome el pulgar. El grupo de chavales y clientes se retira alegremente, de momento van empatados y se meten a ver la peli con emoción. 

Edu deja el micrófono en la mesa, se quita el pinganillo y me da un abrazo. Dice que ha sido increíble, gracias, que qué subidón, resolviendo las cosas al instante y manteniendo la energía arriba. Me pregunta que si puede hacer algo por mí, que tiene tiempo ahora que están viendo la película y que se va a casa a desconectar, aunque yo creo que se le ha acabado la mandanga y va a pillar.

-Bueno, si no te importa, déjame en la estación de tren para volver a Madrid.

La semana pasada, Marcelo me dijo que no contaba conmigo para Octubre en el Serendipia. Que yo estaba muy bien pero que quería algo más orientado a la gente mayor, que son los que se empezaban a decantar como público potencial del lugar, después de haber probado todas las opciones de público posibles. Así que ha cogido a un jubilado que hace imitaciones y chistes, al que además paga doscientos euros menos que a mí, por el mismo trabajo. 
Por eso he vuelto a Magic Eve y ahora tendré que hacer muchos bolos surrealistas como el de hoy, para ganar lo que ganaba en el Serendipia, más el resto que necesito para las fotos nuevas para Queensland.

Escribo como un loco en mi libreta, apoyada sobre mi pierna, con la pierna apoyada sobre mi maletín de magia, de vuelta a casa tras una actuación metamórfica. 
El tren entra en un túnel y me veo completamente reflejado en el cristal de la ventana de los asientos vacíos a mi izquierda. Como un espejo mágico que me devuelve una imagen de grafito, un segundo interesante, el parpadeo de una vida que soñaba, sobrada de romanticismo, de futuro indefinido, pasado imperfecto y presente continúo. 






















El Intruso y la terapia MTV

Salamanca, 20 fotos bonitas de Noviembre de 2009

Anoche actué con mi espectáculo en esta ciudad de ladrillo pulido y cuidado, que parece un sobresaliente en un examen de Historia. La mayor parte de la población es gente muy joven, sorprende la media de edad de la mayoría, que son estudiantes que se reparten por las muchas y muy buenas universidades, las cuales hacen interesante esta ciudad desde hace cientos de años. La mejor forma de enamorarse de este país es conociéndolo.
Los edificios de las cátedras son impresionantes, los rincones de la ciudad, también, las risas de los jóvenes, que comparten pisos, habitaciones y quizás los mejores años de sus vidas, le dan al aire del ambiente algo como dulce. 

Son las ocho y cuarto de la mañana, estoy tomando un café, escribiendo tranquilo. Me ha costado encontrar algo abierto a esta hora y eso que estoy en pleno centro. No hay nadie en la cafetería, aparte de un camarero somnoliento y, como la mayoría de habitantes, muy joven. El resto debe de estar durmiendo o quizás en clase. No sé a qué hora empiezan las clases en las universidades.
He dormido poco y mal. La habitación de la pensión que te pone el dueño del garito donde actué, tiene una cama pequeña y blanda. Además, me han despertado unos susurros y pequeños ruidos alrededor de mi habitación, a eso de las tres o cuatro de la madrugada, de un par de tipos que han sido disuadidos por los gritos del señor que custodia la entrada de la pensión y ya no he podido dormir bien de nuevo.

-Ven a la hora que quieras, la puerta de la calle está siempre abierta pero no pasa nada, porque estoy yo por aquí. La llave es ésta -dijo ofreciéndome un pedazo de acero, que pesaba más que mi maleta- te aconsejo que cierres por dentro para dormir, a veces hay ladrones por aquí. 

Todo tiene, en general, el aspecto y la sensación de un viejo monasterio o convento reconvertido en hostal, con puertas de madera vieja y hierro, paredes de piedra y cemento, olor a polvo y humedad. La habitación parece una especie de cajón para guardarse. Quizás fuera un trastero originalmente. Tiene unos tres metros cuadrados, más el baño, que tiene uno y medio o así. La ventana es pequeña, da a la calle pero no se puede abrir ni cerrar a menos que te subas a una silla. 
El tipo me dice que si me quiero traer a alguna chica que no hay problema, que él no ha visto nada. Tiene el aspecto de Brutus, el malo de Popeye, y huele como a bodega vieja. Eso fue todo cuanto me dijo, el resto han sido una especie de gruñidos, cuando llegué anoche del bolo y también esta mañana, cuando he salido a tomar este rico café. Pero no he llevado a nadie a la habitación porque mi propia libido se encoge en esa caja de moho, con Bud Spencer durmiendo en una silla junto a la puerta. Además, lo único que le pedía a la noche era que mi primer bolo con mi espectáculo fuera de Madrid fuera muy bien, como así fue, y ahora esa pequeña sensación de triunfo reciente, hace dulce mi café como nunca podría el azúcar.

-Bueno, el follar, ¿Cómo lo llevas?

-Ehm… ¿Bien? 

-Bah, no me engañes, tienes cara de hacerte más pajas que un mono.

-Bueno, últimamente no quedo mucho con chicas, la verdad.

-¿Por qué? ¿Te da miedo? ¿No te gustan las chicas? ¿Qué coño te pasa?

Le cuento que todo lo que he tenido en el último año, son rollos que no iban a ninguna parte y que, de alguna manera, me había cansado del jueguito del apareamiento. Que a veces sentía asco de mí, por repetir las mismas frases y los mismos gestos a chicas diferentes, y ya no sabía si estaba ligando o actuando. 

-Además, esto puede parecer una tontería pero a veces desprecio a las chicas con las que me acuesto. Yo soy actor, cuando conoces a una chica por la noche y le cuentas que eres actor, te mira cómo intentando encajarte en algo que le suene y, cuando ve que no le suenas, te pregunta que de qué cojones eres actor. Entonces les cuento lo que sea que esté haciendo ese mes y, según lo que esté haciendo ese mes, a veces les gusto más o menos y eso me deprime.

Ella me mira con dureza y un cien por cien de concentración. Es mi nueva terapeuta, ha aparecido en mi vida de una forma extraña y milagrosa. A través de una amiga de un conocido, me llegó un proyecto desde la cadena de televisión MTV inglesa. Necesitaban a alguien que hablara inglés, que fuera fumador y que tuviera mucha soltura con la cámara. También podía ser actor pero si lo eres, hay que fingir no serlo. 
Por lo visto, se están poniendo muy de moda vídeos caseros de jóvenes que hablan a la cámara y graban sus mierdas del día a día, así que la cadena ha montado un proyecto internacional, con un aire “youtuber”, para documentar las diferentes formas de dejar de fumar, con diez personas de diez diferentes países de Europa. A mí me ha tocado probar con la acupuntura en España, la cual tiene mucho también de terapia emocional, lo cual yo no sabía.

-No te puedo clavar una aguja hasta que sepa qué coño te pasa. Hay que ver primero por qué fumas.

Me dice que ahora estoy en un proyecto para la MTV inglesa y haciendo actuaciones con mi espectáculo, que seguro que ligo si salgo este mes. Le digo que precisamente por eso, este mes no quiero salir nada, porque ese brillo de ojos traicionero se apagará el mes que viene, si después de este proyecto no viene uno igual o mejor. 
Me dice que me lo monte como quiera pero que me busque la vida para echar un polvo sin complicarme, que es lo que necesito. Luego me clava una aguja diminuta que duele como su puta madre, cerca del riñón, enciende un algodón con un mechero y se va de la habitación cuando las cenizas empiezan a caerme encima y a quemarme la espalda y el culo.

-Well, I just got out from my Accupunture session, it’s been unexpected. She is very honest, a very special person, and talks to you like she was an old friend… I kind of like that… Well, she said that I have to… ehm… go out more, and enjoy my life and… try to discover new… ehm.

Corto la grabación y parpadeo un poco. El trato con la cadena es grabarme nada más salir de la sesión para captar las primeras impresiones, las más auténticas, del tratamiento. Pero también hay que tener en cuenta que las grabaciones irán emitidas casi sin edición, así que hay que vigilar el lenguaje que se utiliza, hacerlo apropiado para todos los públicos. 
Ana, la terapeuta, me ha dicho que ella habla así a sus pacientes porque así es como ella habla. Dice que es muy buena en lo suyo, como ya me han asegurado, así que lo que importa es lo que me diga y no cómo me lo diga. Es una mujer grande y rubia, que me recuerda bastante a las mujeres irrompibles de mi familia, así que me cae muy bien con su aspereza. 
Pero no puedo decir a cámara lo que me ha dicho y no se me ocurre cómo maquillarlo. 
Apago la cámara con cuidado y la guardo. Es nueva, la estreno yo, me la ha enviado la MTV desde Londres, junto a un ordenador portátil de puta madre, nuevo también, para grabar los vídeos, descargar los archivos y enviarlos, sin que la tecnología suponga un problema. Seguramente, los diez participantes de este show nos quedaremos con las cámaras y los ordenadores al acabar el trabajo, junto a las mil libras acordadas. Es una suerte de curro y quiero hacerlo bien, me he inventado que soy camarero y masajista (que no es mentira del todo) y ahora a ver qué me invento sobre lo que me ha dicho la terapeuta, que seguramente tenía razón.

Mis compañeros de piso me dicen que necesito una novia. Que cuando encuentre una chica buena e interesante que me quiera, cambiarán muchas cosas en mi vida para bien. Pero yo siento que tengo poco que ofrecer ahora mismo a una chica especial, con mi inestabilidad laboral, económica y mi habitación en un piso compartido, que siempre está sucio de cojones. 
La verdad es que lo de compartir piso ha estado muy bien por un tiempo, vivir una especie de re-make latino de la serie Friends en mis propias carnes, hacer algunos amigos para salir de marcha y algunas amigas para hablar de cosas importantes. Pero necesito estar a mi rollo un tiempo, claro que si ya voy justo para vivir en una habitación, ni me puedo plantear un piso para mí solo.

Salgo de la cafetería Salmantina a echar unas fotos a los callejones y los edificios. También a algunos señores mayores que llenan el paisaje de verdad y ternura, sin darse cuenta. Voy al edificio donde está la famosa rana encima de una calavera y la encuentro muy rápido, quizás por suerte, quizás porque hay varios turistas frente al edificio señalando hacia la zona donde está. 
Cierro la cámara de fotos y me voy a guardar un rato en mi cajón. Mi bus de vuelta a Madrid sale a las 12h y me apetece descansar un poco. 
Ayer por la tarde, fui en mi pequeña y vetusta moto hasta Getafe, hice un bolo con mi media hora de magia en una plaza, contratado por una asociación de ayuda a la infancia que no podían pagar a un mago durante una hora. Cuando acabé, cobré y salí disparado, desde Getafe a la estación de autobuses, até bien mi pequeña y vetusta moto en una farola y cogí el último bus que me dejaba a tiempo en Salamanca, para la actuación de las 22h. 
Gracias a éstas y otras locuras de dobletes, a sudar mucho y al trabajo para la MTV, este mes tengo por fin dinero para hacerme las fotos para Kuranda. 

Es importante que siga acudiendo al Comedy Club, que es un nuevo local de comedia en el centro de Madrid, porque pulir el show y fijar una hora completa de monólogo, sin magia, que es lo que ahora necesito ya que es lo que más se vende, no lo es todo. Sobretodo necesito encontrar contactos, teléfonos y consejos, confundirme dentro del gremio de monologuistas y cómicos. 
El Miércoles pasado estuve ahí, probando algunas partes de mi monólogo y, gracias a un cómico muy simpático con el que estuve charlando, me salió la actuación de anoche y sus respectivos doscientos euritos.
El Comedy Club es la evolución de lo que fue el Triskel, el cual está empezando a dejar de hacer micro abierto de monologuistas, si no ha dejado ya de hacerlo. 
En el Comedy Club, además de laboratorio de comedia y micrófono abierto los Miércoles, hacen espectáculos de humor, monólogos y también música en vivo los fines de semana. Un poco lo que hacía Marcelo con la Janagah pero en una ubicación céntrica, luminosa y llena de magia.
La promoción del espectáculo, Cristóbal, que lo organiza todo, y la mayoría de los cómicos ahora se han mudado ahí, junto a la Gran Vía, en la plaza Santo Domingo, en una zona y con un escenario en el que apetece mucho más empezar una carrera como cómico, en mi opinión. 
Allí está todo mucho más organizado, hay más control de lo que se bebe de gratis y también del tiempo que se está al micrófono, lo cual no es del agrado del algunos cómicos. 

En el Triskel, en Malasaña, casi cada Miércoles, Cristobal dejaba el micrófono a las once y media o doce, según la hora a la que hubiera empezado el show. Entonces, decía que el acuerdo que él tenía con el dueño del garito había acabado pero que no podía echar a la gente así que el micrófono quedaba abierto y él se retiraba. A veces, la cosa se estiraba hasta la una o una y media, en noches memorables de comedia e improvisación que parecían no querer acabar nunca. También, el dueño de aquel Irish Pub era un tío cojonudo y se estiraba en cervezas, incluso whiskys, para algunos cómicos habituales. 

En el local del Comedy Club, todo está muy organizado y, cuando llega la hora que Cristobal ha acordado con el dueño para acabar el espectáculo, despide el show, pone una música y apaga las luces, falte quien falte por subir al escenario. 
Santiago, mi amigo, no va tanto por el Comedy como iba por el Triskel. Le gusta más el rollo rockero y bohemio y no le encanta que, en vez de un whisky, tenga que tomarse dos cervezas o pagar la diferencia de su bolsillo, cuando se pasa por el Comedy.
Así que ahora no le tengo a él como contacto y me tengo que buscar la vida, tragarme mi timidez y tratar de conocer gente. 

Santiago y yo ya hace algunos meses que no hablamos. 
Me presentó a unos amigos cómicos con los que ahora convive. Además de compartir piso, van compartiendo bolos de monologuista, se pasan trabajos y se ayudan con los chistes nuevos que están escribiendo. Pasan la mayor parte del día y también de muchas noches, juntos. Se le ve alegre, sigue haciendo bolos por ciudades, tiene sus rolletes con chicas de vez en cuando y ya tiene casi listo un segundo monólogo de una hora. Ha grabado ya su monólogo para la Paramount Comedy y le va bien. Se lleva bien con los otros dos tipos y están todo el tiempo de risas.
Yo, en cambio, no sentí que encajara bien. Santiago me invitó a comer bolas de arroz a su casa, les conocí ahí. Me decían que era un intruso de la comedia, que con esta cara de guapito que tengo, me centrara en lo de actor. Yo tengo serios problemas para afrontar este tipo de discusiones pero el tema surgió en la primera ocasión, se repitió en la segunda y también en la tercera, la cual fue la última vez que salí con ellos. No quiero perjudicar a Santiago pero sus amigos y de alguna manera socios, son unos gilipollas. Discriminar a alguien por considerarle más guapo que tú, es lo mismo que hacerlo por que te parece más feo. Les hablé de Jim Carrey, de Jerry Seinfield, de cómicos atractivos que se han dedicado al monólogo. Me dicen que lo único que cuenta es la comedia de aquí, española de toda la vida, y se llevan el paquete completo para fachas y subnormales. 

Lo peor es que, de alguna manera, tienen razón. Mi intención con la comedia, como con la magia, en este momento de mi vida, es que me dé para comer, pagar el alquiler y hacerme las fotos nuevas para Kuranda. Pero creo que si lo hago bien, con respeto y sobretodo si la gente disfruta con mis actuaciones, tengo tanto derecho como cualquiera a meterme donde me dé la gana. Hay muchos magos que también me consideran un intruso pero yo jamás me he llamado mago, ni monologuista, sino cómico y actor, con diferentes recursos. 

El Miércoles pasado, llegando de vuelta del Comedy a mi habitación, pensando en lo que me había dicho mi nueva terapeuta, recibo un mensaje de uno de mis compañeros de piso. 
Dice que su invitada está en la puerta, sin llaves, y habría que ir a abrirle. Lo del “Crocht Surfing” está ganando popularidad en el piso y todo el mundo en casa se ha abierto un perfil, planeando ya las vacaciones del verano que viene. A menudo, es importante tener buenas referencias de otra gente de la plataforma, para que luego te acepten con más facilidad como invitado a donde quieras ir. Por eso, casi cada semana hay una persona extranjera invitada en casa por unos pocos días, casi siempre del género femenino, por alguno de mis compañeros de piso.
Le digo que estaré ahí en unos minutos y me responde que si no me importa, que me acueste con ella. Invitó a esa chica hace dos semanas, le hacía gracia, pero este fin de semana pasado conoció a una chica especial y, para cuando llegó la joven viajera, él ya tenía la cabeza y algo más en otro lugar. La chica se va mañana, yo la conocí por la tarde, intercambiamos un par de bromas y miradas, creo que le gusté. Mi compañero me dice en otro mensaje que ella venía muy dispuesta a pasar un buen rato y le sabe mal que se vuelva de vacío, que cree que yo le he gustado.
No contesto a ese mensaje, me quedo pensando mientras camino. Después de Laura y de ver que podía hacerme daño con el juego, no me había liado con nadie en los últimos tres meses. Aparte de Andrea, claro, pero no cuento aquella experiencia como un encuentro sexual si no como algo bonito y especial que compartieron dos personas libres.
Andrea es amiga de una compañera del piso, joven programadora cultural, lesbiana, me contaba que se ha liado con algún tío en su vida pero lo que le gustan de verdad son las mujeres y las chicas. A mí me pasa exactamente igual, le dije, y aquello le hizo tanta gracia, su sonrisa era tan limpia y cristalina, que reímos, bailamos y acabamos divirtiéndonos de todas las formas en que sabíamos y también de otras que no sabíamos y descubrimos aquella noche. Acabó la noche y no hubo día siguiente.

Llego hasta el portal y abro la puerta para Kaisha, me dice que “Thank you very much” y no me quita los ojos de encima. Ella es Danesa y algo más bajita que yo, sus ojos son azules brillantes y blancos, como el cielo Escandinavo. Me pregunta que de dónde vengo, le digo que del “Comedy Club” de probar un poco de material cómico porque la semana que viene tengo una actuación, en Salamanca, con mi espectáculo en solitario. Sus ojos cobran ese brillo vanidoso, mentiroso, irresistible. 
Estamos en el ascensor, doy un paso al frente, espero un segundo buscando confirmación y empiezo a besarla. Luego, en mi cama, juego a perderme en su mar azul con mi cuerpo y a encender y apagar, con mis dedos, las luces de sus ojos. Realmente necesitaba algo así, ha sido un tiempo de abstinencia y me entrego como un reptil a la luz del Sol.
Al acabar, me besa, me sonríe, me besa, se viste y se va a dormir a su cama de invitada.

-Maybe it sounds weird but… ¿Thank you?

Le digo que okay, sorprendido, ha resuelto el incómodo trámite muy rápido. Me siento un poco extraño pero, pasado un minuto, me viene uno de esos peos fuertes que salen cuando te relajas mucho. Aprieto con fuerza, el sonido y el hedor son insoportables. Sonrío feliz de estar solo y me duermo.

Voy en el bus, de vuelta a Madrid, he dejado la bella Salamanca dando un paseo, sintiéndome artista y un poco importante.













































La segunda Te del TDT

Madrid, trabajo y más trabajo, 20 de Diciembre de 2009

En una sala grande y lujosa, en un centro de convenciones a las afueras de Madrid, durante una cena de Navidad, entre los trabajadores y altos cargos de una empresa grande, hay montado un escenario. Trabajadores, jefas y jefes de cada una de las muchas secciones de la empresa, se mezclan con el vino y las risas, unos departamentos se caen mejor que otros. Hablan mucho y ríen alto, ajenos al monólogo que se oye a través del equipo de sonido, de primera calidad, que hay montado en el escenario. Pasan camareros con bandejas de comida, ofrecen canapés y explican la composición de los mismos a la gente que los prueba, un camarero ofrece un canapé al cómico que está en el escenario, recitando un monólogo al que nadie presta atención.

-Soy de Hospitalet de Llobregat, es una colonia Ecuatoriana que queda al sur de Barcelona…

En Madrid, la temperatura es de dos grados bajo cero y yo estoy sudando por el cuello. Me esfuerzo en proyectar mi voz y mi energía pero nadie, absolutamente nadie está mirándome. 
Esto es todo lo contrario a lo que soñaba cuando soñaba con actuar con mi propio monólogo. Es una especie de pesadilla en la que, de un momento a otro, alguien puede girarse y hacerme callar con el dedo, o irse todos y dejarme aquí solo hablando. No ocurre nada de eso, sólo siguen bebiendo y hablando, mientras yo sigo diciendo las frases de mi texto, para nadie.

Contrariamente a lo que pueda parecer, el monólogo de humor es trabajo de mucha gente, del cómico y de la gente que lo está presenciando, aunque sólo cobra uno de ellos. Un buen monólogo está pautado y estudiado para que la gente ría en ciertos momentos, con un orden de intensidad gradual en algunos casos y constante en otros. Las pausas y los cambios de ritmo durante la actuación son necesarios y para eso necesitas a la gente, para que rían o aplaudan, o las pausas quedan como que te has olvidado el texto y los cambios de ritmo como que te has vuelto loco.

Harto de hablar sólo, saco un juego de magia con cartas en el que hay tres o cuatro chistes buenos, lo alargo todo lo que puedo y completo la media hora por la que me pagan. Apago el micro y me voy sin esperar ningún aplauso.

-Disculpa, he metido un juego de magia al final, no me escuchaban y no sabía qué hacer.

La chica, quien organiza el evento en este lujoso centro de convenciones, parece relajada.

-Bueno, es con lo que más se han reído de todo. Lo importante es que se rían, ¿no? 

-Es lo que yo siempre digo. Aunque mucho caso no me han hecho, la verdad.

Me dijo que no me preocupara, que no había sido culpa mía. Que, a veces, las empresas organizan estas cenas como un niño rico que hace la carta de los reyes magos, piden más cosas de las que necesitan o quieren y luego no hacen ni caso. Me señaló a un señor que estaba sentado en un sofá de la sala. Es caricaturista, le habían contratado para dos horas y no había regalado ni un sólo retrato. La gente se había incomodado con su presencia, a los pocos minutos, porque mira muy fijamente para poder dibujar y le habían pedido que se apartara para no molestar.

-En cuanto llegue la hora, cobro y me largo- dijo apretando el morro y levantando las cejas, con un aire sereno, haciendo girar su lápiz entre sus dedos índice, corazón y pulgar, como si estuviera acostumbrado a ese tipo de cosas.

Llevo veinte días seguidos sin un día libre, entre cosas de mago en eventos de empresa, lo cual es muy recurrido en estas época del año, también monólogos y otras cosas. Aunque me alegro, por que así me evito pensar. 
Es el cuarto monólogo en un mes, el de Salamanca, uno en Leganés, otro en Zaragoza y éste, que sin duda ha sido el peor. Los demás han funcionado bien pero necesito muchos más trabajos para poder pensar en vivir de esto, como me gustaría. Mis actuaciones funcionan muy bien pero los dueños de muchos garitos se echan atrás antes de contratarme, cuando les digo que algunos fragmentos de mi espectáculo de comedia, son divertidos juegos de magia. Muchos piensan que mi show será un coñazo por lo que ya han visto de magia antes y es que hay que reconocer que la mayoría de los magos, aún y los que se consideran divertidos, resultan cargantes e insípidos.
Así que mientras desarrollo media hora más de texto, tengo que hacer otros trabajos para ganar dinero, como por ejemplo de hombre caja.

Meg me llamó para felicitarme por las fotos nuevas. Me dijo que, sin embargo, había sólo una que le gustara mucho a Kristine y que tendría que pensar pronto en hacerme una sesión nueva. Aunque lo más importante es que hiciera cuanto antes un curso de interpretación, con alguien de nombre conocido. Sin embargo, las noticias para esta Navidad son buenas. Después de muchas charlas con Kristine, se ha creado una rama de Kuranda para actores y actrices que tienen potencial pero aún no están a un nivel óptimo, como para fichar por la gran agencia. De esta forma, la empresa amplia el repertorio de oferta de gente, al poder cubrir episódicos y proyectos alternativos, con actores más asequibles que los principales de la agencia.
Me dice que lo llevará ella y que estaremos Pedro Rojo y yo, que el resto de actores son de otros perfiles más mayores o más jóvenes y que está segura de que nos saldrá algo pronto a los dos. Meg, a su vez, pasa de llevar la sección de publicidad a ser representante de verdad, aunque sea de gente aún no conocida. A partir de ahora, dice, me podrá dar muchas más pruebas de verdad.

-Vale, qué emoción, Meg, muchas gracias. Pues ya hablaremos y felices fiestas si no nos vemos.

Cuelgo el teléfono después de hablar con Meg y vuelvo a mi conversación con Alicia. Hacía dos años que eso no pasaba y tengo un “flashback” a nuestro ático abuhardillado. 

-¿Aún no te has acostado con ella?

Me río y le digo que no, que qué tal ella y que si ya se ha acostado con su guitarrista. Alicia ha estado trabajando de camarera y proyectando su carrera musical. Conoció a Gustavo Guerra, que es primo de un cantante que fue muy conocido en su década, y con él montó un grupo de música jazz, que suena de maravilla y va dándose a conocer, bolo tras bolo, en el ultramundo alternativo de salas de conciertos y música en vivo del centro de Madrid. Es un mundillo tan interesante como el de la comedia pero unas tres o cuatro veces más grande.
Alicia y yo hemos quedado para firmar un papel simbólico, en una cafetería cercana al último piso en el que convivimos. Ella ha encontrado una oportunidad en el barrio de al lado y se va con Montserrat y su gato Birmano, a vivir allí. Así que yo vuelvo ahí, ya que es el piso del que me fui cuando rompimos, y alquilo una de las habitaciones a un joven estudiante Portugués que no está casi nunca en casa. 
Quedan un montón de cosas que teníamos a medias y que ahora hemos de repartir, ella ha redactado una lista de lo que considera que le pertenece a ella y a mí, la firmo sin mirar.
No le hemos dicho a la dueña del piso que hemos roto pero no creo que le importe nada mientras el dinero del alquiler llegue puntual, cada mes. 
Le cuento que acabo de hacer una terapia con acupuntura, muy buena, que he dejado de fumar desde hace casi dos meses gracias a un trabajo para la MTV, e intento, en definitiva, hacerme el interesante. Le pregunto que si está con alguien y me dice que sí, que una chica algo mayor que ella que por lo visto la hace sentir todo lo especial que es. 

Busco entre mis tripas y no encuentro ni una gota de dolor. No creo que lo tenga tan superado, sin embargo. Si en vez de una chica, me estuviera hablando de un chico o un hombre, sé que sacaría fuego por la nariz y los ojos aunque no lo mostrara. No entiendo la sensación, no sé si es algo fálico o machista o qué, pero me da igual porque lo importante es que tengo un sentimiento bonito, donde debería ir rabia o pena y la verdad es que me alegro por ella. 

Acabamos de firmar, pagamos los cafés y nos levantamos de la silla. Nos miramos y nos abrazamos, luego nos volvemos a mirar y nos besamos. Todo muy natural, como si ayer hubiera sido hace dos años. Con la misma naturalidad, sin prisas pero sin dudas, nos dirigimos al que ahora es mi piso y nos estiramos sin ropa en el enorme colchón, que acabo de firmar que se queda ella.

Al cabo de una hora de hacer el amor, la pasión, la libertad, de hacerlo todo y después perderlo, Alicia se viste y se prepara para marcharse. Le pregunto si quiere repetir alguna vez, dice que no quiere joder lo que tiene ahora con su nueva relación. 
Se va y me quedo raro. Con Ana, la terapeuta de la MTV, llegamos a la conclusión de que yo sentía un vacío profundo desde que rompí con ella, el cual me llevaba a fumar. Me clavó unas agujas para que el tabaco me diera asco y también me ayudó a ver que yo estaba fuerte, bien y que realmente no echaba de menos a Alicia, así que no necesitaba fumar. Sin embargo, aquella pasión, esta pasión que acabamos de compartir, eso sí que lo he echado de menos, porque es difícil llegar a ciertos grados de placer y libertad con una amante ocasional o con un rollo de una noche. Pero no se volverá a repetir, pienso, y me doy cuenta de que mientras pensaba todo esto, he bajado a la calle, he comprado un paquete de cigarrillos y un mechero. 
Me enciendo uno, doy una calada y veo las estrellas del gusto.

Es Domingo y esta tarde tengo trabajo. Tengo que ir a un lugar concurrido de Madrid a hacer de hombre caja. 
El departamento de interior de la comunidad de Madrid ha lanzado una campaña previa a las Navidades, para concienciar a la gente, principalmente a los mayores, de que la televisión por antena se acabará el año que viene para siempre, así que hay que obtener y sintonizar el aparato de la TDT, o comprar un televisor que lo incluya. La campaña es puramente informativa, hay tres personas contratadas para llevar una caja, con cada una de las letras de la TDT, tres días por semana. Yo soy la segunda Te, la de color rojo. También llevamos una peluca rizada de los chinos, del color de nuestra letra. Estamos durante tres horas, en distintos puntos de Madrid, tratando de dar folletos e informar a la gente mayor, del tema de la tele. Pero la gente mayor se aparta cuando nos ve, nos dicen: “No, gracias.”, antes de que les expliquemos nada, así que realmente nos pagan por estar por ahí, dentro de la caja con la letra. Luego, cada hora, el azafato o azafata del stand, pone una música estúpida y las tres letras bailamos una coreografía estúpida, que no nos gusta y nadie mira, ni siquiera el azafato o azafata.

Al segundo día, me di cuenta de que no había nadie supervisando el trabajo. El que montaba y desmontaba el stand, era un currante de una agencia de eventos a parte, yo estaba ahí por Magic Eve, las otras dos letras, también. Eran un chico y una chica más jóvenes que yo, se gustaron desde el primer día y estuvieron coqueteando, a lo suyo, desde el primer momento. El azafato o azafata de turno, es una persona joven a la que pagan por apuntar el nombre de gente en bases de datos, para calcular cuánta gente aún no estaba familiarizada con el tema en Madrid. Pero nadie deja sus datos porque no se fían, así que no levanta la vista de su teléfono móvil en toda la tarde. 
Por probar, el segundo día, me fui por ahí a la media hora de haber empezado el trabajo y volví pasada una hora. Las otras dos letras seguían charlando tiernamente, la azafata, en este caso, miraba al infinito como si la hubieran desconectado y nadie me preguntó dónde había estado todo ese rato. Les pregunté si querían hacer la coreografía y me dijeron que pasaban, si no me parecía mal. 
La semana siguiente y muchos otros días, llegué al final o ni siquiera aparecí. El Sábado pasado se hacía la acción de la TDT en la Puerta del Sol, Jim vive justo al lado, en la calle Aduana. Llegué al lugar de trabajo, saludé al equipo y fui a casa de Jim. Le dije que pusiéramos una peli de James Bond y que, cuando acabara, volvería al trabajo. Si sois fans de James Bond o estáis familiarizados con la duración de sus películas, entenderéis la vergüenza que me da este curro o el morro que a veces le echo a la vida.
Al acabar la peli, volví al stand y mis compañeras letras querían hablar conmigo. Yo llevaba dos días pasando de ir y habían notado que no había nadie controlándonos, así que querían lo mismo para ellas. Les dije que me parecía bien, que con que hubiera una persona dando folletos a los mayores, para el caso que nos hacían, era de sobra. 

Así que esta tarde tendré que ir, ya que me toca cubrir a la pareja de enamorados, que vete a saber lo que harán durante este tiempo libre, pagado, del que van a disfrutar a la salud del gobierno. Hoy es el último día, en cualquier caso, porque allá donde vamos hay problemas para montar el stand. Los Papa Noeles que hay en cada esquina, dando caramelos o folletos de otras cosas, se quejan de que no se les ve con nuestras cajas. Así que han decidido cancelar el que puede que sea el trabajo más ridículo que he hecho hasta ahora como actor, aunque me ha dado un sueldo como para poder ir de vacaciones de Navidad a Barcelona a ver a mi familia y quizás este año poder hacerles algún que otro regalo.

Me parece increíble cómo he pasado de trabajar para la MTV a ser un hombre caja, en sólo una semana. Este mes no hay brillo de ojos que me pueda beber, dicen que Brad Pitt empezó haciendo promociones en la calle, disfrazado de pollo gigante. Pero también hay mucha gente que ha hecho trabajos ridículos y que nunca ha llegado a nada.

La casa está vacía y, a veces, ausente de algo que tuvo que ver con Alicia. Ella se ha llevado la mayoría de las cosas pero mi compañero portugués ha re-decorado muy bien el ambiente, con un punto artístico que me encanta. Él estudia diseño y es un niño pijo con muy buen gusto, joven pero de fácil y profunda conversación. Sus padres le pasan una suculenta manutención cada mes y él los quiere tanto que se ha ido a Lisboa por todo el mes y hace semanas que vivo solo aquí, acordándome a veces de mis compañeros de piso y echando un poco de menos lo fácil que era distraerse, con aquella gente loca y amable. 
Pero ahora puedo ver películas, escribir, estar a mi rollo y, desde el primer día que volví y por culpa de Alicia, fumar todos los cigarrillos que me apetezcan. 
Hasta que desaparezca el recuerdo de su sabor, otra vez, a base de llenarme la lengua de humo.














































Vaneco Velarde y la ACB

Benidorm, carretera y charla, 24 de Enero de 2010

Arturo conduce la furgoneta de vuelta a Madrid y mira la carretera con atención. Es un hombre nervioso, eso hace que a veces se complique un poco la vida, pero es un jefe honesto y cercano.
La ciudad va quedando atrás, haciéndose pequeñita. Parece un parque Jurásico de dinosaurios gigantes, hechos de ladrillo pero vivos. A mi madre siempre le ha gustado esta ciudad y sueña desde hace décadas, con pasar sus vacaciones aquí. Yo he venido por trabajo, salimos a tomar una cerveza ayer Sábado y la verdad, creo que mi madre no se pierde nada. Nos aburrimos pronto y me di un paseo por ahí, mirando al mar, de noche, recordando otros veranos y algunos viajes. 
Los edificios gigantes y lo austero del resto de cosas en Benidorm, hacen pensar en un gran decorado. No ayuda que, si no eres un turista de más de sesenta años, en esta época de frío no hay nada que hacer. Aún y así, en las ciudades de la costa, la belleza te acecha en cualquier rincón esperando para recordarte la suerte de estar vivo. Cuando ves las luces reflejadas en el agua, con esa perfecta fusión de belleza eterna y pasajera, natural y artificial, sólo puedes relajarte, sonreír y brindar por el silencio de las cosas.
Hemos venido a Benidorm a dormir, por un bolo que hemos tenido esta mañana en Alicante, durante un partido de baloncesto de la liga ACB. Ha sido una actuación de prueba, por suerte ha salido bien. 

El día 3 de Enero ya estaba en Madrid, de vuelta de Barcelona, actuando en solitario en el Comedy Club un Domingo por la tarde. El show fue bien y la gente se rió pero con el porcentaje de taquilla para la sala, más un técnico que te ponen y te cobran aunque no lo necesites, sumado a que tuve una entrada normal tirando a floja, la cosa me repercutió unos tristes cincuenta eurillos.
Es mal momento, dicen los cómicos más veteranos del Comedy, para sacar pasta con la comedia. La gente ha gastado mucho durante las Navidades y sale poco, los dueños de los garitos también han gastado mucho y contratan pocas actuaciones.

El viaje a Barcelona estuvo bien, abracé a mi familia y lo pasé genial saliendo con mis hermanos, pero me gasté los pocos ahorros que tenía en regalos y ando de nuevo con el agua al cuello.
Después de mi bolo en el Comedy, mientras hacía cálculos de qué productos podía consumir, sin que se notara mucho, de la despensa de mi compañero de piso, recibí una llamada que lo cambiaba todo. Eran los jefes de mi equipo de las giras de Los 40 principales. Me dicen que tienen una propuesta para los próximos dos meses. 

Juan, un chico que viene a ayudar a montar los carteles y a conducir en caso necesario, va durmiendo o quizás haciéndose el dormido. Arturo y yo charlamos hasta que nos duele la garganta, son más de cuatro horas hasta casa y siempre hemos tenido una empatía misteriosa y alegre. Nos encanta hablar y conectamos mucho, aunque somos de especies distintas. Él es hijo de un alto cargo, ya jubilado, de Movistar. Me cuenta cosas alucinantes que hacen para sacar pasta a sus clientes.

-¿Sabes estas veces que de repente se te corta la llamada? ¿Qué haces? Pues vuelves a llamar y te olvidas del tema, ¿verdad? Pues mira, supón que la compañía necesita un ingreso rápido de unos cien mil euros, ¿vale? Pues un señor aprieta un botón, espera dos segundos y lo vuelve a encender. Eso ha cortado todas las llamadas de su red de clientes y las ha vuelto a activar. Cuando vuelven a llamar, todos pagan de nuevo el establecimiento de llamada, ¿verdad? Supón que vale unos diez centimos, aunque es más, y que en ese momento estaban hablando una cuarta parte de sus clientes, que ponemos que sería un millón de personas, aunque son más.

-Diez céntimos por un millón de personas, son cien mil euros. 

-Y sólo por apretar un botón.

Arturo sabe mucho de libros, filosofía y cosas de la vida. Es más de diez años mayor que yo y mi jefe ocasionalmente, desde hace dos. Es alto y fuerte pero tiene una bella capacidad para mirar a la gente de tú a tú, con sus ojos brillantes de azabache, que le dan una simpática ternura.
Él y su mujer tienen una agencia de eventos y recursos de marketing. A menudo necesitan presentadores o actores para algunas cosas, aunque la mayor parte de sus trabajos son de decoración y suministros. Son dos personas encantadoras, aunque jueguen a las grandes comisiones de vez en cuando y barran mucho para su casa. 
Ellos me contrataron, confiando en mí, el primer año de la gira. Por lo visto lo hice bien y el jefe de la gira les dijo que yo tenía que repetir el verano siguiente, a cualquier precio. Entonces me llamaron y me preguntaron si me interesaba volver a la gira, les dije que sí, claro, y como no sabía nada de su conversación con el gran jefe, ni pregunté por el sueldo entendiendo que sería el mismo. Me pagaron lo mismo que el año anterior, efectivamente, pero pasaron al jefe el doble de precio, adjudicándose un cien por cien de comisión sobre el veinte por ciento que ya manejaban. Eso me lo contó Juan esta mañana, hace años que trabaja con ellos y se entera de todo.
Aún y así, son buena gente y me caen bien. Durante las giras, resulté antipático para la mayoría, como ya he contado, pero ellos me animaban. Decían que la mayoría eran unos falsos sin personalidad propia y que yo les caía mal por ser diferente, auténtico y con carácter. Como un vino, pensé, pero me alegraron aquella noche de Agosto. Aunque no sé qué dirían a los demás cuando se quejaran de mí, por que ellos eran jefes de todos y su labor principal era mantener un clima armonioso en el equipo y mediar en los conflictos.

Durante la gira, Laura, mi lío de verano, y Esther, la socia y esposa de Arturo, hicieron muy buenas migas. Así que Laura, directora de departamento de marketing de la firma Leche Pascual, llamó a Esther para proponerle un proyecto, para vender unos zumos Pascual, durante los descansos de partidos de básket de la liga nacional. Necesitan a un tipo al micrófono que realice un concurso de triples en el descanso del partido, con la camiseta naranja de Leche Pascual y que diga muchas veces el nombre de la marca, por si alguien no sabe leer. Lo más complicado es que, antes de eso, hay que decir en menos de un minuto, los números (elegidos al azar) de los tres concursantes, que son gente del público, y también la zona a la que deben dirigirse, el premio que hay para el ganador, que es una tele de puta madre, y por último, al menos un par de veces, decir el nombre de la marca. Se hace durante algún tiempo muerto del primer o segundo cuarto, es decir, hay un minuto cronometrado entre bocinazo y bocinazo para decir todo eso.

-Buenas tardes, desde Leche Pascual. A continuación vamos a decir los números afortunados para participar en el concurso de triples de Zumos Pascual, que tendrá lugar durante el descanso de este emocionante partido. Los números que vaya diciendo que se dirijan a la puerta nueve con su boleto. El seis mil novecientos cincuenta y siete,… el veintidós mil dos,…. 

Me doy cuenta de que empieza a reverberar el sonido en todo el estadio. Algunas personas del público se tapan los oídos y el MC del partido me hace gestos repetitivos, con la palma de la mano hacia abajo y los ojos entrecerrados. Es la primera vez que trabajo en un recinto tan grande con un micrófono, me acuerdo de un cursillo que hice, hace años, y entiendo lo que está pasando. 

Si hablas muy rápido al micrófono de un equipo de sonido con tantos altavoces, en un recinto cerrado como el de este estadio, unas ondas de sonido se mezclan con las otras y no se entiende nada de lo que dices. Se forma un sonido de “uuuuu” muy molesto para el público, que ningún técnico puede arreglar. Era la primera vez que me pasaba, el mayor número de gente para el que había trabajado había sido durante la gira de “Los Cuarenta”, ante unas mil personas en las mejores ciudades pero siempre con altavoces gigantes en un sola dirección y en espacios abiertos. 

Empiezo a pausar mi discurso, a tirar las palabras de a dos o a tres, que es lo que hay que hacer en estos casos, pero ello me desajusta por completo el tiempo programado. Había ensayado hasta cien veces esto en casa, me sobraban unos ocho segundos, aún y contando con que los tres números afortunados fueran decenas de millar. Hablar rápido no es un problema para mí, nunca lo fue, lo duro ha sido con los años, aprender a hablar lento. El problema es que aún soy novato en algunas cosas, pese a mis veintiocho años, y no había previsto la pausa y el tempo que hay que respetar, cuando se trabaja con un micrófono en un recinto grande y cerrado. 

Para cuando acabo de leer el último número y estoy diciendo lo de la tele, ya tengo a diez tíos gigantes a mi alrededor, mirándome con incomodidad, así que digo “¡Gracias!” Y me voy gritando el nombre de la marca, asustado como un niño en un mundo de adultos.

Arturo me dice, cuando pasamos Albacete, que el cliente está muy contento. Se ve que han enfocado justo cuando yo estaba saliendo de la pista y se ha visto la camiseta de Leche Pascual, por un instante, en las televisiones locales de las ciudades de ambos equipos. El realizador de televisión, en cambio, estaba muy enfadado porque no estaba contratada ninguna publicidad de la marca durante la emisión. Que la próxima vez mida mejor el tiempo pero que hemos pasado el examen. Este partido ha sido entre el Alicante y el Granada, porque era de prueba, pero a partir de ahora vienen varios partidos del Madrid, Barcelona, Estudiantes y La Peña, y no puede haber ni un error.

-Y ¿no te da corte hablar delante de miles de personas? ¿No tienes miedo de equivocarte o algo así?

Me encojo de hombros y miro la carretera. No creo que quiera realmente una respuesta, se nos han acabado los temas profundos hace diez minutos y ya no sabemos de qué hablar. Lo de equivocarte está ahí, puede pasar, pero si no le das importancia, la gente tampoco. Lo de las miles de personas sí que me daba cierto respeto pero hoy me he dado cuenta de que no puedes ver a miles de personas a la vez, mientras trabajas para un gran público. Según la zona a la que miras, abarcas unos quinientos como mucho, luego miras para otro lado y hay otros quinientos. No son los mismos de antes, pero siguen siendo tu público. Eso hace que se perciba una sensación diferente a la que me esperaba, menos agobiante. Además, desde lejos se les ve pequeñitos e inofensivos. No pensaba en la gente, me lo he pasado muy bien dando saltos y gritos agudos, como un speaker americano. La gente que no había ido al baño ni estaba comprando un bocata durante el descanso, han respondido bien y han aplaudido un poco. Me gusta este curro y ha sido una suerte, trabajaremos los fines de semana hasta mediados de Marzo. Pagan bien y son tres minutos y medio de trabajo por ciudad.

-Oye, Arturo, dime la verdad. ¿Laura ha dicho que sea yo quien haga este curro?

Arturo se encoge de hombros y mira la carretera, como he hecho yo hace un momento, cuando no sabía qué contestar. Juan, que sigue dormido, me ha dicho que la chica insistió en que, si se hacía el trabajo, tenía que ser conmigo como speaker. Arturo parece confirmarlo con su silencio. Me habían dicho que en esta profesión a veces hay que acostarse con alguien para que te den trabajo. Lo que no sabía es que te pueden dar trabajo porque alguien decida dejar de acostarse contigo y luego compensarte por ello con una gira.

Miro la carretera y pienso que en los dos últimos años, he viajado mucho por mi trabajo. Prácticamente conozco el país entero, todo con viajes pagados. Nunca hubiera pensado eso de mí, que no cogí un avión hasta los veintiún años, cuando fui a Inglaterra, y no había viajado nunca a ningún lugar de España, mucho más allá de Murcia.
El Jueves pasado estuve viendo el muscial “A”, de un artista español muy reconocido en la ciudad, me invitaron de casualidad. El Miércoles salí un poco con mis antiguos compañeros de piso, la verdad es que echaba de menos un poco de cerveza y cachondeo. Si Santiago y yo siguiéramos quedando, se sorprendería de lo mucho que Madrid me ha cambiado.
Vinieron algunos amigos de ellos a los que no conocía, uno, Fernando, era el Cover oficial del protagonista de “Hoy no me puedo levantar”, un musical de gran éxito en Madrid, dirigido por el mismo señor del musical “A”. Fernando se pasó un mes trabajando ahí, con dobletes incluidos, por menos de mil doscientos euros durante un mes en el que el actor protagonista estuvo de baja. Luego, la producción se fue de gira y él no pudo ir, así que ahora hace de teleoperador por las mañanas, desde hace un par de años, ganando lo mismo que ganaba cantando en la Gran Vía. 
Otro actor del grupo también es cantante de musical, propone ir a un karaoke y la verdad es que los dos hacen que se te quede pegado el ojete al sofá, cuando cantan sus canciones. Al día siguiente me invitaron a ver el musical “A”, en el que trabaja uno de ellos, en el Teatro Calderón. El espectáculo me pareció infumable, imposible de entender y flojo, pero ahí estaba yo, por el morro, sentado en una butaca de setenta euros.

-¿Qué te ha parecido? Bueno, ni me lo digas, es una mierda, te lo digo yo que soy el prota.

-Bueno, al menos pagarán bien, ¿no?

-Unos mil quinientos al mes. Claro que puede que el mes que viene esto se cierre, porque no hay quien vea esto por muy fan que sea del director.

Le digo que vaya, que es increíble la realidad. Que anoche Fernando me contaba que gana lo mismo como teleoperador que lo que ganaba de cover en “Hoy no me puedo levantar”, antes de que se fuera de gira. Se pone el dedo índice a la altura de los labios y me mira muy serio. Estamos tomando una copa después de la función, en uno de los mil bares que hay cercanos, con el resto del elenco de “A”. No se puede ni mencionar el nombre de esa obra por que, cuando se llevaron el montaje de gira, no sólo fue a Fernando a quien dejaron fuera del equipo si no también al director, creador y compositor original de las canciones del show. Le pregunto si está por aquí, me dice que sí, que si quiero que me lo presente. Le digo que no se preocupe, que me queda un poco lejos generacionalmente, que realmente mi padre o mi madre tendrían más interés en estrecharle la mano que yo.

La carretera que va de Albacete a Madrid es tan recta e interminable que parece que nunca vayas a llegar a ningún lado, como pasa con la carrera de un actor. Hago cálculos y, en el próximo mes, voy a ganar lo mismo que el protagonista de un musical en un Teatro de la capital de Madrid y tengo la mismas certezas que él, acerca de lo que me depara el mes siguiente.
Empiezo a ver, escrito en la carretera, que no hay ningún sitio al que llegar. Que todo es ir. Igual que llegaré a Madrid hoy, luego de ahí iré a otro sitio y luego a otro.

La semana pasada volví a EHS televisión, como suelo hacer, presentándome en el sitio por sorpresa para preguntar si tenían algo de trabajo. Ahora voy a trabajar los fines de semana, así que me gustaría arañar algún que otro día de trabajo entre semana, ya que el curso que quiero hacer para tener contenta a mi representante es bastante caro. 
Llegué y se alegraron de verme, me dijeron que sí, claro, había unos productos que grabar para los que necesitaban a un tipo de mi edad y mi perfil pero que ahora la cosa ha cambiado un poco, ahora hay que co-presentar con una chica que es la presentadora oficial del programa.
Fui al día siguiente, temprano por la mañana. Entré a la habitación de maquillaje, rezando porque los productos que tocara grabar hoy, funcionaran de verdad. Ahí estaba, con un halo de luz alrededor y unas planchas en el pelo, Vaneco Velarde. 
Cuando era pequeño, esta mujer era la chica más atractiva de la televisión, es verdad que había sólo tres cadenas de tv pero ella era guapísima, inteligente y con una risa graciosa e inolvidable. Nada de eso ha cambiado, sigue siendo muy atractiva y su risa sigue sonando como la bocina de un payaso mudo. Le caí bien, tal vez por que no dejé de decirle la gran suerte que sentía que tenía, de compartir plano con ella. 
Ahora la cosa es diferente, en vez de vender mierdas que no funcionan mirando a cámara, hay que hacer como que le presentas el producto a Vaneco y ella se sorprende, lo prueba y lo recomienda a sus amigas, a las que habla a través de la cámara. Siguen siendo mierdas que no funcionan pero queda menos ridículo, como más íntimo.
Al acabar el rodaje, hemos hecho unos siete videos seguidos, alguien va a recogerla a la entrada del plató pero se retrasa y tiene tiempo de tomar un café rápido, en la terraza junto a la entrada del edificio de EHS. Me cuenta que es madre de dos hijos ya crecidos, que ha estado dedicándose a eso los últimos años, que también es actriz, como su hermana, a la que le ha ido mejor quizás por saber cantar, o quizás por haber tenido sólo un hijo. Trato de mirarla con compasión, para complacerla, pero no me lo permite. Me dice que ha hecho pregones de pueblos durante este tiempo, pequeñas colaboraciones y que ahora está relanzando de nuevo su carrera televisiva. Que aquí en EHS la tratan como a una estrella y que le pagan bien pero que espera conseguir algo más interesante pronto.

-Sí, yo también- dije, y estar en la misma situación que Vaneco Velarde, me hizo sentir mal.

Sigo devorando carreteras y pueblos, proyectos que empiezan y terminan, al parecer como cualquiera persona en esta profesión en la que mil veces empezarás de cero y no parece haber ningún sitio al que llegar.
Recibo un mensaje de Meg, “Feliz Domingo! Qué tal por la playita? No puedo esperar a mañana para decírtelo, te han confirmado para el anuncio del coche. Pronto empezaremos a hacer pruebas para series. Bss.”, justo en el momento en el que me estoy planteando, qué cojones estoy haciendo con los mejores años de mi vida.


















Demasiado guapo para estar loco


Madrid, 15 corazones de Febrero de 2010

Cornelius era la estrella indiscutible del Triskel. Gritaba y sudaba su material, con su cerveza en la mano, en aquel sótano de comedia que parecía estar a punto de venirse abajo con el berrido de la siguiente de sus verdades. Cogía el micrófono y lo mantenía abajo todo el tiempo, jamás lo usaba, porque sus gritos se oían por todo el local, subiendo la pequeña escalera arrinconada hasta la planta de arriba del bar y llegando a oírse hasta en la calle. Sonaba como si la diosa de la comedia estuviera violando a un gordo misántropo, ahí delante de todos. 
Los gritos de Cornelius me llegaban antes al corazón que a los oídos. Por encima de todo, veía a un muchacho tímido que sólo se atreve a decir la verdad en público, cuando está muy enfadado. Parecía necesitar recurrir a ese estado emocionalmente violento, para mantenerse concentrado y vencer su timidez. Todo, cosas que reconocía en mí rápidamente.
Cuando acabó el show, estábamos en la barra tomando una cerveza, apretados junto a otros muchos. Era un Irish Pub a fin de cuentas y, ocasionalmente, se juntaban algunos grupos de extranjeros a beber ahí. Apareció Cornelius, con su papelito de la consumición por haber actuado, tratando de pedir una caña y me desplazó sin querer.

-Oh, sorry…

-Jeje, no pasa nada, gracias.

-Ah… Perdón, pensé que eras inglés… o irlandés…-decía sacudiendo las manos en el aire.

-Ah, ¿sí? Je, je, pues espera a oír mi nombre.

Pensé que había sido una buena ocurrencia. Creí que entonces le diría mi nombre y le parecería gracioso, después charlaríamos sobre su actuación, quizás sobre Antonine Artaud y mierdas filosóficas. Pero no escuchó el comentario, antes de concluir mi ocurrencia apareció un notas que le agarró del hombro y le gritaba al oído lo bien que había estado. Él repitió: “Muy amable, gracias.”, unas diez veces y el otro tipo seguía ahí, felicitando. Entonces Cornelius me miró de reojo, también al tipo que le felicitaba, luego miró a la barra y con la vocecilla de un conejo de cuento, dijo:

-Yo solo quería una caña... 

Me pareció una situación incómoda y me largué. La próxima vez que le vería sería en la televisión, triunfando con su locura.

La Olla Caliente, anteriormente el Sabor Gallego, es un restaurante gallego abierto en Madrid por unos ex-marineros emprendedores, hace dos generaciones. Compraron el local, apartado del centro pero en la ciudad, y éste queda tras atravesar dos calles pequeñas y vacías desde la calle principal más cercana. 
Al principio, debido a lo delicioso de la cocina de las manos expertas de las primeras cocineras, que eran las mujeres de ellos, el restaurante cogió fama entre la comunidad gallega, afincada en Madrid. No les importaba tener que ir a propósito hasta un sitio que les traía de vuelta los deliciosos sabores de sus niñeces, explotando en sus paladares inmigrantes. Las chicas de la cocina se jubilaron tras décadas de beneficios y, pronto, el lugar empezó a caer en picado tan rápido como había subido. Parecía imposible relanzar un lugar que quedaba apartado y escondido, hasta que uno de los hijos y herederos del local decidió hacer de aquella debilidad, su mayor fortaleza.
Al estar apartado y escondido, es el lugar perfecto para no ser visto en caso de que no lo desees, así que le cambiaron el nombre y se convirtió en un restaurante erótico, especializado en cenas y despedidas de soltera y soltero. 

La semana pasada estuve de visita, tienen abierto también para menús por el mediodía, aunque viene poca gente. Quería tantear el ambiente por si necesito trabajo en Marzo o Abril, sin prisas, lo de la ACB acabará pronto. 
El año pasado trabajé ahí, sustituyendo a Santiago, decía que aquello no era para él y me pidió que le reemplazara. Me han dicho que tendrán trabajo para mí, si quiero, a partir del mes que viene.
El trabajo es sencillo y bien pagado pero el ambiente es imposible. La gente está borracha, desfasada y uno de los strippers masculinos se cree con derecho a darte órdenes de forma maleducada, con la polla al aire. A Santiago le caía muy mal ese tipo, creo que se fue por su culpa. A mí me da cierta lástima el señor, la verdad. Si miras más allá de su cuerpo siliconado y su picha grande, ves a un señor mayor, de unos cincuenta años o más, al que ni las cremas ni el Botox empiezan ya a funcionarle del todo.
Para trabajar ahí, tuve que tirar de corazón y emular a Cornelius, con su locura mórbida y gritona. 
Hay que llenar los huecos entre las actuaciones de los strippers, que son un chico y una chica y la actuación de una Drag Queen, que también lo es. También hay que abrir el show, cerrarlo y darle una cierta continuidad, además de hacer un juego picante de simulación de orgasmos con la gente del público, que a veces resulta hilarante y otras veces una puta mierda. 

Así que creé un formato diferente de mi show de magia y humor y le llamé “Loco-Magia”. Hago juegos de magia eróticos y dejo ir mi lado más salvaje, absurdo. Grito, me retuerzo por el suelo y las paredes, me estiro la ropa como hacía de pequeño cuando me enfadaba y otras intimidades más, obteniendo carcajadas y aplausos del ebrio público. Pensaba en Leo Bassi, en Jango Edwards, en Cornelius, Juan Tamariz y me sentía parte de alguna especie de tribu de payasos que están mal de la cabeza. 

Luego, la Olla Caliente cerró por verano y me llamaron en Septiembre, a mediados, querían contar conmigo porque aunque yo no lo sabía, también tienen despedidas en Otoño. Yo estaba trabajando en el Janagah Castellana, así que le dije que no podía, al tipo no le hizo ninguna gracia que estuviera trabajando con Marcelo y colgó. 
El año pasado, Marcelo había estado intentando llevar artistas a la Olla Caliente  Santiago había acabado ahí a través de él. 
Se cuenta que un día Marcelo quiso firmar un papel de comisiones sobre beneficios, que irritó a los hermanos gallegos dueños del local, y se echan la culpa mutuamente de romper relaciones. Eso fue el año pasado, cuando discutieron yo estaba trabajando en la Janagah del Barrio del Pilar, con Marcelo de jefe, y también en la Olla Caliente, con los gallegos, así que me hice el tonto y seguí jugando a dos bandas.

-Pero, ¿tú trabajas con Marcelo o qué?

-No, ahora estoy haciendo una gira como speaker, en partidos de la ACB, con una agencia.

-Anda.

-Trabajé con él en Septiembre pero luego me cambió, de repente, por un señor que le cobraba más barato. Bueno, ya sabes…

-Sí, ya sé cómo es, no me digas nada más. Un ratero.

No le digo nada, me encojo de hombros. Lo de no hablar mal, sin hablar bien de alguien, es un trabajo de toda una vida y aún no lo domino. En realidad, al encogerme de hombros estoy asintiendo con miserable interés, al insulto. Sin embargo, Marcelo debe ahora dinero a muchos cómicos y magos de Madrid, desde hace demasiado tiempo. A mí no, pero eso no le quita que sea, tal vez, lo que dice este señor. 
Aunque también es un profesional curtido, eso hay que reconocérselo. Cuando empecé en el Janagah Castellana, mi “Loco-Magia” funcionaba muy mal y recibí algunas críticas públicas muy dolorosas, por Internet. Marcelo y yo lo hablamos la primera semana, el sonreía de medio lado y negaba con la cabeza, mirándome con intriga. Me preguntó que qué tenían en común Juan Tamariz, Cornelius y Jango Edwards.

-¿Son graciosos?

-No, son feos, calvos y desaliñados. Tú pareces un inglés o un francés de buena familia. Puede que tu tragedia sea la misma que la de ellos, pero tu comedia no tiene nada que ver.

Hoy he rodado un anuncio para una marca francesa de coches, muy conocida. Uno de esos trabajos que te caen sin que te lo esperes, el casting fue muy sencillo, sólo había que presentarse a cámara sonriendo. Me han elegido porque les gusta mi peinado estilo “Mocedades” y el color de mis ojos. Dicen que soy el vivo reflejo de un pijo francés que compra su primer coche familiar. 
Es mi segundo anuncio como protagonista desde el primero que hice, hace dos años, para BBVA. Aquel anuncio no gustó nada al director general y sólo se emitió dos veces en televisión. Me habían elegido, dijeron, porque tengo sonrisa de pillo. El director, al contrario, dijo que mi cara de pillo daba una imagen como de tomar el pelo a la gente y eso no puede ser, porque hay que transmitir lo contrario a lo que se hace. 
Ya veremos qué pasa con éste, a lo mejor el director general ve el anuncio, cuando esté hecho, y le parece que mi cara es tan francesa como una tortilla de patatas. 

Llego al set de rodaje, hay varios camiones, cintas blancas y rojas por todas partes. Hay un gran decorado, muchos focos y un equipo muy grande de gente trabajando. Nada que ver con el anterior anuncio, grabamos con un croma, en un espacio pequeño y cerrado, con un equipo de apenas quince personas. 

-Tú ¿qué eres? ¿Actor?- me pregunta un tipo con un walkie-talkie en la mano. 

Por el aspecto, tiene una edad indefinida entre los veinticinco y los cuarenta años, habla rápido y me recuerda enseguida a Edu, del evento de Colgate. 
Asiento con la cabeza, me dice que me ponga ahí, con los demás. Llego a un grupo de figurantes de unas treinta personas. Uno de los más mayores, me pregunta que de qué agencia soy. Digo que de Kuranda, varios se miran entre sorprendidos y desconfiados. El nombre de la agencia que me representa tiene mucho poder, todo el mundo ha oído hablar de ella y de Kristine, la gran jefa. Lo que la gente no sabe es el infierno que supone intentar permanecer ahí, si no tienes dinero para fotos caras y cursos en las escuelas más elitistas de la ciudad.
El tipo que me había mandado con el grupo de figurantes, vuelve rápido hacia mí al cabo de un minuto. 

-Oye, tú eres el protagonista. Aquí es para los figurantes, no digas que eres actor, di que eres el protagonista. Hay mucha gente trabajando, no puede haber confusiones, ¿de acuerdo? Tú tienes que decir que eres el protagonista, ¿vale?

Le digo que vale y voy a donde me dice. Llego y hay un grupo de unas diez personas, todas alrededor de la actriz que hace de mi mujer, quien sostiene en brazos a una niña muy pequeña que entiendo que hace de nuestra hija.

-Hola, soy el protagonista- digo a la única, del grupo, que tiene un walkie-talkie en la mano.

-Bueno, bueno, menos humos. La protagonista es esta niña tan mona, porque si ella no está a gusto en el plano, no lo vamos a poder rodar. Pero lo va a hacer muy bien, ¿verdad que sí? ¿Que lo vas a hacer muy bien? ¿Sí? ¿Chí? Qué bonita es, por favor. Venga, gánatela.

Me dan un poco de ganas de cagar en la cabeza de esta persona pero sacudo la cabeza y trato de entender la situación. Miro alrededor y veo a mucha gente corriendo arriba y abajo, a excepción de unos tres o cuatro grupos de gente, que no corren y miran con aire de superioridad. Hago cálculos y parece haber más o menos la misma disposición que en un evento de marketing. Los clientes, que son los que representan a la firma, son unas cinco personas bien vestidas, extranjeras, bastante apartadas del resto. Los de la agencia de publicidad, unos dos o tres, bien vestidos, también, aunque con más actividad que los anteriores y con algún walkie-talkie. Los jefes de la productora, unas tres personas vestidas de negro, con un pinganillo cada una, y el equipo de dirección, unos tres o cuatro, alrededor de la cámara, con walkie talkies, pinganillos y los ojos por todas partes, vestidos de batalla pero con actitud de jefes, dando órdenes. Además, hay decenas de personas trabajando en las luces, decorando y cargando cosas, algunas con walkie-talkie y otras no. 
Lo difícil es saber quién es quién, así que lo mejor que puedes hacer es no tocar nada, preguntar poco y tratar de no molestar. Me parece increíble esto de ser el actor protagonista, creía que me tratarían como a un vaso de cristal fino pero la verdad es que tengo mucho más protagonismo y me tratan con mucho más respeto, cuando voy a actuar a una fiesta infantil con mi espectáculo de payaso.

La niña mira a todos lados con una extraña ausencia, con ese temblor en la carita que ponen los peques, cuando están a punto de reírse o de echar a llorar sin acabar de hacer ninguna de las dos cosas. Lleva media hora en brazos de la actriz, la chica dice que ya se va acostumbrando, que qué bien. La deja un momento en el suelo, la niña se queja, es un ambiente extraño y se siente insegura. La actriz la vuelve a coger en brazos pero la niña quiere a su madre. La madre la coge en brazos y pasa otra media hora. 
Discretamente, echo un vistazo en un “story-board” de mano que encuentro por ahí. En el dibujo del plano que tenemos con la niña, la pequeña va de la mano de la madre, no en brazos. Le comento la jugada a la actriz y también a la madre, tengo miedo de que la niña genere una burbuja de seguridad en un mundo hostil en los brazos de su madre y que luego no quiera salir de ella para el plano. Le digo eso a la madre, me dice que no es nada tan complicado, que sólo tiene sueño. Le digo que sé de lo que hablo, me pregunta que si soy educador o psicólogo infantil, le digo que no pero que soy payaso. Tanto la madre como la actriz se parten de risa con mi comentario, tomándome poco en serio, me dicen que no tengo ninguna pinta de payaso, que por eso se ríen.
Me visten y me peinan. La niña se queda dormida y nos llaman para el plano. No podemos ir porque la niña está dormida, me dicen que me quede de pie, muy quieto, para no arrugar la ropa. La niña se despierta a las dos horas, me duele la espalda de estar recto y quieto. La madre la coge en brazos y la lleva al set del rodaje. El director dice que la deje en el suelo, que el plano es con ella de la mano de la madre. La madre la deja en el suelo y la niña dice: “No, no.” amenaza con echarse a llorar y la madre la vuelve a coger en brazos. Un grupo de diez personas empieza a girar alrededor de la niña y a poner voces raras, la del walkie-talkie me mira con desprecio.

-Tú ¿qué? Podrías ayudar, ¿no?

Me vuelven a dar ganas de cagarle en la cabeza, sacudo la cabeza de nuevo. Dudo por un instante si ponerme a dar vueltas alrededor de la niña y su madre, poniendo voz de gilipollas pero descubro que, en el fondo, tengo algo de dignidad y me aparto murmurando que lo siento pero eso es un servicio que no han contratado.
La niña se calma un poco y la madre se la pasa a la actriz. La pequeña aguanta bien en sus brazos, nos ponemos frente a la cámara y la que hace de madre, la deja en el suelo con mucho cuidado. Cuando sus piececitos tocan la alfombra roja, hay un mutismo en el plató que se oyen hasta las luces. La niña se sorprende y se queda quieta, impresionada por la densidad del silencio de decenas de personas a la vez. Alguien grita: “¡Acción!”, la niña se asusta mucho y se echa a llorar, corriendo en dirección a su madre biológica. Ya no volverá a haber una segunda oportunidad en todo el día, el director dice que hará lo que pueda con lo que tiene y que pueden irse. 
El resto del rodaje han sido horas y horas de grabar cosas distintas, intentando crear sobre la marcha una película alternativa a la que se tenía prevista y el cliente había comprado. La mayoría no funcionaban porque eran opciones con texto, en las que yo tenía que hablar en francés, y quedaba todo muy forzado. Aunque no me habían cogido por mi escaso francés, si no por tener cara de francés, y no preguntaron por mi nivel del idioma en el casting. Así que aquello no era culpa mía, aún y así, mi incapacidad para hacer bien el trabajo durante horas, las decenas de tomas fallidas y las miradas del resto, me han hecho sentir como un actor de mierda.

Ha caído la noche, Juliane, mi compañero de piso, no viene en toda la semana a dormir, está más durante el fin de semana, dice, y como yo ahora trabajo fuera todos los findes, los dos tenemos la sensación de vivir solos. 
La casa está tranquila, ni rastro de tristeza, ni gritos de peleas de pareja. 












































Vera, la groupie

Madrid, primavera que despierta, 30 de Marzo de 2010

Hace tres semanas, el grupo cómico The PocoSwag, tuvo cinco actuaciones en tres días en Zaragoza. Tres eran matinales en Teatros de la periferia, con público infantil, con una obra en inglés para los pases con los más mayores y otra en castellano para los pequeños, o quizás era al revés. Las otras dos, nocturnas, una en una salita de Teatro y la siguiente en un local de ocio nocturno. 
Las obras infantiles y los textos cómicos los han escrito Jim y Groucho, los dos socios de The PocoSwag, con ese toque único que ellos ponen a todas sus creaciones, absurdo, gamberro y, a la vez, delicado y tierno como la mantequilla. 

Actuar con ellos para cualquier público, es uno de los más salvajes actos de libertad que he vivido. Las pocas normas que ponen antes de salir a escena, son los primeros en saltárselas. Puedes hacer lo que quieras, soltarte, siempre y cuando respetes el esquema del guión y los límites del público. Siempre había sentido cierta envidia hacia los músicos de jazz, que se ponen a improvisar en un segundo y les ves disfrutar con lo que hacen, o de los flamencos que con dos palmeros, una guitarra y alguien que cante, se arrancan rápido por bulerías y olés. Para mí, actuar con estos dos genios amables, es lo más parecido que la Comedia puede tener a la Música. 

Por la mañana actuamos para colegios, la agencia de Zaragoza que nos contrata, también organiza el Teatro y los autobuses escolares para el público. Nos pagan a caché y, por los cálculos estimados a ojo, sacan bastante beneficio. Por las noches actuamos para la gente de la ciudad, siempre viene mucha gente a ver sus shows, especialmente desde que ellos se mudaron a Madrid. Hacemos sketches de humor, escritos por ellos, y yo hago un rato de mi “Loco-Magia”, que siempre funciona de maravilla con su público.
Entre unas cosas y otras, descontando viajes y dietas, nos volvemos con unos trescientos euros en el bolsillo cada uno. El alojamiento sale gratis porque duermo en casa de Groucho o de Jim, y aunque ese dinero es lo que cobran muchos monologuistas profesionales por una sola actuación, opino que compartidas, la alegría, la vida y las cervezas, saben mejor.
Jim se torció el tobillo durante la primera actuación de la mini-gira Zaragozana. Terminó esa actuación, cojeando, más las otras cuatro contratadas, con un yeso en la pierna. A menudo me pregunto de qué cojones estará hecho este tío.
The Pocoswag lleva desde Septiembre en la Sala Costello, Miércoles sí, Miércoles no, con un “late-night” de humor en vivo. Ya han venido a verlo al menos un par de productoras audiovisuales importantes. Viene mucha gente, en general, y siempre tiene a invitados interesantes, en activo y conocidos, del mundo de la música, la tele o el cine. 
El problema es que da mucho trabajo y no se suele sacar mucho de la taquilla del show, más que para cubrir gastos. La creación de un show nuevo cada semana, mientras que alguna productora no decida apostar por ellos, hace que tengamos que hacer este tipo de mini-giras en Zaragoza, al menos una vez por mes, más otras cosas cada uno por nuestra cuenta. 
Lo bueno del "Costello late night" es que tiene un formato y una ubicación que atrae a gente conocida del mundillo. 
Lo frecuenta gente como Venus, de Zaragoza también, afincada en Madrid y protagonista de una película que se estrena este mes, con Pilar Rubio, Amaia Salamanca, Fele Martínez y así hasta completar un reparto de famoseo y talento inagotable. Iris, que es fija en “Cuéntame”, así como muchos otros actores y actrices jóvenes de la televisión española, vienen a tomar a veces unas cervezas y a echar unas risas, a las noches del Costello, atraídos por ella. 

Cuando veo la gente con la que ahora a veces, me tomo copas, comparto planos o escenario, me siento muy cerca y muy lejos de mis sueños, al mismo tiempo. Estar ahí, hacer cortos, charlar y salir con gente que trabaja no te da trabajo. Tal vez te pueda acercar a algún proyecto en algún momento pero no sabes qué, ni cuándo, ni si realmente ocurrirá. Pero aún así, me siento raro cuando me ha tocado actuar ese Miércoles y algunos famosos me felicitan por lo que hago, ellos a mí, y les digo que gracias con la garganta seca.

-Os deben de pagar un montón, he visto vuestros videos… No veas, cuántos famosos…

Habla Vera, se ha quedado a conocernos después de nuestro último bolo en Zaragoza y no me quita el ojo de encima. La chica tiene veinte años y el deseo de un beso en los labios. Ha venido a vernos por segunda vez en dos días, me cuenta que entre la actuación de anoche y la de hoy, se ha visto todos los vídeos de The PocoSwag que hay colgados en Youtube. No la voy a sacar de su error, no le voy a explicar que toda esa gente que colabora con el grupo lo hace de forma gratuita. Quiero que siga en su nube de algodón sintético, por el tiempo que haga falta.

-Bueno, con lo que sacamos algo más de dinero es con estas mini-giras, aunque tampoco te creas que tanto. Mañana volvemos a Madrid, ¿por qué no te vienes un par de días?

He acabado la gira de fines de semana con lo de la ACB y aún no ha empezado el trabajo en la Olla Caliente, así que tengo un par de fines de semana por delante para intentar disfrutar de algo que, según pensaba yo, sólo les pasaba a los músicos o a los actores famosos.
Me dijo que no podía ser tan repentino pero que no conocía Madrid y que le encantaría. Valoré la situación y aquella noche no me parecía la ideal, aunque ella parecía venir dispuesta a todo. Pensé que, ya que iba a ser la primera vez que me liara con alguien a quien había conocido después de una actuación, al menos merecía ser en mi cama y cogiéndome un par de días libres.

Me contó que trabaja con su madre en su taller de costura, en las afueras de Zaragoza, desde hace dos años. Que acabó el instituto y no sabía qué hacer, así que aprendió el oficio de su madre y ahí sigue pero lo único que le da vida es ir a ver espectáculos de música o de comedia por las noches. Del padre no sabe nada, su madre no quiere ni hablar de él.

-Yo soy groupie. A partir de ahora, si queréis, seré vuestra groupie. 

Le pregunté si iba en serio, entrecerrando bastante los ojos y mirándola. Ella hizo lo mismo con sus ojos pero no dijo nada. Yo estaba convencido de que la muchacha confundía el significado auténtico del término, con ser muy fan de un grupo o con que te gusten mucho y vayas a verles siempre que puedas. Sin embargo, hacía muchas bromas picantes y nos miraba todo el rato muy seductoramente, sobretodo a mí, que era quien más estaba por ella. 

-Bueno, pues tendrás que demostrarlo, antes de nada, viniendo a vernos mañana otra vez.

Y allí estaba la noche siguiente, tras las luces, con sus ojos diferentes a los del resto del público, abriéndome una nueva puerta a una aventura pasajera, de las que me había recomendado mi última terapeuta.

La empresa Siete Estrellas celebró su quinto aniversario, el siguiente Domingo por la noche. Cinco años de vida, de proyectos de educación, eventos municipales y algunos espectáculos. Yo he estado muy presente en los últimos dos años, como payaso, presentador, mago y lo que hiciera falta. Así que me pidieron que les organizara, por todo lo alto, la animación de una fiesta de bienvenida a la primavera, la cual celebramos en un garito del centro para brindar por sus cinco años de éxitos. 
Me dijeron que contara con todos los espectáculos que pudiera conseguir, sin regatear precios. Entonces, programé a un mago amigo de Jesús Barceló, porque él no podía, a The PocoSwag y a mí mismo haciéndoles un monólogo personalizado. Me dijeron que les gustaba pero que faltaba algún grupo de música, que por qué no llamaba a Alicia, que habían escuchado su nuevo grupo de jazz/rockabilly y que les gustaba. 
Así que una semana más tarde, después de nuestras actuaciones, Alicia y yo volvíamos a retorcernos de placer, haciendo el amor encerrados en el baño del local de la celebración.

Saliendo por la puerta del baño, subiendo la escalera, la gente de Siete Estrellas charla con el resto de artistas, todo ha ido muy bien y el ambiente es agradable. Todo el mundo sonríe a excepción de la novia de Alicia, que examina los rincones con recelo. Subimos disimulando a confundirnos con la gente, encuentro a Jim con la mirada, me mira, mira a Alicia y me sonríe con los ojos, negando con la cabeza. Él siempre dice que sigo colado por ella y que voy buscando aventuras, no por que me lo diga mi terapeuta, si no para intentar olvidarla.
Al subir, su novia me mira con odio y coge a Alicia de la mano. Una vez más, me siento muy raro al pensar que, si ella fuera un chico, tal vez yo recibiría esa mirada como un desafío y quizás reaccionaría de forma estúpida. Entiendo su mirada y no me entrometo. Le dice que si se van y Alicia dice que sí. Entiendo que es así como deber de ser y me parece bien, sin embargo, cuando la veo salir del local con su novia de la mano, sentí agotarse la lluvia. Sacudí la cabeza y pensé en Vera, la chica groupie de Zaragoza, de mirada descarada, a la que tenía que recoger el Sábado siguiente en la estación de autobuses.

El plan de Vera es quedarse dos o tres días en Madrid, según lo bien que nos llevemos, luego ir bajando en bus por diferentes ciudades donde tiene algunas amigas o familiares a los que hace tiempo que no ve, aprovechando que el taller de su madre ha cogido dos semanas de vacaciones por Semana Santa. Dice que nunca ha viajado tanto y tan seguido, está emocionada. Cuando la recojo en la estación, con los ojos encendidos y la ciudad de fondo, me causa ternura y deseo. 
La llevo hasta mi pequeña y vetusta moto, se me queda mirando con desencanto. Me pregunta que si le tengo cariño o qué, le digo que no se puede ni imaginar. Este viejo cacharro debe de llevar cerca de cien mil kilómetros y, sin ella, no habría podido hacer ni la mitad de trabajos que he hecho.
Aunque es verdad que, por el aspecto, parece un pedazo de basura oxidada, es el único vehículo que ahora puedo permitirme. Le digo a Vera que no se preocupe, que para compensar la moto tengo un piso bonito y muy céntrico donde alojarla. La llama su madre antes de subir a la moto, le pregunta que si ha comido, ella dice que no, aún no, pero que ha llegado bien y que ya está ahí, con su amigo que ha ido a buscarla. 

- Me va a llamar mucho, lo siento, pero es el trato que he hecho con ella para que me dejara venir, se lo tengo que coger siempre.

Le pregunto si está todo bien entre ellas porque, a sus veinte años, entiendo que tiene todo el derecho de no dar muchas más explicaciones de las que ella quiera. Ella me dice que es verdad pero que su situación es especial. Que su madre se preocupa mucho con razón, pero que ya me lo explica en la moto, si eso, que así le da menos vergüenza. Dos semáforos más tarde, se anima:

-Bueno, a ver, lo que pasa es que yo hubo una época en que no comía nada pero nada, o sea, nada. Y me puse muy enferma y estuve a punto de morir. Luego mejoré pero, como me cuesta mucho comer por que no me entra nada, o sea, nada, pues me he puesto enferma dos veces más y me ha costado mucho recuperarme. Pero que no pasa nada, o sea, que tengo vitaminas en la maleta y suero en polvo, por si no me apetece nada pero tú no te preocupes, ¿vale?

La miro a través del retrovisor y parece preocupada, como temerosa de sí misma. No me había dado cuenta de lo delgada que es ni, supongo que por las luces de la noche, de la tímida palidez que asoma por sus mejillas. Aunque considero que tal vez su madre exagera un poco porque le pregunté cuándo fue la última vez que estuvo enferma y me dijo que hace ya tres años.
Luego me cuenta que quiere hacer algo artístico con su vida pero que no sabe qué. En el taller de costura de la madre, hacen reparaciones de ropa y algunos diseños básicos, pero hace décadas que funcionan con los mismo clientes y es todo muy rutinario. Que ha pensado quizás en el mundillo audiovisual.
Llegamos a casa, trato de servir algo para tomar y relajarnos pero no es posible. No toma café, ni té. Los refrescos le dan asco, la cerveza también, sólo bebe vino de noche. La leche sí pero sólo por las mañanas y ahora ya son las doce del mediodía. 
Le sirvo un vaso de agua, cerveza para mí y le cuento lo de la gira de la ACB con Leche Talcual. Le cuento cosas de la ciudad de Álava, su bella alma amurallada y trato de proyectar una imagen romántica y seductora.
Una hora más tarde estamos desnudos en mi cama, profundamente sincronizados, compartiendo algo agradable que hay entre el amor y la rabia. Por momentos, Vera empieza a respirar más y más agitadamente pero más como alguien que parece que se muere que como alguien que goza de placer. Aumentamos el ritmo y se pone una mano en el pecho, realmente parece que se está asfixiando.

-Estás…¿Bien?

-Sí… Que sí, joder… No pares, leñe…-decía pronunciando cada palabra con dificultad, casi enfadada, como si no fuera la primera vez que un amante, asustado, le hacía esa pregunta.

Aquella era, sin embargo, su forma de concentrarse para alcanzar el clímax. Su respiración era la contención de un grito que se liberó con la explosión final, tan fuerte que me hizo pensar en los vecinos y la gente de la calle. 
Estuvo mucho mejor de lo que esperaba, me alegré por eso y brindé al aire, desnudo, con mi cerveza en el salón, pensando que me esperaban unos días de viejo rockero en la ciudad.
Luego volvió a llamar su madre y le preguntó que si había comido ya, ella dijo que no. Le dije que podía prepararle algo. Un sandwich, no como pan. Una ensalada, sólo me gusta la lechuga, no tengo lechuga, bueno pues nada. ¿Pollo? No como carne. ¿Una tortilla? Huevos tampoco. ¿Hummus? ¿Qué es eso? Qué asco. Le puse un plato con algo de queso, aceitunas y unas nueces crudas, peladas. Añadió un plátano que llevaba en la maleta y dijo que qué bien, que si hubiera patatas fritas con ketchup, sería su comida favorita. Tengo la sensación de haber invitado a una adolescente a mi casa, pensé, pero mientras en lo íntimo siga siendo una persona adulta, no veo mayor problema.

-¿Qué haces? Para un poco, ya lo hemos hecho una vez.

Le digo que sí y que creía que había sido maravilloso, que por qué no repetir. 
Hemos ido a dar paseos por el centro después de comer, luego de vinos con mis ex-compañeros de piso, ahora es de noche y estamos de nuevo en mi cama. 

-Perdona, ¿no te ha gustado? Yo pensaba que había estado muy bien.

Ella me dice que le ha encantado, que imaginaba que lo habría notado. Pero que no es una persona tan activa sexualmente o sea, lo hemos hecho hoy pues que imagina que hasta pasado mañana ya está bien. Le digo que eso está cerca de ser totalmente lo opuesto, a lo que yo me imagino. 
Estuvo tres años con un tipo con el que se inició sexualmente, dice, y descubrió muchas cosas. Es un músico de treinta y ocho años que ahora es su ex-novio, al que no le apetecía tan a menudo y ella se acostumbró de esa manera. Que, si quiero, podemos llegar a un acuerdo de una vez por día. Me quedo callado y me duermo, riéndome por dentro de mí mismo.
Al día siguiente, ella me dice al levantarse que tiene un bus que la deja en Cuenca en unas pocas horas, que ha hablado con su amiga de allí y que, si no me parece mal, que se va ya. Estoy a punto de decirle que me parece bien cuando la llama su madre para preguntarle qué tal ha dormido y que si ha comido. No hace ni veinticuatro horas que estoy con ella y ya estoy negociando las veces que lo hacemos y cansado de su madre, como un novio gastado.
La llevé a la estación con su pequeña maleta y sus largas pestañas. Antes de subir al bus, me dijo que por favor hablara con Jim y Groucho de ella. Que no espera que la contraten pero que si hay un sitio de lo que sea para ella en el grupo, que estaría encantada de venirse a Madrid. 
La miro con ternura y le digo que The PocoSwag es un grupo cómico maravilloso y de gran proyección, pero que no se contrata a nadie, que no hay dinero para eso. Le doy un abrazo de padre y me despido de ella. 
Ayer, una semana después de eso, recibí un mensaje de Groucho diciéndome que estaba en Zaragoza y que llevaba unos días hablando con Vera por mensajes. Que si no me importaba, quedaría con ella esa noche. 
Le digo que claro que no y sonrío con los ojos entrecerrados, parece que Vera sabía exactamente lo que quería decir cuando propuso convertirse en nuestra groupie. O tal vez siga creyendo que los The PocoSwag pueden hacerle una buena oferta de trabajo, que la saque del aburrimiento y el sonido repetitivo de las máquinas de aguja, que llenan las largas horas en el taller de costura de su madre.

Tal vez tenía razón mi última terapeuta, ella me enseñó que tener rollos sin compromiso es sano y recomendable, aunque no me enseñó a elegir bien a la gente con quien tenerlos. Viendo la puntería que tengo, prefiero volver a fumar todos los cigarrillos que me apetezcan, por un tiempo.
Además, tengo mucho en lo que concentrarme durante estos días de vacaciones, no pagadas, de Semana Santa que ahora tengo por delante. 
Meg me ha dado, esta mañana, dos pruebas para personajes de series de televisión para el mes que viene. Hay bastante texto que aprender, así que más me vale ponerme a ello y dejar de pensar en andar oliendo braguetas.













































No por mucho madrugar, Dios te ayuda más temprano

Madrid, Sant Jordi, 23 dragones de Abril de 2010

Son las ocho y media de la mañana y ya estoy delante de mi ordenador, intentando trabajar, aunque no tengo mucho que hacer a parte de escribir. No tiene sentido haberme despertado tan temprano, lo sé y también lo sabía anoche mientras programaba el despertador estúpidamente, con ansiedad. 
Me deben cerca de dos mil euros y estoy sin un puto duro. Una parte medio gilipollas de mi ser, piensa que levantarme temprano ayudará a que me paguen algo de lo que me deben. El “A quien madruga Dios le ayuda” que me serigrafiaron en el alma de pequeño, que es sólo un refrán carente de fundamento y propone un cierto alivio, que nunca llega, para la gente pobre de clase obrera. A veces pienso que quizás sea una frase sacada de contexto de algún imperio conquistador de la antigüedad, de la misma forma que en la puerta de entrada para los esclavos del campo de concentración de Auswitz, tal y como vi el verano pasado, hay un letrero que dice: “Trabajar te libera.”
Sin embargo, ya ves, estoy despierto a esta hora con el ordenador encendido, tomando café, fumando y canturreando, con ese ánimo traicionero que a veces me invade de repente, ese estúpido optimismo que no puedo controlar y que a menudo no responde a nada real.

Abro un archivo para detallar las cosas que me deben, aunque me las sé de memoria. El último fin de semana como speaker con Leche Pascual, ya ha pasado más de un mes y se puede empezar a reclamar. El anuncio del coche, aunque no se puede reclamar hasta el mes que viene, como pronto, cuando pasen tres meses desde que se hizo. Lo de la TDT, que es lo que más me preocupa, son mil euros que me deben desde Diciembre. El pagador final es el gobierno y ya me ha pasado antes, si éstos deciden no pagarte o te dicen que no pueden hacerlo, a tomar por culo, no hay nadie a quien reclamar ni casi nada que puedas hacer. Los pagos con administraciones son a tres o cuatro meses como pronto, nadie me dijo eso antes de contratarme, así que ahora me alegro de cada una de las horas en las que me escaqueé.

Nadie te dice esto, no está escrito en ninguna parte. De lejos, una de las peores cosas en esta profesión son los tiempos de cobro. Haciendo garitos o bolos en fiestas de cumpleaños, puede que en algún momento sientas pena de ti mismo y vergüenza de tus sueños. Pero al acabar tienes tu pasta en la “butxaca”, miras tu dinero y se te pasa un poco la pena. Aunque la actuación no haya ido bien, te vas para casa, te olvidas del asunto y, si hace calor, te abanicas con el pequeño fajo de billetes. 
Luego están las actuaciones que generan fajos de billetes más grandes pero no sabes nunca cuándo las vas a cobrar ni hay un sistema que funcione. Así que, haya ido bien o mal, no te puedes olvidar de ello durante meses. 

-Bueno, pues ya he visto lo que quería ver… Ya hablaré con Meg. Gracias, hasta otra.

Martuca Bravo es una de las directoras de casting más conocidas de la ciudad. Lleva el reparto de, entre otras, la muy conocida serie policíaca española “Los hombres de Paco”. Hice una prueba con ella la semana pasada. Fue un casting raro, me hizo hacer diferentes escenas y muy diferentes registros, no es lo habitual. 

En general, vas a la prueba con una o dos escenas y en cuanto llevas uno o dos minutos en la prueba, ya percibes las suficientes sensaciones como para sentir si encajas o no, para el papel que sea. Por cómo te mira la directora y por cómo te hablan, notas si tienen interés en ti o si están esperando a que termines y te vayas. Si encajas bien en el perfil, te insisten un poco en la intención de alguna que otra frase pero nunca demasiado, nunca tanto como hoy en esta gran productora en la que trabaja Martuca.

Me muerdo las uñas durante dos días y luego llamo a Meg. Le pregunto, como a una amiga, qué narices fue la prueba con Martuca. Tenía tanto buenas como malas sensaciones y desde luego que por la duración, la cantidad de escenas y la suavidad de Martuca, que por cierto es un encanto, había sido todo raro.
Meg me confiesa que ha sido una “trampita”, que hay dos personajes nuevos en la serie para los que están buscando a un actor pero que uno ha de ser más alto que yo y el otro más mayor. Pero que Martuca había aceptado verme por si acaso y, de paso, como tenía un poco de tiempo libre esa mañana, probarme en diferentes registros a ver qué tal mi nivel como actor de cámara.
Trago saliva y le pregunto qué le ha dicho de mí, a menudo las pruebas y las cosas de la vida no son para nada lo que tú piensas.

Martuca le dijo a Meg que se notaba que me había formado en Teatro. Que mis expresiones son demasiado grandes para el lenguaje de la cámara, sobretodo con el estilo de interpretación de este país, así que necesito practicar aunque tengo un gran potencial. Que haga algún curso de cámara. 
Es lo mismo que pasó después de la primera prueba con Meg, hace dos años. Entonces hice un curso con Violeta Castellano, actriz profesional poco conocida, y Leonardo Matón, director de cine Aragonés, con el que había hecho un casting para una escena de una peli suya pero que no se acordaba de mí. Era el curso más barato y Meg me dijo que eso no servía para nada, que si quería aprender y poder incluir los cursos en mi currículum de actor, tenía que hacer cursos caros con gente famosa.
Así que la semana pasada hice un curso de dos días con Blanca Vitoriaca y Maribel Otrora, que son dos de las directoras de casting más famosas del país, incluso por encima de Martuca Bravo.

A Blanca Vitoriaca la conocí el año pasado, en otra de esas pruebas “trampita” de Meg. Fui hasta su oficina para que me grabara un monólogo, el que yo quisiera, hablando a cámara. Normalmente, cuando te piden que lleves un monólogo a cámara, no es una prueba de verdad si no una cita para que te conozcan y vean tus posibilidades. Así que es bueno tener siempre un buen monólogo a cámara preparado, aunque yo no sabía eso. No tenía ni idea de qué preparar, así que pensé en el monólogo final de la película “Martín (Hache)”, del personaje del hijo. Es un chaval de más o menos mi edad, hablando a la cámara.
Nada más empezar la prueba, Blanca reconoció el monólogo, se cruzó de brazos y empezó a mirar al suelo. Ella tiene un curioso aspecto como de aguantar un dolor todo el tiempo, como algo a lo que se ha acostumbrado pero que, a la vez, le amarga un poco la vida. Pero es una persona sincera y directa, como me gusta a mí la gente.

-¿Sabes quién soy? ¿Sabes el tiempo que llevo dirigiendo castings? ¿Cuántos actores crees que me han traído este monólogo? Además, aunque lo hubieras hecho de maravilla, el actor de esa película es Juan Diego Botto, si necesito a Juan para un proyecto, le llamo a él directamente. 

Me dijo que, además, no me parecía en nada a él y que intentara buscar otro perfil de actor al que me pareciera, si quería intentar trabajar. Le pido que me dé alguna indicación para no volver a cometer este error en el futuro, me dice que escriba mi propio monólogo y que haga cursos.

Al volver a vernos en el curso, un año después, Blanca se muestra distante y cansada, con su aire de dolor resignado el cual, por su discurso, quizás sea una defensa hacia la compasión que siente por los actores.

-Sé que muchos y muchas, si no todos, estáis aquí por que sabéis quién somos Maribel y yo. Pensáis que os veremos actuar, que nos encajaréis en algún papel y que os llamaremos para daros trabajo. Eso no va a pasar, casi con toda seguridad. Lo que yo necesito ahora son rumanos pero no españoles que puedan parecer de Rumanía, si no actores rumanos de verdad. ¿Qué os parece? Difícil, ¿verdad? ¿Alguien me puede ayudar? ¿Alguno de vosotros es de Rumanía? Pues lo que se lleva ahora en la tele es eso, gente de verdad que dé el perfil al cien por cien, aunque no sean actores, y seguirá siendo así durante unos años, así que nos podemos ir acostumbrando. Todos tenemos nuestros problemas.

La clase con ella tienen un ambiente tenso, casi los cincuenta alumnos se han retorcido en el asiento cuando Blanca hablaba, como si les hubieran descubierto alguna vergüenza. Yo estoy ahí porque me lo dice mi representante pero no estoy menos nervioso que el resto, cuando hago mis escenas delante de la clase. Blanca me dice que tengo que bajar la intensidad de mis expresiones y dejar fluir la escena, que estoy demasiado pendiente de lo que hago. Eso es todo en los cinco minutos que nos tocan de contacto directo con la directora, en este caro curso.

Con Maribel todo es diferente. Ella es risueña y alegre, con un bonito aire de jefa de una tribu divertida. Tiene una melena rizada, viva, que juega a quedarse quieta en el aire y la mirada de una persona sabia. Con ella, trabajamos una escena de comedia y la verdad es que me sale muy bien, tengo la intensidad justa y no estoy pendiente de mí ni de nada que no sea el texto o las direcciones que ella me ha dado. Se ha dado cuenta, ha dicho, de que mi cabeza procesa demasiadas cosas al mismo tiempo, por eso si quiero expresar verdad en cámara, tengo que tener una indicación extra o inventármela. Por ejemplo, si mi personaje está nervioso y preocupado, pues he de pensar que está nervioso, preocupado y que tiene ganas de ir al baño. Si está contento, pues he de pensar que está contento y que quiere dar un abrazo a la persona con la que habla, aunque no lo haga. Siempre algo físico, de lo contrario pierdo la concentración y muere todo el interés. Es el único consejo útil que me llevo de este curso, lo usaré mucho, ya que me ha costado quinientos euros. 

La otra prueba con Meg que hice este mes, tampoco fue demasiado bien. Era para una serie de época que se emite en una de las cadenas privadas principales, por lo visto daba bien el perfil pero el casting me salió como una mierda.
Llegué a los estudios de la productora, me senté en un sofá cómodo y esperé. Vi pasar por ahí a Ángel Martín, uno de mis monologuistas favoritos, con aire tranquilo y alegre, y cruzar una de las muchas puertas dobles que daban a salas gigantes. Luego me llamaron por mi nombre, me pidieron que entrara en una sala pequeña, tras una puerta individual. Había sitio para la mesa tras la que se sentaba un señor, la cámara, un pequeño espacio delante de la cámara y unas cajas de papeles, apiladas. El tipo que me había llamado se puso detrás de la cámara, en un rincón oscuro y el tipo de la mesa me saludó sin levantar la cabeza. Me indicaron mi posición y el tipo dijo “Acción”, empecé a decir mi texto sin saber bien ni a dónde mirar y el tipo del rincón oscuro iba leyendo las réplicas del otro personaje, sin levantar la vista del papel. Me salió mal, sin tener alguien a quien mirar a los ojos, me sentí forzado y falso. Esto fue a principios de este mes y ni siquiera había hecho aún el curso, y no tenía ningún recurso que utilizar.

Le comenté la anécdota a Maribel, después de mi escena del curso, y ella asentía con la cabeza, con las cejas arqueadas. Dijo que tenemos que estar preparados para cosas así y que eso no siempre es malo. 

-A veces tienen muy claro que encajas en el personaje y es algo sencillo, para uno o dos capítulos. Así que para proponer al actor a la cadena, no hace falta montar un casting, con grabarlo en una sala ya tienen de sobra. Claro que eso a veces puede incomodar al actor y hacer que le salga mal la prueba.

Luego nos explica que actuar en un plano es una deliciosa mezcla entre tu verdad como actor y saber posar o, como mínimo, tener cierta conciencia de la cámara y de lo que hace tu cara. Claro que un pelín demasiado de verdad puede sacarte de tu sitio en el plano, o quedar mal si el tiro es de muy cerca. A la vez, una pizca de conciencia de más sobre tus gestos, puede hacerte burdo y poco creíble. Así que para encontrar esa delicia de equilibrio hay que practicar y para eso están los cursos. Supongo que seré capaz de hacer buenas pruebas en el futuro, aunque sea con un señor leyendo un papel, sin ganas, delante de mí. Espero también acabar familiarizándome con las indicaciones que usan los directores en las pruebas: “Dame un buen plano”, “Mastícalo”, “Suavízalo” o “Súbelo”, que parecen venir de un lenguaje secreto que aún no sé hablar.

Llamo a Esther, la mujer de Arturo, para pedirle el pago del último bolo de speaker en Bilbao. Me hago un poco la víctima y le digo que fue un bolo duro, que la gente del estadio empezó a abuchear y a silbarme, en cuanto salí y empecé a hablar. Por lo visto no les gusta nada que los speakers hablen en la pista ningún idioma que no sea el Euskera. En realidad no me dolió, me sorprendió tanto que me fascinó en gran parte y me pareció de algún modo gracioso hacer ese día el concurso de triples, con un sonido diferente al de los aplausos. Intento dar pena porque, en realidad, es la única forma que ayuda a que te paguen, de todas las que he probado, aunque duela en el orgullo.
Me dice que es Viernes, que le sabe muy mal pero que tenía una mañana corta programada, que no puede reclamar el pago a Leche Pascual un día como hoy. Que a lo mejor me podrían intentar adelantar algo, aunque tendría que hablarlo con Arturo antes. Aunque si me hace una transferencia hoy, no me llegará hasta el Lunes como pronto, y tiempo para pasar por un cajero a hacerme un ingreso, no tiene. Que el Viernes es mal día para estas cosas, que debería saberlo.
Le digo que me sabe mal pero que el dinero se me acabó ayer después de hacer la compra y era Jueves. Lo que le estoy pidiendo, debería tenerlo desde hace dos semanas, cuando pasó un mes desde la actuación. Es de locos, pero ellos no entienden que yo no lo entienda, por que realmente no pueden imaginarse en mi situación. Creen que bromeo cuando les digo que tengo diecisiete con cincuenta euros en el banco, para pasar el fin de semana.
Tengo la nevera llena y realmente no me falta de nada. Es sólo que la sensación de miseria me amarga la vida, sobretodo cuando pienso que es injusta. Cuelgo y hago la siguiente llamada, a la Olla Caliente. 
Me dicen que sólo tienen un poco de trabajo para mañana por la noche, que está flojo el tema. Eso quiere decir que mañana por la noche tendré unos ricos billetitos de cincuenta en mi cartera pero hasta entonces sigo en la mierda. 
La siguiente llamada es a Eve, de Magic Eve, pero estoy harto de estar sentado y me voy a la agencia de la Puerta del Sol, dando un paseo desde mi casa, para presentarme por sorpresa a reclamar mi puto dinero.

-Muy bien, si quieres me voy, pero vas a perder al mejor trabajador que has tenido nunca.

-¡Fuera!

He cogido a Eve de mal humor, puede pasar cuando te presentas en un sitio sin avisar. Me había imaginado la situación diferente, que yo llegaría y, al ser Viernes, encontraría un ambiente alegre y festivo en la pequeña oficina con vistas al kilómetro cero. Que se alegrarían mucho de verme, porque hace meses que no trabajo para Magic Eve, y que quizás me dieran algún bolo de cumpleaños para mañana o pasado. Ni en el mejor de los escenarios imaginables, yo me iba de ahí con mil euros en el bolsillo pero, quizás, el pago ya estuviera aprobado y sólo hubiera que esperar unos días hasta recibir la transferencia, con lo que podría solicitar algo de adelanto en efectivo... Pero nada de eso pasó. 
El ambiente estaba raro, como si acabara de haber una discusión en la oficina por algo. No se alegraban mucho de verme, decían que muchos clientes de años anteriores preguntaban por mí, que a ver si dejo los monólogos ya y vuelvo. 
Les digo que me lo estoy pensando seriamente, je je, y luego le cuento a Eve mi paupérrima situación económica. Ella me dice, irónica, que si quiero saber lo que son problemas de verdad, que le pregunte por los suyos. Su falta de tacto me irrita y le pregunto que mejor quiero saber qué se puede hacer para cambiar la situación, ella responde riéndose, recordándome que es Viernes. Su risa me enfada, porque mi situación no me hace ni puta gracia, y le digo que si ella se ocupara de reclamar ese pago, de hacer su trabajo en definitiva, esto no pasaría. Mi comentario enfurece a Eve y probablemente con razón. Me dice que no tengo ni puta idea de cómo funciona el tema, lo cual ya me suena de una antigua conversación con ella, y que me largue. Antes de salir, como detalle por su parte, me dice que la transferencia de la administración ya está aprobada y que seguramente lo tendremos la semana que viene pero que hasta que no llegue, ella no piensa adelantar ni un duro a nadie. Que si quiero haga como las otras dos letras, que ahora son novios, que no aceptaron ni lo del pago a cuatro meses con el que funcionan las administraciones públicas y se han cogido un abogado laboralista, que salió el año pasado de la carrera, para llevar un caso imposible.

Cuando subo la cuesta hasta mi piso de vuelta, por la calle Fuencarral, la gente gasta, sonríe y disfruta como si el dinero no fuera un problema para nadie en este barrio. Paso por delante de la oficina bancaria que hay antes de llegar a mi casa. Entre unas cosas y otras, ya es casi la una y el banco cerrará pronto, hasta el Lunes. Miro y por suerte hay poca gente, suspiro y entro.

-Hola, buenas tardes, quería hacer un extracto. 

El tipo me mira extrañado y me dice que tengo ahí el cajero. Le digo que ya, pero que sólo tengo diecisiete euros con cincuenta y que el cajero no emite esa cantidad. Me dice que no puedo dejar la cuenta a cero, que para eso tendría que cancelar la cuenta y el precio del servicio de cancelación son veinte euros, así que no se puede, no me llega. 
Me siento como si el notas me estuviera haciendo el juego del trilero. Le pregunto cuál es la mínima cantidad que se puede dejar en la cuenta, me dice que no hay. Le digo que entonces me dé diecisiete euros, por favor. 
El tipo aprieta los labios con mueca de asco. Teclea algo, me da a firmar un papel y luego deja caer mi dinero sobre la mesa, como si estuviera manchado de mierda.





















Desde el otro lado

Guardo, Palencia, amanecer despierto del 29 de Mayo de 2010

Andrea duerme tranquila en la cama de su abuela, suspirando en sueños de vez en cuando, como si lamentara perderse el brillo de las estrellas. Pienso en éstas y otras frases que, si estuviera despierta y las leyera, ella encontraría cursis, mientras me bebo un cóctel de constelaciones limpias como hace años que no veía. 
Con una baja contaminación atmosférica y ambiental, este fresquito lugar de esta remota parte del país, me recuerda la posibilidad de belleza y paraíso que hay en casi todas las cosas. Este silencio, este olor a tierra. Mis raíces murcianas huelen la sabiduría que hay en la calma y algo de mí se siente como en casa, cada vez que visito un pueblo tranquilo, como éste y siento que mis tripas se relajan. Llevo una hora mirando la calle y sólo ha pasado un perro y eso que el piso de la abuela de Andrea está en la calle más céntrica. 

La mayoría de garitos que contratan monólogos no quieren mi espectáculo. Hoy en día y debido a la proliferación de shows en fiestas de cumpleaños, los precios se han reventado por completo y hay demasiados magos que, ante la situación, se han intentado meter en el mundo de la comedia nocturna. Algunos de ellos han tenido el detalle de prepararse un texto, pretendidamente cómico, para intercalar con sus habituales juegos de manos. Otros, directamente, hacen su rutina aburrida, sus apariciones de cosas y luego, a la hora de cobrar, le dicen al dueño que han hablado y que estaban solos en el escenario, así que ha sido un monólogo aunque la gente no se haya reído.

-Lo mío es diferente, mi texto lo trabajo todas las semanas en el Laughin’ de Madrid y los juegos de magia son muy divertidos, se ríen mucho. Lo hago así, porque es más entretenido que un señor hablando sólo todo el rato.

-Mmm… Ya. Bueno, no sé, ya te digo: Magia, no.

Así acaban la mayoría de las conversaciones con los dueños de locales, cuando les llamo para ofrecerles mi show. Hay algunos que aceptan, no obstante, y suele funcionar muy bien. Entre las actuaciones con The PocoSwag y los bolos en la Olla Caliente  he mejorado mucho en improvisación y apenas hay público demasiado borracho o molesto, que no pueda torear. Eso sí, necesito los juegos de magia para asegurar la actuación y garantizar, en los peores caso, al menos unas pocas risas.

El mismo texto puede ser un éxito un día en Villanueva del Pardillo y hacer que todo el mundo se levante y se vaya aburrido antes del final, al día siguiente en Torrelodones. Me ha pasado. Así que siempre llevo mis juegos de magia divertida y no hacerlo es un riesgo que no estoy dispuesto a correr por ahora. Aunque, debido a ello, muchos cómicos del sector piensen que soy un mago intruso sin trabajo, y muchos dueños de garitos den por hecho que voy a ser aburrido, aunque nada de eso es así.
Tal vez tenga lo que me merezco, a fin de cuentas, y no tenga más trabajo por no quererme arriesgar a fracasar con una hora de monólogo. Aunque si un señor te contrata y te da varios billetes de cincuenta por una hora de trabajo, por un show para que la gente se ría, creo que lo menos que puedes hacer, es asegurarte cumplir con tu parte.

-Vamos a ver, no hay que hacerse nada de ilusiones, ¿vale? Pero Maribel Otrora, del curso que hiciste, está empezando con un proyecto en el que podrías encajar, ¿vale? Para Boca Boca.

Boca Boca es una productora veterana que ha producido algunas de las mejores series y programas de la televisión, en los últimos años. Últimamente están buscando un buen proyecto de ficción para recuperar la fama adquirida con trabajos como “Al salir de clase” o “El comisario”. Hay un proyecto en desarrollo en el que yo podría encajar, sin prisas, el casting será el mes que viene. Lo importante es que Maribel Otrora me tiene presente, dice Meg.

-Pues si me cogen no le va a hacer gracia a Lorena Vitoriaca, dijo que esas cosas no pasaban.

Meg me dice que no haga ese tipo de bromas si quiero caer bien y que me siente, que han confirmado los derechos internacionales del anuncio del coche y que me voy a llevar una pasta.
Me dice la cifra y es increíble. Si lo traduzco a pesetas, que es la moneda que usaba yo de pequeño, durante la época de los sumerios, me da una cantidad que de niño imaginaba que tendría de mayor, si alguna vez tenía mucho dinero. La cantidad que costó el piso en el que aún viven mis padres, hace cuarenta años. Claro que ahora esa cantidad no da ni para una cuarta parte de la entrada de un piso barato pero aún y así es una gran cifra. Mi primer millón de pesetas.
Le digo que es maravilloso, gracias, menos entusiasmado de lo que cabría esperar, considerando mi situación económica habitual. Hace un mes, estaría saltando y gritando de alegría, golpeándome en el pecho con fuerza, con la palma de la mano y repitiendo: “Me lo merezco, me lo merezco.” Pero encontré algo a través de "soloactores" en lo que ya llevo trabajando unas semanas y, por lo que nos dicen, habrá trabajo para al menos un par de meses más. 
Además, ya he cobrado todo lo que me debían y ahora estoy un poco tranquilo de dinero. Claro que es maravilloso recibir esta noticia, no he tenido nunca tanto dinero, pero me parece también maravilloso recibirla así, ahora, desde el otro lado de la ansiedad.

Cuando mandé mi propuesta, el mes pasado, para ese proyecto audiovisual en el que ahora trabajo, estaba bastante seguro de que podía ser para mí. Decían en su anuncio que necesitaban: “Actores y actrices de comedia, estilo “Cámara Café” así que incluí en el asunto del mail: “Arturo Valls de Mercadona”, intentando arrancar una sonrisa al receptor, antes de que abriera siquiera el correo con mi candidatura.
Si utilizas esta maravillosa plataforma gratuita para encontrar trabajo, debes saber lo que hay. La mayoría de los proyectos interesantes, son de productoras pequeñas que no pueden pagar lo que valen los actores y actrices o, al menos, lo que figura en el convenio que valen. Aún y así, puedes encontrar cosas aceptables y hasta interesantes.
Lo de “Star Wars” y el “English Fun” del primer año, me salieron también gracias a esa web. 
El año pasado, cuando me comprometí a encontrar el equipo de artistas del English Fun, colgué ahí el reclamo y me quedé sorprendido, de los cientos y cientos de correos que pude llegar a revisar, más otros cientos que tuve que borrar sin mirar, así como de la mucha gente a la que ya conocía y que me mandaron sus propuestas, muchos de ellos asegurando cuando charlan entre copas, que esos tipos de trabajos no los hacen y que no trabajan por debajo del convenio.

Una de las cosas que aprendí, desde el otro lado del correo electrónico, es la importancia del Asunto. A veces son demasiados mails, se necesita filtrar rápido para no estar el día entero mirando opciones. Los primeros que se borran sin mirar, son los que incluyen palabras como: “Muy Trabajador/a” “Profesional” “Guapa/o” “Joven” y, en general, todos aquellos conceptos que sean interpretables, ya que, por ejemplo, tras el asunto “Joven”, puedes abrir el mail de una persona de diecisiete años o el de una de cuarenta y cinco. Así que, si puedes, añade algún reclamo con gancho en el Asunto y si no se te ocurre nada, pon nombre, edad y lo que haces.
Luego, más allá del Asunto, si el texto del mail huele a “Copia y Pega” de un escrito anterior, se percibe poco interés en el proyecto y, si no se tiene mucho tiempo, se borra también. Intenta incluir en el texto toda la información que juegue a favor tuyo, para el trabajo que sea, sin contar tu puta vida. Que parezca que le has dedicado un tiempo pero no que tienes el día entero para escribir un mail. 
Pasados los dos primeros escollos, conviene resumir en el currículum adjunto, los trabajos más interesantes, en una única página y no en diez como he llegado a recibir.
Yo me había cortado el pelo el mes pasado, lo tenía bastante largo, rizado y revuelto, para intentar ser más gracioso. Como no estaba vendiendo mucho mi espectáculo y Meg insistía en que me hiciera un corte de pelo más normalito para las pruebas, me lo corté a lo pijo de los noventa, corto por los lados y flequillo, como lo lleva por ejemplo Arturo Valls. Vi el anuncio, aproveché mi delgadez y mi perfil para incluirlo en el Asunto, enfocado en el estilo “Cámara Café” que decían necesitar. Quería poner “Arturo Valls en barato” pero pensé una opción más graciosa, incluí un par de links a Youtube, con los vídeos más graciosos de The PocoSwag en los que yo participaba y recé por que no borraran el mail sin leerlo, como pasa algunas veces, simplemente porque no se tiene tiempo de revisar la bandeja ese día y necesitas liberar espacio de la memoria para el día siguiente. Por eso, si estás muy seguro de que tu propuesta es buena y que encajas muy bien, mandar dos veces el mismo mail con unos días de diferencia, no es mala idea.

Estoy sentado en la ventana abierta del salón, mirando las estrellas y empiezo a tener algo de frío. Andrea, la veo desde aquí en la cama, está tapada con una sábana que dibuja una onda de Luna en su piel desnuda, tan bella, que me he desabrochado la camisa y me he arremangado los pantalones hasta los tobillos, para proyectar yo también una imagen sexy, por si ella se despierta y me ve aquí escribiendo. Pero ahora que empiezo a coger frío me parece estúpido, así que cierro los botones de mi camisa y también la ventana.

El cliente del proyecto “Estilo Cámara Café” es un importante banco catalán. Han invertido bastante en recursos humanos este año, quieren que el lenguaje y la comunicación entre departamentos y oficinas de todo el país, fluya en los mismos términos para mejorar la interacción entre comunidades autónomas. O algo así. Entonces, se han simulado los cuatro perfiles más comunes entre trabajadores de banca, los cuales tienen conversaciones delante de la máquina del café, con lenguaje técnico del banco. 
Por ejemplo, yo que hago de joven ligón, en vez de entrar en escena contando que ayer tuve un lío con la chica del departamento de contabilidad, que sería lo típico, entro y digo esto:

-¡Uf, qué sueño! Ayer estuve hasta las tantas con Julia, de contabilidad, me estuvo explicando todos los objetivos a medio y largo plazo para el siguiente semestre, así como detallándome todos los posibles inputs de mercado, para lograrlos y no veas… ¡Cuatro horas! para mí que esa chica, en realidad… quiere tema.

Entonces, la única chica del reparto me responde:

-¡Uy! Si Julia tiene novia formal desde hace diez años… Las reuniones informativas entre departamentos, especialmente con el de contabilidad, se pueden alargar horas a fin de que toda información necesaria y prioritaria se pueda dar por transmitida. Hay que ser pacientes, y en tu caso, más humilde.

Entonces aparece un tercer personaje con un ataque de nervios porque en el departamento de marketing le han tenido tres horas con un posible proyecto, que al final no se hará. Es un actor gordito y muy gracioso, se llama Luís. Por último, aparece el que hace de director general del banco, en plan jefazo, y manda a trabajar a todos, al final de todas las escenas.
Hay algunos videos, de prevención de riesgos laborales y de trato directo con el cliente, por ejemplo, que son para todos los trabajadores. Pero en su mayoría, van destinados a jefes de sección y responsables de departamento del banco, por eso se intenta cuidar mucho la calidad, para que les apetezca verlos y repasar conceptos. Así que es bastante divertido.
Se graba en cuatro horas, todos los Martes, nos pagan doscientos cincuenta euros por sesión, en efectivo, al acabar cada rodaje. No se contemplan derechos de imagen por que los vídeos son de uso exclusivo interno del banco, pero no está mal, la verdad. No da para comprarme otra moto ni para cambiar de estilo de vida pero me relaja mucho tener siempre dinero en efectivo a mano.
Ir a los castings o buscar actuaciones sabiendo que no lo necesitas para sobrevivir, por que tienes algo estable, por ahora, que sólo te quita dos ratos a la semana entre estudiar los textos y grabar, es interesante. Es como hacer lo mismo pero desde otro lugar. Como ese aire desenfadado que tienen los actores famosos que vienen los Miércoles a las noches del Costello, con la interesante diferencia de los millones de personas que ven a cada uno hacer su trabajo.

Cuando Andrea me llamó para proponerme la actuación de hoy, una parte de mí que latía con fuego en su interior, le dijo que sí antes de que tuviera tiempo de pensármelo. Llevaba tiempo esperando una llamada para un bolo con mi show, había dejado de intentar venderlo cuando me salió lo de la “serie” para el importante banco pero he hecho bastantes menos actuaciones de las que esperaba este año y, también, mi inercia de aceptar trabajos a veces funciona por sí sola. Además, después de Alicia y Vera, me había dado un periodo de abstinencia emocional y física, que el calor de la primavera estaba empezando a derretir.

-Ey, ¿qué tal? Mira, el músico al que iba a llevar esta noche al local de Guardo se ha quedado colgado en Cáceres y no podrá llegar. ¿Te apetece actuar con tu espectáculo? Te llevo en coche hasta ahí desde Madrid, cenamos, actúas y nos quedamos a dormir en el piso de mi abuela, que está al lado, ¿te apetece?

Me sonó como a que me proponía un plan, no sé por qué. Si hubiera sido para el día siguiente u otro día, tal vez le hubiera dicho que no. Los The PocoSwag actuaron en ese local en el que ella programa actuaciones, hace un mes, y me contaron que les hicieron tan poco caso que al final se lo tomaron como un ensayo pagado.
Pero es Sábado, me apetece salir aunque sea a trabajar y me acuerdo de que la noche en que nos conocimos, nos besamos y todo lo demás, le dije que tal vez podríamos repetirlo alguna vez y ella dijo que el año que viene. Eso fue el año pasado, así que podía acabar parecida la noche o, como mínimo, salir un rato y actuar desde la tranquilidad, desde otro lugar. 

El dueño del garito en el que actuaba esta noche, es un hombre fuerte y grande, rudo pero de buen corazón, el tipo de gente que te gusta tener de tu lado en una pelea.

-Vamos a ver, pedazos de mierda. Para la segunda parte del show os quiero aquí callados y respetando, que este señor ha venido de lejos para actuar aquí…

-¡Que les den por culo a los de la capital!- grita uno desde el público.

-¿Qué te pasa? ¿Quieres que te dé una hostia? ¿Quieres que te eche a la puta calle de una patada? Como te oiga una vez más, te meto, que estoy hasta los cojones de ti. Respetando, ¿me oís? Respetando aquí. Un aplauso.

El corpulento señor me guiña un ojo y me pasa el micrófono. Vuelve a mirar a sus clientes con odio infinito y se lleva un dedo a los labios, amenazante.
Hacía diez minutos, estábamos en el descanso de la actuación, después del primer pase, y yo le había dicho al tipo que para como estaba yendo, prefería que me pagara solo la mitad de la actuación y dejarlo ahí. El insistía en que no, que no me preocupara por la gente y que hiciera lo mío, que ya que he venido al menos cobre la actuación completa. Que muchos músicos, cuando la gente se pone imbécil, que es muy a menudo, ponen el piloto automático, terminan, cobran y se van, como hicieron también los The PocoSwag hace un mes.

-Ya… Puedo hacer juegos de magia cómica durante media hora más, los tengo para estos casos pero no sé si vale la pena, la verdad.

Entonces me dijo que si lo que necesitaba era silencio que no me preocupara, que él se encargaba, cogió el micrófono y empezó a acojonar al personal. 
La actuación terminó bien, sin embargo, había un aire tenso en general y un par o tres de borrachos ruidosos abandonaron el local pero me llevé hasta unos buenos aplausos al acabar.

Andrea me animaba después del show, decía que había estado muy bien pero que la mayoría de los clientes de ese local, son unos paletos antipáticos. Que después de lo de The PocoSwag y lo de esta noche, ha decidido no programar más comedia ahí con gente de Madrid. Que si no saben apreciar lo bueno, que se jodan. Y aunque no parece haber ninguna conexión entre la conversación y el gesto, aunque durante el largo viaje en coche y toda la noche, ella ha mantenido una distancia fresca, amistosa y libre de seducción, me desabrocha un botón de la camisa y me mira fijamente a los ojos.

-¿Quieres seguir con el resto de botones?

La conversación sigue hasta la cama, luego las palabras se convierten en carne y humedad. Otra vez tan diferente, tan libre de pasos a seguir, tan desde otro lado y tan rico como la vez anterior. Al acabar, ella se levanta desnuda y me pregunta si puede hacer algo que le hace ilusión, le digo que claro. Coge un sobre que contiene el dinero por mi actuación, aún no me ha pagado. Saca el fajo de billetes, los cuenta y me los tira con desprecio, bromeando, encima de mi pecho desnudo. 

-Bueno, hasta el año que viene.- dice riendo.  

Luego se tumba en la cama boca arriba, se tapa la cara y arrastra sus manos hacia atrás, acariciando su pelo corto y rubio. Exhala un suspiro de alivio, cierra los ojos y se tapa ligeramente con la sábana, dibujando una media Luna de tela sobre su piel. 






















Una posibilidad entre diez

Valencia, posible diez de Junio de 2010

“Te he mandado el texto del personaje a tu correo, Maribel te espera mañana a las once. Bss.”

Reviso el mensaje de Meg por asegurarme del horario, aunque lo he mirado unas veinte veces. 
Es de noche, estoy en una pequeña habitación de pensión, junto a la estación de trenes Joaquín Sorolla. He llegado esta mañana, temprano, aprovechando una oferta de tren. La pensión está tan cerca de la estación que me he perdido, he pasado por delante tres veces, porque en los planos las distancias parecen más largas y porque no hay un cartel con el nombre del hostal, en la fachada ni en ningún lugar.
En la pequeña televisión borrosa en forma de cubo, que acompaña mi soledad, la bella Shakira canta, baila y enamora al viento de la noche, durante un concierto de Rock, lo cual ella hace como nadie. Es la reposición de su actuación en el Rock in Rio de hace unos días, estuvo increíble y le hizo el amor con su música a toda la gente del público. Me recuerda, con las maravillosas curvas de su cuerpo y el laberinto de belleza de su cara, la soledad de mi piel.

No fue buena idea dejarme llevar con Andrea. Me sacó de mi estado ausente y me recordó lo maravilloso, a veces, del deseo y el encuentro entre dos cuerpos. La semana siguiente le mandé un mensaje, sólo para saludar y ella me respondió a los dos o tres días, saludando también. 
Así que últimamente ando algo ansioso, a veces incluso diciendo chorradas a algunas actrices con novio que vienen al Costello los Miércoles, o deseando con fuerza que esa preciosa cantante de la tele, en vez de un escenario en Brasil, estuviera en esta pequeña cama de pensión Valenciana. Tal vez sólo busco algo que me despiste la cabeza, para intentar no pensar en la mierda de situación en la que, otra vez, estoy. Quiero un falso amor que me despiste de los problemas de verdad.

El Martes, la chica de la productora de la “serie” para el banco importante que estábamos grabando, tuvo una pequeña reunión con el equipo de actores. Nos pagó lo acordado ahí, en ese pequeño camerino que compartimos todos, incluida la actriz, y que huele un poco a polvo y humedad. Dijo que el cliente estaba encantado con el producto y con nuestro trabajo como actores, que querían hacer muchos más vídeos, así que habría trabajo, no para tres meses como estaba previsto, si no para cinco o seis. Nos miramos entre felices y confundidos, Luís dijo: “¡Bien!” y aplaudió un poco pero la cara de la chica y su tono de voz, no sonaban a nada bueno.

-El coste de producción es demasiado alto. Ésta es la última vez que os podemos pagar lo que acordamos y me sabe fatal, porque sé que no es ni el mínimo. A partir de ahora, el pago será de cincuenta euros por sesión, si alguien quiere dejarlo, se entiende.

Hay protestas, quejas y mucha decepción. Quizás si de entrada el precio hubiera sido ése, algunos hubiéramos aceptado, por tener algo. Pero después de habernos hecho a la idea, todos, de que con esto pagaríamos las facturas principales, y quizás algo más, durante dos o tres meses como nos habían asegurado, esto es una putada. 
El que hace de director del banco y yo salimos a fumar, la chica y Luís no fuman pero salen también, a comentar la jugada. Podríamos reclamar… ¿El qué? ¿Tú has firmado algo? Porque yo no. No, yo tampoco. Joder… Y ¿si nos plantamos todos? ¿Qué? Cuelgan el anuncio en soloactores otro vez y en una semana tienen a cuatro nuevos. Ya… joder. 
El más veterano no dice nada, fuma mirando un horizonte que acaba pronto, en la pared de la fachada del edificio de enfrente. Aún y con el final de su mirada a unos ocho metros de distancia, sus ojos perdidos parecen aventurarse kilómetros a la deriva, atravesando desiertos de recuerdos y llevándole a un lugar seguro. Todos estamos esperando a que él diga algo.

-No os preocupéis, esto pasa a menudo hasta en producciones grandes. Es parte del oficio.

Respira hondo, entrecierra un poco los ojos y los saca de su horizonte cercano. Apaga su cigarrillo contra la suela de su zapato y tira la colilla en una papelera. Durante el trayecto, alza las cejas y asiente en silencio con la cabeza, como si estuviera de acuerdo consigo mismo en algo.

-Bueno, yo no sigo, ¿Vosotros?- dice después.

Yo digo que no, rápido, simulando dignidad. La chica dice que no sabe, que se lo tiene que pensar. Luís dice que seguramente sí, que tiene un hijo y que tiene que coger lo que le den, ni que sea para pañales. El que ha hecho de jefe nos estrecha la mano a todos y se va a cambiar, coge su dinero, se despide sin rencores, elegantemente, de la chica de producción y del operador de cámara.

Mañana tengo una prueba que podría ser muy importante. Maribel, la directora de casting, ha dicho que quiere ser muy clara con Meg y conmigo con respecto a esta serie. Tenemos una posibilidad entre diez de que salga adelante pero hay optimismo en el equipo. Mañana me grabará en su oficina y, si todo va bien, el mes que viene habrá un casting con el director de la serie.
Todo va lento pero va, que supongo que es lo importante. Aunque hasta que la cosa llegue a alguna parte, en esta carrera de tortugas, ahora que se ha acabado lo de la “serie”, tengo que coger otra vez, todos los putos trabajos pequeños que me salgan. Porque los del anuncio del coche, muchos seis mil euros, pero todavía no me han soltado ni un puto duro. Se ve que están teniendo problemas con el modo de facturación pero no me puedo quejar porque, por ley, pueden retrasarse hasta cuatro meses en el pago, desde la aprobación de los derechos. O sea, puede que cobre siete meses después de haber hecho el trabajo. Su puta madre.

Leo y releo el guión para la grabación de mañana, tumbado en mi cama, esperando quedarme dormido con el texto encima del pecho. Reviso la alarma, está conectada. Son las tres y media de la madrugada. La estación queda a un minuto a pie pero temo quedarme dormido. No es buena idea ir a una prueba después de dormir apenas un par de horas pero no tengo muchas opciones, hasta que cobre lo del anuncio tengo que coger lo que sea.

-Mira, a mi marido le gustan mucho los monólogos pero mucho, mucho. Ve el Club de la Comedia todas las semanas y se parte, el tío, y yo he pensado en regalarle un monólogo para nuestra boda, que es la semana que viene. 

La chica me cuenta que ha estado buscando desde hace meses, que soy su última opción. Que la mayoría de cómicos le han pedido trescientos euros por la actuación, con gastos de viaje y alojamiento a parte, lo cual es, en efecto, el precio habitual por ese tipo de servicios y eso contando con artistas de caché medio o bajo. Los garitos se cobran a menudo más baratos que eso pero tienen un público acostumbrado a ver comedia, en la mayoría de los casos. No es lo mismo que meterte en medio de una celebración privada, a hablar sólo durante una hora.
Me dice que puede llegar a los trescientos pero que no más. Que si hace falta sólo haga media hora de show, le ha pasado mi teléfono un cómico simpático del Comedy, que sabe que tengo media hora de texto bastante buena.

-Mira, hacemos media hora por ese precio, no te preocupes, pero tendrás que ocuparte de que haya equipo de sonido y un micrófono, los DJ’s suelen traer.

Me dice que sí, que tienen contratado un DJ y que qué bien, gracias. Hago cálculos mentales y, descontando el viaje y la pensión, si pillo alguna buena oferta por internet, me puedo volver con tres billetes de cincuenta en el bolsillo, lo cual es tres compras en el supermercado, lo cual es bastante ahora mismo.

Hoy he venido a esta bonita ciudad de luces y besos en los ojos. He paseado por sus calles grandes y pequeñas, de colores que parecen música, entendiendo que haya inspirado a tantos artistas y tantas canciones. 
He llegado muy temprano para aprovechar una oferta de tren, me he alegrado de ver el amanecer despertar, con su naranja dulce derramado por las paredes, en este bello lugar milenario. La actuación, no obstante, era a las doce o tal vez un poco más tarde, según fuera la cena. A la una del mediodía ya estaba harto de caminar o sentarme en cafeterías y bancos pero no podía entrar en la habitación hasta las 17h, así que me voy a mirar tiendas.
Encuentro un sombrero que me gusta, hace tiempo que no me compro nada. Me miro en el espejo de la tienda y me doy cuenta de que voy con la ropa del show. Mis pantalones de pitillo, mis botas gastadas, mi camiseta divertida, mi americana arremangada, la cual da bastante calor en esta época del año. No he traído más ropa, ni siquiera maleta.
Esta mañana me he despertado a veinte minutos de que saliera mi tren. La alarma ha sonado a las 5:30h, como estaba programada, la he apagado y he seguido durmiendo. Luego, con el grito ahogado de alguien que ha olvidado algo muy importante, me he despertado veintidós minutos después, con el tiempo más que justo. No sé por qué, no sé qué me ha hecho despertar entonces y no un minuto más tarde, lo cual hubiera hecho que perdiera el tren, y es una de esas cosas que pasan y quizás nunca sabré por qué. Pero suele pasar, así que ya tenía preparada, por si acaso, mi ropa del espectáculo sobre una silla y, por si acaso también ya que sólo han contratado monólogo, mi maletín de magia al lado. Para, si me dormía, vestirme con la ropa del show y salir corriendo a la estación, sin mochila, ni maleta, ni muda de recambio. 
Me visto más rápido que un bailarín de musical, salgo corriendo de casa, sufriendo una crisis nerviosa y murmurando “No, por favor, no” durante todo el camino. Corro desde mi casa al metro porque tengo, otra vez, mi pequeña y vetusta moto en el taller. Corro hasta los tornos de la entrada, no encuentro mi pequeño ticket de metro, quizás no lo he cogido, el vigilante parece despistado en un rincón, escucho un tren llegar, puede ser el mío y no puedo perderlo. Sin tiempo para comprar un billete, salto por encima de los tornos como hacía de chaval pero con más dificultad porque llevo un maletín de magia, en una de las manos que debo apoyar para pasar por encima. Hago bastante ruido al chocar el maletín contra el metal de los tornos, salgo corriendo hacia el andén y no me giro cuando oigo un “Eh!” desde detrás, que parece venir del vigilante de seguridad. En efecto, el tren que ha llegado al andén es el mío, miro hacía atrás y no veo al vigilante perseguirme pero sigo bajando escaleras a toda leche, cuando escucho la alarma de cierre de las puertas. Atravieso el anden y las puertas en dos saltos, se cierran justo detrás de mí, el metro arranca, resoplo y veo que una chica me mira, desde su asiento del vagón. Le sonrío y me arremango la americana, creyéndome 007. 
Durante el trayecto de Tribunal hasta Atocha, hago cálculos mentales sobre el recorrido de pasillos que voy a hacer, antes de llegar a mi tren. Conozco los pasillos de memoria, calculo por dónde voy a pasar y la cantidad de gente que me puedo encontrar en cada sector del recorrido, para poder ir corriendo a la máxima velocidad sin causar ningún accidente. Mientrastanto, voy enfadándome con los minutos por pasar tan rápido, con el metro por tardar tanto en arrancar y trato de dar un buen perfil hacia el lado donde está sentada, la chica que me mira. 
El metro llega y yo salgo corriendo hasta mi tren, lo peor que puede pasar es que me encuentre cola en el acceso pero a esta hora y por la puerta de acceso a la que voy, sería raro. Cuando, por fin, atravieso la última puerta y muestro mi billete a Valencia, sudando mucho y sin poder hablar, el chaval me dice que me ha ido de menos de un minuto, que qué suerte. 

Ese tipo raro que ves algunas veces en las estaciones de tren, que corre y mira a los lados, que parece un desgraciado con problemas importantes. Ese tipo era yo hoy, parecía que me jugara la vida y, la verdad, de alguna forma así era. Este mes se celebran muchas bodas y, por lo tanto, hay menos despedidas de soltera y soltero, así que apenas hay trabajo en la Paella Cachonda. Así que lo que voy arañando aquí y allí son ahora mis ingresos, viviendo al día, por no decir a la hora, hasta que cobre lo del puto anuncio.

Me he comprado finalmente el sombrero de la tienda porque, como actor, me sentía totalmente incapaz de actuar por la noche sin un mínimo de atrezzo, habiendo sudado durante todo el día la ropa del show. Ahora el sombrero, reposando junto a la cama, sobre una pequeña mesita de noche con olor a viejo, parece acompañarme el descanso y pronosticar tiempos mejores. 

Salgo a las diez y media de la noche de mi habitación de la pensión, ceno algo en un bar cercano y me tomo dos cafés, para poder aguantar. Me dirijo al restaurante del banquete de la boda, en transporte público, tengo que caminar bastante desde la parada donde me deja el autobús. Llego a las doce menos diez, atravesando salones oscuros y vacíos, a la luminosa sala donde tiene lugar la celebración y me quedo en la puerta. Las mesas, redondas, están repartidas por todo el espacio, formando unos veinte pequeños grupos de gente en círculos cerrados. La mesa del DJ, donde debe de estar el micrófono, está en el fondo, junto a la mesa de los novios pero bastante o muy alejada de la mayoría del resto de mesas. No creo que toda esta gente se gire para prestar atención a mi monólogo, la verdad, pero tampoco podrían. Por el espacio, si toda la gente que queda de espaldas a la mesa del DJ gira su silla para ver el show, se molestarían entre sí, no hay sitio para poder girar todas las sillas. Busco a la novia con la mirada y le hago un gesto discreto, ella se pone nerviosa, mira la hora y niega con la cabeza, levantándose hacia mí. Me lleva a una habitación contigua, oscura y me dice que lo retrasemos unas dos horas, como mínimo, que están empezando a cenar. Le digo que una hora puede ser pero dos es imposible, que mañana cojo un tren a las 7:10h para hacer una prueba, para una serie, en Madrid. A ella le causa interés el tema y suaviza un poco su actitud, me dice que si soy actor, que anda, qué bien. 
Le digo que más que la hora de inicio del show, me preocupa la disposición de las sillas. 

-No hay sitio para que la gente se gire y vea el show, se chocarían algunas sillas.

-No, no, tú no te preocupes por la gente, que la mayoría son unos sosos y otros unos burros. Tú haz el monólogo para mi marido, que esto es un regalo mío para él. Los de mi mesa te vamos a prestar atención, seguro.

Quedamos en hablar en una hora, a ver qué tal iba la cena. Me quedo sentado en el salón oscuro, vacío, contiguo a la sala, abriendo cajones, sirviéndome agua, pensando en robar algún tenedor o alguna cuchara, durante una hora aburrida. Pasa la hora y ella sale, me pide media hora más y le digo que vale.
Cuando han pasado los treinta minutos extras, entro en el salón con decisión y sonriendo pero muy hasta los huevos de esperar. La gente sigue cenando y la novia me hace un gesto raro con la mano, como de más o menos, agitando la muñeca. 
Llego a la mesa del DJ y me muestra el micrófono para la actuación. Es un viejo aparato cuadrado, del que sale un delgado micrófono a la altura de una persona sentada. Aprietas un botón para hablar y cuando terminas, lo sueltas. Le digo que es un monólogo, que necesito sostener el micro y que se me vea entero, que sentado pierde toda la gracia. Dice que “Ah” y se encoge de hombros, dice que es lo que hay, que si tuviera yo un micro, lo podríamos conectar. 

A mis primeras actuaciones, siempre llevaba conmigo un micro de mano de buena marca, así como un cable de unos cinco metros. Pero en el papel que firmé sin mirar, con la repartición de bienes entre Alicia y yo, figuraba que ella se los quedaba.

Cojo el aparato cuadrado y trato de levantarlo lo más posible. Está enganchado con un cable corto, el máximo que lo puedo levantar es a la altura de mi estómago. Aprieto el botón y lo mantengo pulsado, con la otra mano sujeto el aparato, empiezo a hablar encorvado sobre la mesa, con el trasero echado hacia atrás, en la posición más incómoda en la que he trabajado en mi puta vida. Los del sector de la izquierda se giran al escucharme, ponen cara de asco y se vuelven a girar. Los del sector de la derecha me confunden con un artista erótico, quizás por el sombrero, y empiezan a gritar: “Stripper, stripper” mientras golpean la mesa con las manos. Me queda claro, en seguida, quienes son los sosos y quienes los brutos de los que hablaba la novia. 
Doy las buenas noches hasta que la gente se calla, luego me dirijo al novio y le pido disculpas por hacer la actuación con un micrófono que he robado de la estación de Joaquín Sorolla. Digo: "Ding dong ding, señores viajeros a continuación un monólogo de humor para el novio." Él se ríe, otra gente también. Luego un tipo de los del bando de la derecha, empieza a gritar de nuevo “Stripper, stripper” él sólo, mientras golpea la mesa. 

-Ehm, perdona, no, esto es un monólogo de humor para el novio. Si quieres un stripper tienes que coger una máquina del tiempo y bajarte en la semana pasada, cuando se celebró la despedida de solteros.

La gente de los dos sectores se parte de risa, esto se llama torear y si quieres dedicarte a la comedia, tienes que aprender a hacerlo. Yo he practicado bastante en la Olla Caliente y sitios así, el público lo valora mucho. No se trata de humillar a nadie, por muy impertinente que sea, si no de hacer algo gracioso con la situación, si puedes.
Entonces el tipo que decía “Stripper” me pide que cuente un chiste, otra cosa que un cómico ha de tener siempre en el bolsillo, dos o tres chistes blancos, inteligentes, para todos los públicos. Se ríen con mi viejo chiste y yo animado, demasiado animado, le digo que ahora por favor me deje continuar, que pese a lo que pueda parecer por mi posición, no me gusta que me den por culo mientras actúo. Ahí, el sector de la derecha se arranca en aplausos y el de la izquierda se gira, ciertamente molesto con mi comentario. Comienzan a hablar y a sus cosas, yo me giro al novio, que se está riendo mucho por ahora y sigo mi monólogo. 
El sector de la derecha pierde pronto el interés en un señor encorvado hablando a lo lejos, vuelven a la cena y a los gritos. El novio me mira durante quince minutos, luego empieza a comer mientras sonríe, como el resto de los de su mesa, y toda la demás gente va a lo suyo, haciendo ruido. Me duele la espalda que te cagas, no puedo seguir agachado otros quince minutos, doy las gracias y termino el monólogo, la novia me mira mal.
Estiro mi columna con dolor y luego le hago un juego de magia divertido al novio, como final. La gente aplaude y yo me quiero ir de allí cuanto antes. La novia me dice que para lo que he hecho debería hacerle una rebaja pero que vale, que reírse se han reído, así que aquí está lo acordado.

Vuelvo a la pensión arrastrando los pies, mirando de reojo a alguna chica guapa y pensando en la prueba de mañana, en la posibilidad entre diez de que todo esto cambie pronto.






































Javier, José Alberto y Murakami

Barcelona, 30 grados de Julio de 2010

Es un día agradable para pasear por esta ciudad mágica, de aire eléctrico y ritmo acelerado. Lo mejor de Barcelona no son las calles, ni la historia de los ladrillos. Lo mejor es esa atmósfera excitante, que convierte tu vida en el capítulo de una novela y te invita a vivir muchas vidas.

Paseo por nostalgia, por el barrio por donde vivía Alicia cuando empezábamos, hace ya cinco años. Yo vivía aquí cerca, mientras acababa de estudiar en la escuela de Teatro, es una zona del Eixample bonita, junto al mercado de Sant Antoni. Su habitación estaba en un séptimo piso, en una bonita calle con edificios más altos, construida más recientemente que el resto de fachadas centenarias de por aquí. Recuerdo una tarde en la que, después de hartarnos de hacer el amor, salí desnudo al salón de su piso y me asomé al balcón de su terraza. Pensaba que alguien podría verme pero en Barcelona todo el mundo va a lo suyo y como yo no veía a nadie desde donde estaba, me relajé y respiré hondo.

Hasta ese momento, la historia de mi vida era un guión viejo y amarillento, escrito desde hacía décadas, para hijos de obreros de familia numerosa. Mi inquietud artística me devoraba desde siempre, imposible de entender, y mi sensibilidad me parecía una cosa más de la edad, que esperaba que se me pasara pronto. Aunque permanecía, año tras año, y quizás al final, de tanto ignorarla o despreciarla hubiera muerto y se hubiera podrido dentro de mí, como le ha pasado a tanta gente de mi barrio, de no ser por Alicia.
Sentí que estaba en el principio de algo muy importante, algo lleno de romanticismo y acción, que tenía que ver con esta chica que acababa de conocer pero que se extendía mucho más allá de ella y que no se sabía dónde acababa. De repente ahí, desnudo en un piso alto de esta ciudad romántica, mirando el mundo con privilegio, me sentía como uno de esos dibujos sugerentes de los cómics “underground” de mi padre, que contaban historias de corazones fuertes que vivían vida bohemias y diferentes a lo convencional. 
Era una sensación extraña, nueva, como cuando tomas una droga y analizas lo que te va pasando por el cuerpo. Se parece a la sensación de la noche de Reyes cuando eres pequeño o al instante previo a soplar las velas en el día de tu cumpleaños. Aunque no era amor, aún, ya me había enamorado antes y se sentía diferente, como digo era algo mucho más profundo.
Una extraña sensación me asaltó, también, el día en que la conocí. Íbamos a trabajar a un evento en un hotel, ella, yo y otras cuatro personas, formábamos parte de la amplia brigada de camareros entre los cuales encontrabas actores, cantantes, escritores y también algún que otro camarero de verdad. En el coche, de camino, ella hablaba alto, dándose importancia, con ese descaro sonoro de una cantante de veinte años. Yo, oyendo su voz sentía algo extraño, como un embudo en mi pecho filtrando mi corazón. Una sensación de pérdida, tan verdadera y fuera de lugar que me sorprendió, porque no la conocía de nada, así que miré por la ventanilla del coche y empecé a llorar, discretamente. 
Ésas son algunas de las varias cosas increíbles que pasaron con Alicia y que tal vez nunca sabré explicar. Como lo de Madrid y mi carrera como actor, ahora lo puedo decir, parece que sí, que ya.
Anteayer, Meg me llamó para confirmarme mi participación, como uno de los protagonistas, en el equipo de rodaje de la próxima serie de Boca Boca. Y eso, de verdad, creo que nunca hubiera ocurrido de no ser por Alicia.

Estoy en Barcelona desde hace un par de días, viviendo cosas que pensaba que eran para otro tipo de gente. Me pagaron finalmente lo del anuncio, después de seis meses de dolor y espera.

-Vamos a ver, normalmente no se hace así por que Hacienda te puede sancionar pero vamos a hacer la factura con tu nombre para que puedas cobrar los derechos de imagen, por que he visto tu registro laboral y figura como que no has trabajo NADA este año.

Era el jefe de contabilidad de Kuranda, no se lo podía creer. Decía que el último registro de actividad con mi nombre era un trabajo para la MTV de finales del año pasado, le dije que sí, que podía ser. Por lo visto, ni siquiera en el trabajo de la TDT, que era para el gobierno, me dieron de alta en ningún sector. Doy un repaso mental, mes a mes, de la locura que ha sido este último año y me da un poco de dolor de culo, de pensar que no he trabajado oficialmente nada. Quizás haya sido todo un sueño, y yo acabe de empezar a existir.
Me dijo que por mis ingresos registrados, entro en un perfil que está por debajo del corte habitual en las investigaciones por parte del Censo. Que aún y así me puede tocar, por lotería, pero que sería muy mala suerte y que disfrute de mi dinero.
Había hecho la prueba con el director de la serie esa misma mañana y había ido muy bien, así que nada más colgar me saqué un billete de Ave en primera clase, con destino a Barcelona, a la salud de todos los malos momentos económicos que he vivido en los últimos meses.

Acabo de pasear por el antiguo barrio de Alicia y me voy a ver a mi amigo Javier, a alguna terraza del Raval, cerca de ahí. Me he puesto un poco nostálgico, no pasa nada. Este mes he dejado el piso de Malasaña en el que vivía, he encontrado algo más barato en la Latina, con mis ex-compañeros de piso como vecinos. 
Alicia y yo fuimos la semana pasada a firmar la rescisión del contrato de alquiler del piso, que aún seguía a nombre de los dos. Luego fuimos a la oficina bancaria donde abrimos nuestra primera cuenta corriente conjunta, la cual seguía abierta por que ahí llegaba el cobro del alquiler. Era lo único que quedaba a nuestro nombre y había que cancelarla. Antes de entrar, estuvimos hablando en la calle de los errores que cometimos, cada cual reconociendo los suyos propios, lloramos y nos abrazamos por última vez. Luego, al abrir la puerta de la oficina del banco, nos dimos cuenta de que habíamos estado llorando y reconociendo cosas mucho rato y la puerta ya estaba cerrada. Así que tuvimos que volver al día siguiente, temprano por la mañana, bastante incómodo todo.

La semana pasada estaba en el Costello, tomando un whisky después de otra aplaudida actuación con The PocoSwag. Fue un día raro, venía gente de la famosa productora catalana de Teatro y televisión “El Terrat” a ver el show, la cual está especializada en formatos de comedia como el nuestro. Le dije a Jim que no podían dejar pasar una oportunidad así, que hiciéramos un show con todo lo mejor del grupo, tanto a nivel de sketches como de vídeos. Pero él y Groucho estuvieron de acuerdo en que, a la altura del futuro del grupo, estaba su compromiso con el público habitual del “Costello” y ya habíamos hecho un homenaje a los mejores sketches del grupo la semana pasada. A cambio, Jim trabajó duro durante la semana editando vídeos en su ordenador, para ofrecer un buen espectáculo visual, con un montaje fresco de lo más divertido de entre los cientos de sketches audiovisuales, los cuales habíamos grabado por las calles principales de Madrid, con la cámara en la mano y cuatro disfraces al hombro, sin permisos, recogiendo rápido y huyendo, junto a los manteros de la Gran Vía, cada vez que se acercaba la policía. 

La sección de vídeo estuvo muy bien y los de la productora, a los que yo controlaba todo el rato, se rieron bastante. Luego, la parte de los sketches en el escenario estuvo floja y se alargó demasiado. En un momento vi bostezar a alguien de la productora y me sentí mal. No hubo una gran entrada, a penas la mitad de la sala, no ayudó nada que la gente estuviera viendo a España clasificarse para una final de la copa del mundo, por primera vez en su historia, esa misma noche, la cual ganaría cuatro días después llenando las calles de la capital de alegría. Poco antes del final, uno de ellos (eran tres, dos chicos y una chica), se ausentó y ya no volvió a aparecer. 
Más tarde, en la barra, pienso que tal vez The PocoSwag, como todos, tenga bastante potencial pero también mucho que madurar, antes de triunfar. Le digo eso a Verónica, con quien estoy hablando y me dice que está de acuerdo.
Verónica protagonizó durante años, junto a otra gente guapa y con talento, una exitosa serie juvenil llamada “Compañeros”. Yo veía esa serie a veces y me parece gracioso ahora estar charlando ahí, con ella, de cosas de la vida. Me pregunta que qué tal va lo de “Comisiones Café”, que es como llaman graciosamente los The PocoSwag a la “serie” para el banco que yo había estado rodando. 
Le digo que se acabó hace un mes, que estaba siendo jodido porque había empezado a tener rutinas alrededor de esa pequeña estabilidad y hacía cosas como ir al gimnasio o tocar la guitarra pero que ahora, al no parar de pensar en posibles trabajos, aunque tengo más tiempo ya no hago nada de todo eso. 
Me dice que no sé lo bien que me entiende, que es difícil organizarse en este oficio, especialmente en los periodos de inactividad, lo cual se conoce en el mundillo como “cuando estás entre proyectos”.
Se suma a la conversación Venus, ella entiende mi situación, también. El cartel de la película que ella protagoniza y que se ha estrenado hace unos meses, está por todas partes. Por increíble que parezca, nadie la reconoce a menos que hayan visto la película, y por ahora no está siendo un éxito de taquilla. Hay tanta gente famosa en el reparto que ella, aunque es la actriz principal y su trabajo es muy bueno, se ha quedado fuera del cartel. Así que su cara está en la gran pantalla de los cines de la ciudad pero Venus está aquí, entre proyectos, charlando con otra actriz y conmigo, de igual a igual. Hace más de un año que terminaron el rodaje y le van saliendo sólo cosas pequeñas, dice, pero a veces tardan mucho en pagar y es un coñazo, ya les vale. Le digo que la entiendo perfectamente, como Verónica entendía perfectamente lo que yo le decía y ahí estoy, en un local de espectáculos en vivo junto a la Gran Vía de Madrid, tomando una copa de noche y charlando, entendiéndome perfectamente con profesionales del oficio.

Javier escucha mis anécdotas con la gente famosa que voy conociendo, con interés. Nos hace gracia el cotilleo pero encontramos mucho más interesante la de vueltas que da este mundo de los actores, cómo hoy estás en la gloria y mañana en la mierda, no sólo por lo que ha sido mi mundo desde Septiembre sino, también, por toda la gente que he conocido estos meses que llevan años en este oficio y pueden certificar lo que hablamos. 
Le cuento que tuve mi última experiencia homosexual hace un mes, precisamente coincidiendo con la celebración del orgullo gay en Madrid. Que seguía presionando de vez en cuando pero nada, lo de liarme con tíos fue cosa de una época o quizás sea todo por su culpa.

Él fue el primero y el único con el que repetí. Después de él, vinieron un par de tíos mayores que yo, que me despertaban mucha admiración, uno era un artista con un espectáculo propio cojonudo y el otro era director de recursos humanos, de un hotel en el que trabajé, y también transformista nocturno, de un local en el que me invitó a una copa. Pero, después del primer o segundo beso con cada uno, no me despertaron ninguna otra sensación y descubrí que la admiración no es deseo, aunque la persona a la que admires te desee a ti. Pero a veces las lecciones de vida, por importantes que sean, se olvidan con el tiempo por completo.

Santiago me llamó hace un mes para proponerme ir juntos a un local en Malasaña, que está empezando a hacer laboratorios de comedia y micrófono abierto los Jueves por la noche. La comedia está en auge y este tipo de sitios empiezan a proliferar en cada esquina. Hacía tiempo que no nos veíamos, me dijo que iba a venir solo y no hablamos de sus compañeros de piso en toda la noche. En el local estaba José Alberto, un cómico muy conocido del mundillo nocturno de la comedia, de mi edad, del que me he visto todos los vídeos que tiene en Youtube con sus monólogos. También le vi alguna vez en el Nirvana, aunque él no iba demasiado por ahí. Considero que es original y absolutamente genial. Santiago es bastante amigo de José Alberto, me ha hablado mucho de él, dice que le recordamos mucho el uno al otro. Es verdad que, cuando yo llevaba el pelo más largo hace unos meses, teníamos un aspecto muy parecido y al acabar algunas actuaciones, gente del público me había felicitado y me había hablado de ello. Santiago decía que José Alberto y yo nos tenemos que liar, que es perfecto para mí. Él se dio cuenta un día, dice, que cuando le hablaba de algún tipo que me gustaba o me llamaba la atención, siempre resaltaba de esa persona, las virtudes que yo creía tener y que me gustaban mucho de mí mismo. Dice que no es que me gusten algunos hombres, si no que me gusta reconocer cosas buenas de mí mismo en otros y cuando a ese otro yo le gusto, me hago un lío.

-Tú no eres maricón, ni bisexual, tú eres un narcisista de cojones.- me dijo un día entre cervezas.

Actué ese Jueves en aquel laboratorio de comedia nuevo, delante de José Alberto, nervioso como un niño gordito ante el profesor de educación física. Le gustó mucho mi actuación, parecía sorprendido y cuando me felicitaba, yo le pedía por favor que no lo hiciera, que me sentía muy raro, que estábamos equivocando los roles. 
Congeniamos bien y Santiago sonríe mientras charlamos, va asintiendo con la cabeza y moviendo las manos en el aire, como si amasara pan, como invitando a que nos juntemos más. No estamos de acuerdo en todo, sin embargo, hablamos de comedia y él opina que un cómico de verdad no está obligado a funcionar siempre, a que la gente se ría con él, en todos los garitos en los que actúe. Como artista, si sigues una línea sincera, dice, lo normal es que llegues a una gente sí y a otra no, como los músicos y como todos los demás. Estoy de acuerdo pero la risa, opino, es algo más fácil de contabilizar que lo mucho que te ha gustado una canción o lo que sientes cuando miras un cuadro. Así que cuando un señor te contrata para que hagas reír a sus clientes, puede ser incómodo pasar por la caja a cobrar sin que se hayan oído, al menos, unas cuantas carcajadas.

-Incómodo es el colchón de la habitación que te ponen para dormir, en muchos sitios.

Me río y damos por zanjado el debate. Hablamos de Salamanca y de la pensión que parece un viejo monasterio, con ladrones al acecho y Brutus custodiando la puerta de la entrada, nos reímos más, Santiago parece divertirse mucho solo, mientras nos mira.

-Mira, te voy a ser claro por que Santiago me está poniendo nervioso. Él piensa que nos tenemos que liar porque a mí a veces me gustan tíos que me recuerdan a mí. Tú y yo nos parecemos un poco, te admiro mucho y me encantaría que me gustaras pero no va a poder ser.

Me pregunta por qué, sorprendido, estamos en la calle, hemos salido del garito y hay otras cien historias que ocurren a nuestro alrededor entre la mucha gente que se amontona y se divierte en Madrid, durante esa semana. Le cuento lo de Javier y lo de los otros dos señores. Le cuento cómo mi cuerpo se queda bloqueado, apático, a partir del primer beso. 
Me dice que eso es por que aún no me he liberado, le digo que no, que no es eso, que lo he probado todo, nene. Me dice que entonces es por que ningún hombre me ha besado bien nunca y, a partir de ese instante, quiero irme cuanto antes para no perder nada de la admiración que le tengo como artista.
Busco a Santiago con la mirada, está meando en un rincón oscuro de la calle, hemos bebido mucho y me parece buena idea. Voy a mear cerca de Santiago y José Alberto pasa por ahí, echa un vistazo a nuestras pollas y le dice a Santiago que es una pena pero que su amigo no es gay. Santiago se sube la cremallera y pregunta que por qué no nos besamos y salimos de dudas, que él se va, que cree que está cortando todo el rollo. Termino de orinar y Santiago se está alejando, me cierro el pantalón, José Alberto me pregunta si he oído lo que ha dicho Santiago. Le digo que sí, que si quiere nos besamos pero que luego me voy a mi casa y él a la suya. 
Se ríe y me empieza a besar, le correspondo durante unos segundos. Una vez más, tierno pero insípido. Me dijo que besaba muy bien, que había notado quizás algo de pasión de verdad.

-No te lo creas, soy actor. Besar bien es parte del trabajo.

Entonces intenta besarme de nuevo, le hago una cobra y me piro. Cazo a Santiago unas calles más abajo, haciéndose el elegante mientras rechaza a una prostituta.

-¿Qué tal? ¿No te lo follas?

-Vete a la mierda.

Javier escucha mi historia con la cabeza apoyada en su puño, sonriendo a veces. Sigue observando el mundo con ese cierto pesar de resignación, porque Javier es muy inteligente, actor y licenciado en Filosofía, y ya sabe que las preguntas más importantes del mundo no tienen respuesta. Ese cierto pesar que a veces, cuando te escucha, le da un efecto de tristeza a su mirada y hace que pienses que lo que le cuentas le entristece, aunque sea un chiste.
Aunque, en este caso, puede que lo que le estoy contando le dé pena de verdad. Javier es un misterio de emociones escondidas, incluso para sí mismo.

Éramos y siempre hemos sido, amigos desde el respeto, la inteligencia y la mutua admiración. Pasábamos mucho tiempo juntos, somos vecinos del barrio de toda la vida y estudiamos Teatro en la misma escuela de Barcelona. 
Un día, él se quedó a dormir en mi casa y a eso de las tres de la mañana me besó unas dos o tres veces. Yo ni siquiera sabía que él era gay y puede que él no lo supiera hasta esa noche, me quedé sorprendido y me hice el dormido, sin acabar de creerme lo sucedido. 
Otro día, sólo por asegurarme, le invité a casa y me mantuve despierto todo lo que pude. Pero todo fue como, años más tarde, leería en palabras del delicioso Murakami:

“Yo no había tenido una sola experiencia homosexual, ni había pensado jamás que pudiera tener esa inclinación. Pero si Sumire lo deseaba, pensé que podía corresponderle. Al menos no me resultaba desagradable. Con Sumire, claro está. Por eso no la rechacé cuando me acarició o me introdujo la lengua en la boca. Era una sensación extraña, pero intenté aceptarla. Y dejé que siguiera. A mí ella me gustaba mucho y quería verla feliz, por eso no me importaba que hiciera lo que hizo. Pero, aunque pensara eso, mi corazón y mi cuerpo son dos cosas distintas, ¿me entiendes? El hecho en sí de que Sumire me acariciara con tanto amor hacía que una parte de mí se sintiera incluso contenta. Pero por más que mi mente pensara de ese modo, mi cuerpo la rechazaba. No podía aceptarla.” 

Extracto de “Sputnik, mi amor”, de 1999, autor Haruki Murakami.











































El éxito

“Es un ataque de importancia,

el corazón en una lavadora.

La mirada limpia y delatora,

de los espejos de tu infancia.

Le acompaña una extraña nostalgia

y el perfume de cien rosas.

Es una montaña solitaria

que tiene unas vistas preciosas.”


Palma de Mallorca, 25 sonrisas de Agosto de 2010

Jim toma el sol desde su hamaca, en la piscina del hotel, hablando por teléfono con semblante serio. He salido de la piscina hace un minuto, le he salpicado agua por encima, bromeando, y me ha mandado a la mierda. Parece que no está de muy buen humor, así que me acuesto a escribir sobre mi hamaca tratando de esconder barriga y parecer interesante, porque hay muchas chicas guapas alrededor. Groucho se ha quedado en la habitación, fumando un cigarrillo, no lleva muy bien este tipo de cosas. Él es de barrio, como yo, tenemos algunas experiencias de vida parecidas, de esas que te hacen madurar pronto. Conectamos bien pero a él le han pasado algunas putadas muy jodidas, de esas que podrían haber matado de pena a un hombre menos fuerte. 

Javier siempre dice que lo peor que le puede pasar a tus sueños es que se cumplan, dejándote vacío por dentro. A menudo, lo peor de conseguir algo que te propones, son dos cosas.
La primera cosa difícil es aceptar que no era para tanto. Si, por ejemplo, te imaginas levantando un premio importante y sueñas con eso, cuando lo recreas en tu cabeza, la sensación de felicidad y júbilo es constante, está todo el tiempo ahí. Pero si luego levantas el premio de verdad esa sensación es mucho más fugaz, dura un instante. Tienes que concentrarte en las escaleras para subir al escenario, en el discurso que vas a dar, a lo mejor pasa una mosca, alguien tose o te duele mucho un pie debido a los zapatos que llevas. Pequeñas cosas que son la vida misma, en la que las emociones son importantes pero duran poco.
La segunda cosa, aunque ésta no es común a todo el mundo como la anterior, es rechazar lo que has conseguido, entristecer, sentir rabia o emociones contrarias a la alegría que esperabas. Eso es, simplemente, una parte cómoda de tu mente, con la cual es difícil razonar. Te habla de amigos o familiares que no lo consiguieron y que lo pasan mal, del hambre en el mundo, de lo injusto de las clases sociales, de esa gente que sufre necesidad o de la gente con talento que nunca tendrá una suerte parecida. En general, se carga bien de razones y parece tener un discurso sensato. Esto pasa, sobretodo, a la gente que ha vivido pobreza económica o emocional, o ambas, en demasiadas épocas de su vida. 
Llegas a creer que lo mereces, que es lo que te toca, y estar ahí cumpliendo un sueño se siente de alguna forma absurda y coherente a la vez, como una traición a tu especie. 
Y eso es lo que le pasa hoy a Groucho, y a mí mismo muy a menudo.

Yo me había imaginado un bolo bien pagado con The PocoSwag, como el que tuvimos anoche, con viaje en avión, buena habitación de hotel, piscina, comida de bufé y todo lo demás. Sentía que era injusto que, con todo ese talento y amor que le ponen al oficio, todas las actuaciones que nos salían eran en plan pobre, en trenes o buses y ganando poco.
El trabajo nos ha salido gracias a Arturo, debido a la celebración de una fusión, entre la gran farmacéutica internacional Pfizzery otra farmacéutica española, Almirall. La agencia de Arturo y Esther se encarga de organizarlo. Ellos tienen contactos de gente con empresas grandes e influyentes pero en realidad se lo han encargado a ellos, que son una agencia pequeña, porque en verano hay menos competencia entre agencias, ya que la mayoría tienen la agenda llena, y es más fácil hacerse con este tipo de eventos pijos que pueden surgir de repente.
Jim y Groucho se encargaron de investigar un poco a este cliente que nos paga el sueldo de un mes a cada uno por un día de trabajo y descubrieron algunas cosas horribles que hacen algunas grandes empresas farmacéuticas, en países pobres, las cuales se cobran vidas de cientos de seres humanos al año.

Anoche, tras nuestra actuación, los directores generales de cada firma hicieron un discurso ante los más de doscientos trabajadores invitados.

-Esta fusión es un compromiso de multiplicar nuestros beneficios. Ahora somos una única gran farmacéutica que produce millones de medicamentos y, como tal, nuestra misión es una, única: Vender. Vender y vender. Nuestra misión no es curar, para eso está el medicamento si es que funciona pero eso no es responsabilidad nuestra, si no de nuestros laboratorios. Así que en caso de que nuestro nuevo medicamento no resulte un éxito o que finalmente no sirva para curar a la gente del perfil al que va destinado, que sea por que todos esos millones de personas lo hayan probado antes de convencerse.

En ese ambiente oscuro, tétrico y sobrecogedor, con tanta gente en silencio escuchando, parecía que estuviera hablando el malo millonario de una peli de James Bond.
Estábamos en Les Coves del Drac, había sido difícil reservar ahí un espacio para la actuación y celebración de la cena pero Esther, con su encanto, o quizás con alguna que otra mordida, lo logra todo. 
Actuamos ahí, entre las gigantescas erosiones de estas puntiagudas rocas milenarias, que te dan la sensación de una poesía de piedra o caminar por un lugar en el que el tiempo parece haberse detenido, justo cuando el mundo empezaba a derretirse. 
Nos ponen focos y un escenario bastante majo, los cientos de asistentes ríen y aplauden nuestros sketches y nuestros monólogos. Normalmente, estas actuaciones se las lleva gente famosa pero al responsable de marketing del evento le hicieron mucha gracia los videos de Youtube de The PocoSwag y, tras un casting por Skype en el que Jim lo bordó con su gracia natural, nos llevamos el trabajo.

Después del discurso de uno de los peces gordos, Jim y Groucho miran al suelo torciendo el morro. La verdad es que resulta increíble que la prioridad no sea curar a la gente, que de hecho les dé igual curar o no, con tal de vender. Ellos son dos tíos de principios y siempre les he admirado por eso, luego nos invitan a cenar y le dicen al camarero que ese “foié” del plato, extraído del hígado de un pato esclavo cebado por un embudo hasta la muerte, se lo podía comer su puta madre.
Así que yo me imaginé esto, pero no que Jim estaría de mal humor al día siguiente o que Groucho se encerraría en la habitación y no vendría a la piscina, por no traicionar a su especie.

La semana pasada tuve el rodaje de los primeros tres capítulos de la serie que vamos a estrenar. El guión es una puta mierda, sin ninguna gracia, o eso o me he acostumbrado muy mal en este último año con las decenas de buenos guiones escritos por Jim y Groucho. 
Cuando hice el casting con el director, se lo comenté y me dijo que había muchas cosas del guión que se cambiarían, que se trabajarían mejor pero que lo importante ahora era ser gracioso con el estereotipo. Toda la serie está compuesta por personajes estereotipados de la sociedad española, que viven en un mismo edificio, rollo “La que se avecina” pero sólo con gente pobre. 
Hay una pareja de unos cincuenta años en paro, un piso patera, un piso de estudiantes, un anciano jubilado que vive con su nieto que vende droga, etc. A mí me ha tocado hacer de catalán en el piso de estudiantes, junto a un andaluz y una chica marroquí, que siempre están sin un duro y tienen dificultades para pagar el alquiler. Las ideas, en general, no son malas pese al tufo de plagio que hay con la otra famosa serie, de la cadena rival. Pero el guión parece escrito por aficionados. Probablemente sea lo que ha ocurrido, considerando el precio que, según me ha dicho Jim, manejan los guionistas de comedia. Es una serie con un reparto de más de veinte actores y, si todos han firmado el mismo sueldo que yo por capítulo, los gastos de producción se disparan antes de empezar. 

Durante el rodaje, el director intenta con esmero compensar los chistes malos y la falta de ritmo del texto, porque al final no se cambió nada sobre los guiones iniciales. Nos pide interpretaciones más subidas de tono, buscando el histrionismo y tirando por el suelo todo lo que he aprendido sobre trabajar para la cámara en los últimos meses. Hay un ambiente general de fe pero no hay ningún profesional del departamento que sea, que piense que una serie con un guión flojo vaya a funcionar realmente.

-¿Una posibilidad entre diez? Una entre un millón, diría yo.

Habla Exhotia Belha, la chica que hace de mi compañera de piso y que tiene un nombre imposible de pronunciar, durante un descanso del rodaje. Viene del seno de una familia numerosa, como yo, y por eso tiene ese aire simpático de la gente que ha aprendido pronto a compartir, que ha jugado y se ha divertido mucho durante la infancia. Es menor que yo seis años pero es inteligente, habla cinco idiomas, ha estudiado Filología y también Teatro. 
Tiene una belleza que agobia, con sus ojos verdes y su piel morena mezclada de varias razas, sin embargo, hace algo con los ojos cuando percibe que la miras con encanto. Esquiva el deseo con la mirada, cambiando rápido de expresión, devolviéndote una mirada graciosa y fresca, limpia de seducción, hasta que dejas de mirarla como a una cosa preciosa y la miras como a una persona. La observo un rato durante los descansos, hace eso con todos los tipos que intentan colarse por sus pestañas y, si alguno le hace un comentario acerca de su belleza, dependiendo de la poca o de la nula elegancia del piropo, sonríe y se aleja o simplemente se aleja sin sonreír, como si no hubiera oído nada.

-Mi repre me ha dicho que esto es, básicamente, una copia de “La que se avecina” que no va a funcionar. Pero, bueno, que ojalá…

Yo la escucho desde algún lugar entre la decepción y el alivio. Me parecería ridículo actuar un Miércoles por la noche con The PocoSwag, con un guión cojonudo, ante cincuenta personas y sin cobrar un euro, y ese mismo día por la mañana grabar un capítulo por seiscientos euros, que van a ver miles de personas, con un guión de aficionados, aunque el dinero me viene muy bien. Le digo eso y ella asiente.
Exhotia me dice que es una profesión rara, contradictoria, que es muy joven pero se ha dado cuenta ya de eso. Dice que ayer hablaba con su amigo Miguel Ángel Silvestre, que estudiaron en la escuela de Teatro juntos. El chaval no puede ni salir a la calle a hacer un recado, su reciente éxito televisivo hace que la gente se le acerque todo el tiempo como si le conocieran, cada día, para pedirle autógrafos o charlar un rato acerca del Duque. Me cuenta que es buen chaval y le sabe muy mal dejar a la gente con la palabra en la boca, cuando tiene prisa. En definitiva, está viviendo el sueño de todo actor y, sin embargo, pasan demasiadas cosas a su alrededor.

Hemos firmado por tres capítulos. Por contrato, al menos el primero ha de ser emitido en televisión, en horario cercano al “Prime-Time”. También, por contrato, hay que rodar un mínimo de tres episodios mensuales, lo cual es un sueldo de funcionario con un buen cargo por trabajar tres días al mes. Me atraganté con mi propio corazón al firmar, creí que era el último capítulo de una aventura con final feliz. Pero ahora, viendo los malos guiones y las bajas expectativas de Exhotia, pienso de nuevo que no hay ningún sitio al que llegar, todo son posibilidades, cosas que empiezan y terminan. La fama es a veces pasajera, mentirosa, y puede ser hasta un coñazo, como le pasa al guapo amigo de esta actriz.

-Bueno, yo ahora estoy con un papel pequeño en una serie que se está emitiendo en televisión nacional… Pase lo que pase con esto, creo que me irá bien.

Estoy seguro de que sí. Yo le digo que la semana que viene tengo una actuación con The PocoSwag en Mallorca, que nos pagan mil euros a cada uno, más el viaje, hotel con piscina y tal, intentando parecer, como ella, en un Universo diferente, mejor, libre de miedo y de deseo. Al contarle eso como si fuera algo habitual, aunque en realidad no lo es, ella por primera vez me dedica algo de atención extra, desde las praderas verdes de su mirada. Yo me doy cuenta en seguida y trato de devolverle una mirada graciosa y fresca, limpia de seducción. 

El Miércoles pasado fui al Costello caminando desde mi casa, llego antes que con mi pequeña y vetusta moto. 
Salgo del piso de ensueño en el que ahora vivo, junto a la calle Atocha, a un minuto del Teatro Calderón. Es exterior y muy espacioso, es el lugar más grande y bonito en el que he estado. Cada vez empieza a haber más manchas de zapatos en los caros sillones, ceniza sobre los bonitos muebles y otras cosas indignas de una casa de revista. Virginia, una de mis ex-compañeras de piso, alquiló esta casa al dueño, haciéndose pasar por una gerente de cuentas de una importante empresa de marketing, sin haber acabado aún la carrera. Editó de maravilla unas nóminas que tiene de su trabajo como becaria y sedujo al dueño con los tres mil quinientos euros que figuraba que gana, en su nómina falsificada. A su favor, hay que decir que Virginia es una bella Canaria de buena familia, que vino a estudiar a Madrid y por eso acabó conviviendo con desgraciados como yo pero tiene una educación maravillosa y elegante.
Así que atravieso Jacinto Benavente, Carretas, la Puerta del Sol, la calle Montera hasta casi llegar a la Gran Vía donde está el Prestley y me siento, realmente, parte de estas calles y esta zona, como los adoquines, las paredes gastadas y el ambiente festivo. Ya llevo casi tres años trabajando y viviendo por aquí.

Luego hacemos la actuación del Costello y Meg, después de meses de prometerlo, viene por fin a verme con la excusa de celebrar el primer rodaje de la serie, que ella asegura que irá bien. Tomando una cerveza después de la función, en la misma barra del local, Meg me confiesa que se ha reído mucho pero que a Kristine no la puedo invitar a ver algo así, un poco demasiado picante y gamberro pero que a ella le ha gustado mucho. 
Está muy guapa, con todo lo mejor de ella resaltado por el maquillaje y la ropa, se lo digo y me dice que gracias, que tiene una cita luego. Que ha quedado con un amigo para después de la función, aunque si tengo otra idea mejor, se aceptan sugerencias. 

Deja caer esa frase y bebe de la pajita de su bebida, cuidando el color de su carmín. No creo que se refiera a lo que creo que se refiere y menos ahora que hemos empezado, de verdad, a trabajar juntos. 

-Bueno, entre recoger las cosas y llevarlas a casa de Jim, se nos va a hacer un poco tarde, no creo que salgamos, la verdad.

Entonces ella me mira y, sin mucha coherencia, ríe como si hubiera dicho algo gracioso:

-¡Jajaja! Sois geniales, me parto con vosotros.

Acompaño a Meg a coger un taxi, esperamos un par de minutos, ahí, en esa maravillosa fotografía nocturna de la calle Gran Vía con Fuencarral. Miro las luces, la gente, los coches y la calle a lo lejos, no viene ningún taxi. La miro a ella, tan arreglada para la noche y recuerdo cuando hablaba con ella por teléfono, en la buhardilla de los sueños, que queda a unos pocos minutos de aquí, en el inicio de mi aventura.

Le cuento que me gusta el nuevo curso que estoy haciendo, que estoy seguro de que me irá muy bien. Durará hasta Marzo o Abril del año que viene, un fin de semana al mes. Lo imparte una profesora de Teatro que acaba de salir de “Corazza”, tras años de dar clases ahí. Se llama Vanesa y es hija de Kristine, la gran jefa. Nos medio obligan a hacer el curso pero, aún y así, por lo que vi durante la primera clase creo que voy a aprender mucho de ella y también de algunos alumnos. Está Iratze, la chica con la que hice la primera prueba de Kuranda, Pedro Rojo y también alguna gente muy buena que he visto en la tele, gente muy simpática y joven. 
Le cuento que estuve charlando con Blanca Pantano, una actriz que está llamada a ser la nueva Penélope Cruz y que lleva ya diez años en el mundo del cine. Me pareció, por su aspecto, una joven aspirante y le di ánimos para el futuro, deseándole pronto su primera peli.
Le cuento a Meg que qué vergüenza, que tengo que ver más cine español, aunque sea con subtítulos...

Ella me escucha con mucho nerviosismo, yo trato de adoptar mi papel de actor que empieza una carrera en serio, también trato de hacerla reír pero su actitud tensa, mientras me escucha en silencio, es casi de molestia y me pregunto si estoy pasando algo importante por alto.

Le cuento que cuando llego al curso, dejo mi pequeña y vetusta moto aparcada a dos calles, escondida, porque quiero parecer uno de ellos.
Le cuento también que he descubierto una bonita coincidencia. Un patrón en el éxito. Las cinco o seis personas del curso que más trabajan son, a la vez, las personas más encantadoras y positivas de la clase. Sin excepción. Y que lo fácil sería pensar que estaban contentos porque trabajan mucho de lo que les gusta pero, en realidad, parecía ser al revés. Todo el mundo quiere rodearse de gente que te alegra la vida, el mundo del cine, la tele y el Teatro no son una excepción. 
Y que pensaba que ésa era la clave, luchar por cambiar esta personalidad romántica y poética, perdedora. Cambiar mi actitud y, si hacía falta, cambiar hasta de piel.

Llega un taxi, lo paro, le abro la puerta y Meg sube.

-Pues nada, a mudarse la piel… ¡Como una serpiente! Jajaja.- dice antes de cerrar la puerta del taxi, riendo de nuevo sin demasiada coherencia.

Me dirijo de nuevo al Costello, penetrando una noche de luces en el centro de Madrid, en una zona bohemia que de alguna manera siento haber conquistado.

Jim me tira cariñosamente del dedo gordo, para llamar mi atención. Me dice que se va a duchar, le guiño un ojo y le digo que vale, que voy a acabar de escribir. Sonríe, asiente y se va.
Levanto la mirada a mi alrededor en la piscina, en las hamacas, en la terraza del bar y me doy cuenta de que nadie, absolutamente nadie está mirándome.

   



                                                                      FIN